El tercer trimestre es vital para las aspiraciones políticas, institucionales y económicas de la gestión del presidente Javier Milei. ¿La razón? El comportamiento de las variables económicas del período julio a septiembre puede ser fundamental para el humor del electorado, previo a las elecciones de medio turno del 26 de octubre. Y, en este aspecto, hay tres resultados que pueden incidir en el comportamiento electoral de la sociedad: la inflación, el consumo y el dólar.

Según la economista de Cohen Aliados Financieros, Milagros Gismondi, el Gobierno apuesta a que se mantenga la relativa calma que caracterizó al segundo trimestre: inflación en descenso, una actividad económica en recuperación -aunque a un ritmo más moderado-, un tipo de cambio contenido dentro de la banda cambiaria y un mayor financiamiento externo que permita cubrir el déficit de cuenta corriente, en particular considerando que ya no se contará con el fuerte ingreso de divisas del agro. “El objetivo es transitar hacia las elecciones de medio término sin sobresaltos, lo que permitiría, con un triunfo contundente, una compresión del riesgo país que facilite el regreso al mercado internacional de capitales mediante colocaciones de deuda en moneda dura”, explica la analista.

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Sin embargo, así como sostener ese esquema puede ser un trampolín hacia un resultado favorable en las urnas, del mismo modo acechan algunos riesgos. ¿Cuáles pueden ser? Gismondi los detalla:

• Una profundización de la crisis internacional que encarezca el costo del capital o incluso revierta los flujos hacia países emergentes.

• Que una tensión cambiaria se adelante a los comicios y los agentes comiencen a anticipar una depreciación del tipo de cambio, lo que pondría presión sobre la inflación en la previa electoral.

• Por último, aunque con menor probabilidad de materialización y menor impacto electoral, persiste el riesgo de que la debilidad de la actividad económica -especialmente del empleo- se transforme en un foco de descontento social que condicione el desempeño electoral de la oficialista La Libertad Avanza.

En función del mediano plazo, se necesita llevar la prima de riesgo país por debajo de los 500 puntos y, si con los resultados electorales de setiembre y octubre no alcanza, habrá que pensar en un “Plan B”, advierte, por su parte, el economista Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea.

El centro del ring

Pasando en limpio los poco más de dos meses transcurridos desde la salida del cepo para personas físicas, el experto señala que se tiene que el gobierno recuperó el “centro del ring”: de la inflación de 3,7 % de marzo se pasó al 1,5 % en mayo (y probablemente este mes sea del 2%), y de operaciones concertadas a $ 1.475 por dólar en el mercado de futuros para fin de año, en el presente esos contratos se pactan a $ 1.334 por dólar.

Sin embargo, acota, pese al cambio de régimen y las “bandas de flotación”, subsisten indicios de la preferencia oficial por el “ancla cambiaria”: para una inflación que en el primer semestre de 2025 habrá acumulado 15,5%, se corresponde una variación del tipo de cambio de exportación del orden del 11% (partiendo del “blend” de fin de 2024). Las operaciones en los mercados de futuros y la astringencia de pesos son los instrumentos para este combo de políticas.

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Si la “agenda política” puede llegar a ser “monotemática”, concentrando el gobierno energías en la baja de la inflación, la “agenda económica” necesita más horizonte temporal. El resultado de las elecciones legislativas importa, pero también el evitar que se acumulen desequilibrios y que, si éstos aparecen, las correcciones sean lo menos traumáticas posibles, finaliza Vasconcelos.