Los clubes tienen un sentido social. Esa es su premisa fundacional, incluso por encima de lo que ocurre dentro de la cancha. Su verdadero fin es la inclusión, la solidaridad. Los goles, las gambetas, los triunfos… todo eso forma parte de su esencia, pero ocupa un segundo plano. Lo que importa (lo verdaderamente trascendente) es contribuir a una sociedad más justa. Las victorias vendrán después, por más que el fanatismo reclame trofeos y hazañas. La Reserva de Atlético entiende y practica esa idiosincrasia. No son palabras que se las lleva el viento: lo demuestran con acciones concretas. Hoy, en la previa del partido frente a Lanús por la última fecha del torneo Proyección, el equipo que dirige Hugo Colace visitó la escuela N° 149 Combate de San Lorenzo, en la localidad de Alta Gracia, departamento de Burruyacú.
Alta Gracia está ubicada a 20 kilómetros de la capital tucumana. No hay calles pavimentadas ni plaza central. Las casas, pequeñas y contiguas, se alinean sin un orden urbano definido. Sólo hay dos accesos: uno por la ruta 305 y otro por la 312. En ese paisaje, la escuela funciona como el corazón de la comunidad.
Asisten unos 120 niños al nivel primario por la mañana; por la tarde, concurren los alumnos del secundario.
“Ellos se transportan en un solo colectivo que los trae y luego los deja en sus respectivas casas. Somos siete maestros fijos y cinco especiales. Nosotros les damos el desayuno y el almuerzo. Los chicos de la tarde también almuerzan y toman la merienda”, cuenta Antonella Albornoz, maestra de la escuela.
La docente agrega que el pueblo no cuenta con negocios fijos. Muchas veces, ni siquiera se consiguen insumos básicos de manera rápida.
“Sólo llegan vendedores ambulantes que recorren el pueblo en sus vehículos. Venden pan y carne en camioneta. No tenemos transporte fijo que conecte con la ciudad. Estamos desconectados de todo, y este es un lugar muy antiguo”, reflexiona.
El aspecto de la escuela concuerda con los dichos de la docente: hay siete aulas contiguas, dos baños, un tinglado y una pequeña cancha de fútbol. Ese rectángulo verde, sin embargo, no es muy utilizado debido a la falta de elementos para practicar deportes durante las clases de educación física. No tenían pelotas ni conos. Ese relato motivó a la Reserva “decana” a visitar el establecimiento para compartir un tiempo con los niños y donar materiales deportivos.
La visita
A las 8.40, los jugadores de la Reserva llegaron al establecimiento. De a grupos, se movilizaron en autos particulares hasta Alta Gracia y se estacionaron frente al establecimiento. Participaron Maximiliano Alanís, Ezequiel Godoy, Luciano Vallejo, Facundo Pimienta, Ignacio Cuello, Ramiro Paunero, Leonel Vega, Máximo Pereyra, Juan Posse, Ramiro González y el DT Colace. Todo el grupo fue acompañado por Enrique Figueroa, coordinador de Reserva, y Alejandro Medina, vocal del “Decano”.
Luego de una breve presentación, los futbolistas saltaron al campo para jugar un picado con los chicos. La Reserva contra todos. En medio del juego, un niño llamado Joel se quitó la campera y dejó ver su camiseta de San Martín. La provocación, en otro contexto, habría generado chicanas. Allí, solo sonrisas.
“Tiene buenas condiciones, seguro quería hacerse notar, ja. Pero está bien que se identifique con su club. Es parte de esto”, dijo Colace.
El DT destacó la iniciativa como una forma genuina de acercar el club a la sociedad. “En Inglaterra hacíamos esto todo el tiempo: en escuelas, hospitales, en donde se necesitara. Es clave que los jugadores entiendan ese sentido social”, afirmó.
La visita surgió por iniciativa del coordinador Figueroa, que conoció la realidad de la escuela cuando llevó allí a su esposa, docente del lugar. Compartió la experiencia con Colace, quien no dudó en sumarse y además propuso organizar una colecta para conseguir materiales deportivos.
“Queremos que los chicos puedan practicar todos los deportes. Trajimos pelotas para fútbol, básquet y vóley, conos, escaleras de coordinación y más. Quién sabe… tal vez uno de ellos llegue algún día al club. Nosotros tenemos que acercarnos”, planteó.
Los niños, para quedarse con un pequeño recuerdo, acercaban sus cuadernos y sus lapiceras para llevarse un autógrafo de los jugadores.
A las 9.40, finalizó el partido y el resultado era un empate de sonrisas en los rostros de los jugadores y de los niños. La conexión llegó a tal punto que los futbolistas empezaron a bromear con algunos de los chicos. Abajo del tinglado, Luciano Vallejo bautizó a uno de los niños como “Neymar” debido a sus habilidades para bailar al “estilo brasileño”. Para imitar el ritmo del funk verdeamarelo, el central interpretó una pequeña melodía a capella para incitar al niño a que luzca sus pasos. Poco a poco, el resto de los jugadores se sumó a la movida iniciada por el zaguero.
“Me dan mucha risa. La paso muy bien con ellos y nos sirve mucho para unirnos como grupo. Nos permite sacar la cabeza del fútbol porque no importa únicamente lo que se hace dentro de la cancha, sino lo que se hace afuera. Es terrible cómo se suman a participar de todas las actividades y muchos juegan bastante bien. ‘El brasilero’ está como loco”, dijo el defensor.
Luego, los futbolistas dieron inicio al sorteo. La maestra Albornoz tomó el micrófono y puso orden. Con una bolsa, comenzó a sacar los números de los premiados.
Después de ese momento, los jugadores de Atlético repartieron el desayuno: vasos de gaseosas con facturas con crema. “Estas acciones nos hacen sentir felices y cómodos. Nuestra idea es que ellos pasen un buen momento y que nosotros estemos muy bien. Creo que tenemos que inspirarlos para que se metan en el deporte”, señaló el lateral Ramiro Paunero.
A enfocarse en el duelo
A las 10 terminó la jornada en la escuela. Los futbolistas saludaron a los niños y se despidieron con bocinazos desde sus autos antes de volver a la ciudad. Claro, a las 15.30, en San Jorge, los esperaba la última práctica antes del partido frente a Lanús, en el que se jugarán la clasificación. Pero el gesto de la Reserva no busca colgar medallas ni trofeos: será un momento que esos 120 niños de Alta Gracia guardarán como un tesoro para toda su vida. Y eso vale más que cualquier copa.