Ira Levin es un autor norteamericano que construyó su fama con el guión de “El bebé de Rosemary” y la obra teatral “El cuarto de Verónica”, convertida en un clásico global desde su estreno en el escenario en 1974, y que nunca llegó a la pantalla.
Los memoriosos tucumanos recordarán una puesta local de ese texto en 1976, con Norah Castaldo en el elenco y dirección de Carlos Olivera. Esta noche a las 21, en gira nacional, llegará al teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez) la versión que protagoniza Silvia Kutika, secundada por Fabio Aste, en su primera gira por el NOA.
La trama ideada por Levin seduce desde el primer instante, e instala al público en un clima de suspenso que nunca decae; como debe ser, el final es sorpresivo. Todo comienza en Boston donde Susan, una joven de 20 años, es abordada mientras cena con su novio en un restaurante por una encantadora pareja de ancianos que se muestra impresionada por su parecido con Verónica, la hija del matrimonio fallecida hace mucho tiempo. Deciden acompañarlos hasta su mansión para ver el retrato de Verónica y comprobar el parecido, lo que se transforma en una pesadilla.
“El objetivo principal es meterse en la oscuridad del ser humano, en los secretos que guardan las familias, en cómo uno tiende a repetir historias y no puede salir de ese karma, no puede desviarse de eso. Entonces repite los mismos errores y eso va creciendo. Mostrar cómo se enferma una familia por ocultar algunas cosas. Contar eso en un thriller psicológico en teatro es un desafío muy enorme”, resalta la protagonista para LA GACETA.
- El género es poco transitado en el teatro argentino.
- Sí, el terror psicológico es poco abordado, es más para el cine. Justamente Levin dijo que no quería que su obra fuera al cine sino que siempre se hiciera en teatro. Un autor que nos complicó la vida (ríe) con una obra que está tan espectacularmente escrita que no deja nada liberado al azar, ningún cable suelto. Recién al final, como toda muy buena obra de suspenso y misterio, te das cuenta realmente qué es lo que pasa luego de que te va llevando todo el tiempo por una historia, desde un punto a otro, y juega con los personajes a la enésima potencia en un gran engaño.
- ¿Ese diseño de personajes te resultó especialmente atractivo?
- Me atrajo justamente eso: tres de los cuatro actores componemos varios personajes, y es muy divertido componer unos ancianos, después un matrimonio de 30 y pico de años, y contar esas contradicciones que tiene el ser humano.
- ¿Por qué la obra sigue vigente?
- Porque muestra cuestiones que suceden dentro de las familias, y cómo no sacarlas ni pedir ayuda se va contagiando como una enfermedad, toma a todos los miembros de la familia y los va destruyendo. Es una de las capas que tiene esta historia, es que es como una cebolla de la que vas sacando, sacando, sacando, y nunca llegás al centro porque está llena de vericuetos.
- ¿Cómo es la respuesta del público?
- Se logra sumergirlos en la historia, desde el escenario se los escucha diciendo “no puede ser” u otros comentarios. Levin escribió magníficamente esta obra donde hay mucho que se sugiere y donde contamos algo que en las frases es totalmente lo opuesto. Se juega mucho con las miradas y con las intenciones, con un muy atractivo diseño de luces y de música. No sé si el cine le hubiese dado un atractivo especial, porque el transitarla en el escenario es muy atractivo. Muchos nos dicen que es como ver cine en vivo, que tiene ese clima, pero con los actores presentes...
- ¿En qué momento está el teatro argentino?
- Es un momento explosivo en el teatro. Caminás por la avenida Corrientes de la Capital Federal y ves un montón de obras con actores y actrices increíbles. El tema es que económicamente la gente no puede responder a esa cantidad de obras. Si me pongo en lugar de público, yo elegiría por ahí una o dos por mes, aunque me encantaría verlas todas. Ese es el gran problema: en estos cinco años que estamos nosotros en cartel con mucho éxito, hemos visto obras que han estrenado y a los pocos meses han bajado y que eran espectaculares.
- Desde el Gobierno nacional se retacea apoyo al sector y se suprimió la autonomía del Instituto Nacional de Teatro (INT).
- La política cultural del Gobierno es un tema; más allá de lo que opinemos cada uno, todos los actores estamos de acuerdo en que si hay cosas que estuvieron corruptas o dinero que se desvió, se debe corregir. Pero no borrar del mapa al INT; me parece que ahí está el error. Se debe ver que el dinero llegue adonde tiene que llegar.