Aunque la expedición en streaming del Conicet al fondo marino haya significado un salto de popularidad, el sistema científico argentino está lejos de vivir su mejor momento. Eso tampoco implica estancamiento. Con recursos limitados, sus instituciones aún logran destacarse a nivel regional en rankings internacionales como el Nature Index y mantienen activa la producción de conocimiento. Pese a un contexto adverso, el país sigue generando publicaciones científicas valiosas y formando investigadores con impacto global.

Según los últimos datos de ArgenData, la Argentina experimentó un crecimiento sostenido en la cantidad de publicaciones científicas indexadas. Sin embargo, ese crecimiento fue menor en comparación con el de otros países sudamericanos como Brasil o Chile. El Nature Index, un ranking global que mide la producción científica de calidad a partir de artículos en revistas de prestigio, muestra que la ciencia argentina tiene referentes sólidos, pero enfrenta desafíos para seguir siendo competitiva.

En este escenario, las instituciones públicas son protagonistas. El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) son los principales actores del sistema. Sus investigadores sostienen el ritmo de publicación y mantienen la presencia internacional del país en ciencia.

El peso de las instituciones públicas

La ciencia argentina está fuertemente apoyada en el sector público. Más del 90% de las publicaciones científicas provienen de universidades nacionales y organismos estatales. En el Nature Index 2024 para Sudamérica, el Conicet aparece como la institución más destacada de la Argentina. La UBA y la UNLP le siguen, con una producción científica que se mantiene estable.

Este ranking analiza artículos publicados en revistas científicas como Nature, Science o Cell, y mide el aporte real de cada institución a la investigación de alto impacto. Si bien Brasil domina ampliamente la región, con universidades como la de São Paulo en los primeros lugares, la Argentina se mantiene como uno de los países con mayor producción científica de Sudamérica.

El Conicet ocupa el puesto 13 en el ranking general sudamericano. Aunque no lidera en volumen, sigue siendo un faro para la investigación local. Por su parte, la UBA y la UNLP refuerzan la posición argentina.

Crecimiento sostenido, pero menor que en la región

Los datos de ArgenData muestran que, entre 2010 y 2022, las publicaciones científicas argentinas aumentaron el 48%. Sin embargo, países como Chile (68%) y Brasil (74%) avanzaron más rápido. Esta diferencia marca una tendencia preocupante: Argentina crece, pero se queda atrás.

Esa brecha puede explicarse por varios factores. Uno de ellos es la inversión en investigación y desarrollo, que en la Argentina representa menos del 0,5% del PBI, por debajo de los estándares regionales. Además, las condiciones laborales de muchos investigadores se deterioraron en los últimos años, generando migraciones y pérdida de talento.

Aun así, el sistema se mantiene. El ecosistema científico argentino continúa activo gracias al compromiso de investigadores y a una tradición académica sólida. La ciencia nacional resiste, aunque necesita políticas estables y financiamiento para competir a nivel global.

Producción científica por áreas del conocimiento

En cuanto a los campos más productivos, la biología, la química y las ciencias médicas son los más desarrollados en la Argentina. Según el análisis de publicaciones del Nature Index, estas disciplinas concentran buena parte de la producción científica nacional.

La biotecnología, por ejemplo, cuenta con una fuerte presencia de investigadores del Conicet, y de universidades como la UBA y la Universidad Nacional de Rosario. En química, los aportes de la UNLP y del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas son clave. En ciencias médicas, los hospitales universitarios y centros públicos sostienen gran parte de las investigaciones.

En contraste, otras áreas como la inteligencia artificial o la nanotecnología todavía tienen una presencia incipiente. Si bien hay grupos destacados, el país necesita mayor inversión para desarrollarlas de manera sostenida.

El rol de las mujeres en la ciencia

Argentina presenta una particularidad en el panorama regional: es uno de los países con mayor proporción de mujeres en la ciencia. Según ArgenData, el 54% de las investigadoras activas son mujeres. Esta cifra ubica al país por encima de muchos de sus vecinos, aunque persisten desafíos en términos de acceso a cargos jerárquicos y financiamiento.

En los rankings internacionales, sin embargo, el liderazgo femenino todavía está poco visibilizado. Ninguna científica argentina figura entre las más citadas de la región, y muchas veces su trabajo queda opacado en los registros oficiales. A pesar de eso, en laboratorios y centros de investigación, las mujeres sostienen el ritmo de producción y forman nuevas generaciones de científicas.

Desafíos para los próximos años

El sistema científico argentino enfrenta desafíos importantes: la caída del presupuesto, la precarización laboral, la fuga de cerebros y la falta de previsibilidad son algunos de los más urgentes. La comunidad científica manifestó en reiteradas ocasiones la necesidad de una política de Estado que garantice el desarrollo a largo plazo.

En 2024, varias instituciones argentinas sufrieron recortes que afectaron sus planes de investigación. A pesar de eso, la producción científica se sostuvo gracias a redes colaborativas, intercambios internacionales y el esfuerzo de miles de investigadores.

Otro desafío es aumentar la presencia del país en revistas de alto impacto. Aunque hay producción constante, el salto hacia una mayor visibilidad internacional requiere inversión, formación en inglés académico y apoyo institucional para publicar en medios científicos globales.

En definitiva, la ciencia argentina no está paralizada. Aunque crece más lento que en otros países de la región, sigue generando conocimiento, formando investigadores y aportando soluciones. Las instituciones públicas son el motor de este sistema, y su persistencia es un dato alentador.