El clima político argentino no da tregua. Las discusiones sobre los recortes presupuestarios, las acciones y decisiones del Gobierno nacional atraviesan desde sobremesas hasta redes sociales. Sin embargo, hay una dimensión de la vida que parece resistir esa marea: las relaciones personales. ¿Puede el amor vencer la grieta? ¿Existen espacios exentos de este River-Boca permanente?
Según el reciente informe de Creencias Sociales 2025, elaborado por la Universidad de Buenos Aires (UBA), el 68% de los argentinos no tendría problema en estar en pareja con alguien que piense políticamente distinto. El dato sorprende si se lo contrasta con el nivel de polarización que se vive en el debate público, pero revela algo profundo: la ideología divide, pero no tanto como parece.
La política no es un obstáculo para el amor (al menos para la mayoría)
En ese mismo informe se detalla que el 74% de las personas encuestadas no juzga a otras por sus ideas políticas. Es una postura que se mantiene constante en distintos niveles educativos y franjas etarias. Y si bien muchos se apasionan por las discusiones políticas, la mayoría traza un límite claro entre la opinión y el vínculo afectivo.
Lucas González y Pía Rocha, ambos de 25 años, son un ejemplo de esta convivencia posible. Están en pareja desde hace tres años. Ella votó a Sergio Massa en las últimas elecciones, él optó por Javier Milei. “No soy peronista, mucho menos kirchnerista, pero sentía que era una mejor opción que Milei”, cuenta Pía. “Ahora la economía está más estable, digamos, pero hay mucha gente sin trabajo, represión a los jubilados y miles de pacientes sin tratamiento. Me parece que hay un costo humano muy alto”, reflexiona.
Lucas, en cambio, justifica su voto desde una mirada más práctica: “Primero aclaro que no soy libertario”, dice entre risas. “Pero sí lo voté a Milei pensando en un cambio. En mi casa veíamos cómo los precios subían todos los días. Hoy por lo menos, con la misma lista, gastamos lo mismo. No estoy de acuerdo con los recortes universitarios ni con la represión hacia algunos sectores, pero no me imagino lo que sería esto si ganaba Massa”, precisa. Para ellos, discutir de política es parte del vínculo, no una amenaza.
Más interés político, más tolerancia
Uno de los hallazgos más llamativos del informe de la UBA es el crecimiento sostenido del interés político. En 2023, sólo el 40% decía estar interesado. En 2025, esa cifra llegó al 55%. El salto más pronunciado se dio entre las mujeres, que pasaron del 35% al 52% en apenas dos años.
El interés político también varía según la educación: el 66% de quienes tienen estudios universitarios dice involucrarse en los temas públicos contra apenas el 48% de quienes sólo completaron la primaria. Incluso el lugar de residencia influye: en el resto del país, el interés es del 59%, mientras que en el AMBA apenas alcanza el 48%.
Este aumento no se traduce necesariamente en mayor participación formal, como militar en partidos o asistir a actos, sino más bien en una conciencia política extendida. Un signo de época, en donde opinar, compartir contenidos y discutir también son formas de intervenir.
¿La política está arruinando la seducción?
Para algunas personas, sin embargo, la política sí puede ser una barrera. Anabella Reinoso, enfermera de 27 años, lleva cuatro años soltera y lo atribuye —en parte— a las diferencias ideológicas. “Soy heterosexual, me gustan los varones, pero hoy no puedo ni verlos”, dice con humo. “No digo que todos sean libertarios, pero la mayoría está de acuerdo con Milei y con políticas de derecha. Y no es solo una cuestión partidaria. Odian a las mujeres, a los gays, a las diversidades. Les molesta que los pobres tengan derechos”, enumera.
Anabella asegura que no busca una pareja que piense exactamente igual que ella, pero sí alguien que no desprecie sus valores esenciales: la universidad pública, el acceso a la salud y la ayuda estatal a los sectores vulnerables. “Prefiero quedarme sola antes que compartir la vida con alguien que odia lo que soy o de donde vengo”, afirma.
La grieta también cansa
Guadalupe Figueroa tiene 21 años, estudia Diseño Gráfico y también está soltera. Coincide con Anabella en que las diferencias políticas le afectan a la hora de entablar vínculos, aunque aclara que la intolerancia no es exclusiva de la derecha. “Los peronistas o K también son muy cerrados. Se niegan a reconocer errores de los gobiernos que votaron. Es agotador”, reflexiona.
Guadalupe no cree en la neutralidad política. Para ella, decir que alguien es “apolítico” es una forma de negar lo evidente: todos tienen una postura, aunque no siempre la expresen. “Me gustaría estar en pareja, pero necesito alguien que al menos entienda el valor de pensar, de cuestionar, de mirar más allá de su ombligo. Y eso no abunda”, resume.
Respeto, la clave para convivir con diferencias
La encuesta de la UBA también mostró que el 87% de los argentinos tiene amigos con ideas políticas distintas. Incluso en el consumo de medios hay señales de apertura: el 72% dice escuchar o leer periodistas de diferentes posturas. Si bien hay burbujas, también hay puentes.
Emiliano Molina, de 24 años, estudia Ingeniería y se define como crítico, aunque alejado de la militancia partidaria. “Nunca milité porque siento que si sos crítico dentro de un partido te ven como un peligro. Me informo, tengo mis ideas, pero no me ato a nadie”, explica. Para él, estar con alguien que piense diferente no sería un problema. “Siempre que haya respeto, se puede. La pareja no tiene que ser un campo de batalla por quien gobierna. Hay que construir proyectos, no peleas”, razona.
Su reflexión apunta a algo que se desprende del informe: la polarización es real, pero no llegó al núcleo íntimo de la sociedad. Al menos no todavía. Las personas siguen buscando la paz en sus vínculos, incluso en medio del ruido político.
¿Quiénes son los más satisfechos con su vida?
Además de relevar actitudes políticas, el estudio de la UBA indagó sobre la satisfacción personal. En una escala del 1 al 10, los argentinos promediaron un 6,16. No es un dato alarmante, pero tampoco entusiasta. Lo interesante es cómo varía ese número según el nivel educativo y la afinidad política.
Quienes tienen estudios universitarios se muestran más satisfechos (6,45), mientras que quienes solo cursaron la primaria se ubican por debajo del promedio (5,69). También influye el voto: los simpatizantes del oficialismo (Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza) alcanzan puntuaciones más altas (6,42 y 6,54), mientras que los votantes peronistas o de izquierda se muestran menos conformes (5,78 y 5,94).
Estos datos sugieren que, aunque el país atraviesa tensiones económicas y sociales, una parte importante de la población sigue encontrando motivos para valorar su situación actual, incluso si no está del todo conforme.
Tensión pública, armonía privada
Aunque los medios y las redes sociales amplifican los conflictos políticos, la encuesta revela que, en el plano cotidiano, las personas siguen optando por el entendimiento. Las diferencias existen y se discuten, pero no destruyen necesariamente los lazos afectivos. La política está cada vez más presente en la vida cotidiana, pero no al punto de definirlo todo.
Las relaciones humanas —las de pareja, las de amistad, incluso las familiares— siguen funcionando como espacios donde las ideas se enfrentan, pero también se matizan, se entienden o simplemente se dejan a un lado. Y en un país tan pasional como la Argentina, eso no es poco.