BIOGRAFÍA

EDITH STEIN

IRENE CHIKIAR BAUER

(Taurus – Buenos Aires)

Uno de los aspectos que más le atrajeron a Irene Chikiar Bauer para escribir esta biografía fue “…la manera en que se conjugaba en Edith Stein su vida y su obra”. Y es también lo que acaso más nos convoca a quienes tenemos la suerte de leer su espléndido libro. Una obra que destaca de un modo maestro la vida, obra y muerte de una mujer extraordinaria: “Un retrato- como señala la contratapa- del Siglo XX que interpela los debates sobre la identidad del XXI”. La obra está estructurada en tres partes y un epílogo. Su índice incluye, entre otros ítems, “constelaciones familiares”, “La importancia de los recuerdos”, “Infancia”, “las grandes fiestas judías”, “La cabeza de Cristo y los ojos de la Virgen”, “Por qué Husserl”, “En busca de sentido”, y “Votos perpetuos y una muerte dichosa”.

Chikiar Bauer, que es autora asimismo de otras biografías excelentes de grandes mujeres –Eduarda Mansilla, Virginia Wolf, la vida por escrito, Victoria Ocampo- destaca, de modo magistral, la singularidad de la figura de Edith Stein en su inalterable serenidad ante las peores circunstancias que le tocó atravesar como católica, asesinada por los nazis. Su sensibilidad era, sin embargo, infinita: “…Durante un paseo en la isla Helgoland, Edith tuvo una experiencia que la impresionó vivamente: …había una oveja atada a un poste. Cuando nos acercamos baló lastimosamente, y desde el fondo de sus ojos verde claro y transparentes venía un abismo de angustia mortal e incomprensión, que no pude olvidar”. Se refería así a aquello que Emanuel Levinas llamaba “las epifanía del rostro es una visitación”.

En el marco de la despiadada persecución nazi, su conversión al catolicismo probó asimismo su templanza, ya que fue reprobada, sobre todo al principio, no solo por su propia familia sino también por la comunidad judía, que ella amaba. “En realidad, comenta Bauer, la aproximación de Edith Stein al catolicismo se produjo de manera paulatina, y durante bastante tiempo cotejó la idea de hacerse protestante, hasta que recién en 1921 decidió bautizarse en la iglesia católica”. Hoy es la primera Santa Judía, canonizada por el Papa Juan Pablo II.

Frente a la masacre nazi y al nuevo Reich alemán, Edith albergaba grandes dudas: “Una y otra vez me esfuerzo, en vano, por el papel que jugamos los humanos en la historia del mundo. Hace algún tiempo me llamó la atención un pasaje del Evangelio de Lucas: `el hijo del hombre se va, como está decidido. Pero ¡Ay! de aquel que lo habrá de entregar`. ¿Acaso no tiene esto una aplicación universal? Somos nosotros quienes originamos los acontecimientos y quienes cargamos con la responsabilidad. Y, sin embargo, no sabemos lo que hacemos, y no podemos detener la historia del mundo, aun cuando fracasemos en ella”.

Otro indicio de su conversión no dejará nunca de asombrarnos: “Las cualidades del alma no pueden apropiarse ni eliminarse por medio de la educación. Si en esa esfera se produce un cambio, entonces éste no debe considerarse como resultado de una evolución, sino como una transformación efectuada por un poder del más allá, es decir por un poder que queda fuera de la persona y de todas las conexiones naturales en que la persona se halla envuelta”.

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FERNANDO SÁNCHEZ SORONDO