Ya no se trata solo de contar calorías o seguir la dieta de moda. En los últimos años, crece el interés por una práctica que propone algo más profundo: comer con atención plena, prestando oído al cuerpo, a las emociones y al entorno. Se trata de la alimentación consciente o mindful eating, una tendencia que cruza nutrición, psicología y bienestar emocional.

Lejos de las restricciones y la culpa, esta forma de alimentarse invita a recuperar una conexión básica: ¿cómo me siento cuando como?, ¿por qué como lo que como?

Comer con la cabeza… y con el corazón

“La alimentación consciente es una práctica que nos permite reconocer las señales internas de hambre y saciedad, entender los desencadenantes emocionales y volver a disfrutar de la comida sin automatismos ni culpas”, explica la licenciada en nutrición Andrea Cieri, especializada en conducta alimentaria.

En tiempos de ansiedad crónica, hiperconectividad y comida ultraprocesada, muchas personas comen sin registrar ni el sabor ni la cantidad. Comer frente a la computadora, picotear sin hambre o darse atracones emocionales se vuelven moneda corriente. “La comida se transforma en un anestésico emocional”, advierte Cieri.

Del piloto automático a la pausa

Practicar la alimentación consciente implica bajar el ritmo: sentarse a comer sin pantallas, observar los colores y aromas del plato, masticar despacio, reconocer cuándo el cuerpo pide detenerse. Puede parecer simple, pero para muchos es un cambio de paradigma.

Lucía (37), diseñadora gráfica, cuenta que empezó a aplicar el mindful eating durante una etapa de mucho estrés. “Me di cuenta de que comía por ansiedad. Ahora me tomo unos minutos antes de cada comida, respiro, me pregunto si tengo hambre real o si estoy tapando algo. Es un ejercicio que me cambió la cabeza”.

¿Qué dice la ciencia?

Diversos estudios respaldan los beneficios de esta práctica. Investigaciones publicadas en revistas como Appetite o The Journal of Behavioral Medicine muestran que la alimentación consciente reduce los atracones, mejora la relación con la comida y disminuye los niveles de ansiedad y depresión.

“No se trata de una dieta, sino de una herramienta para reconstruir el vínculo con el cuerpo y con nuestras emociones”, señala la psicóloga Marina Lescano, especializada en trastornos de la conducta alimentaria. “Muchos pacientes llegan buscando una solución para la comida y terminan encontrando respuestas emocionales”.

Comer como acto de autocuidado

La alimentación consciente no requiere productos especiales ni rutinas complejas. Puede empezar con algo tan simple como detenerse cinco segundos antes de cada bocado, o preguntarse si uno está comiendo por hambre, aburrimiento o enojo.

“Comer es uno de los actos más cotidianos y más poderosos que tenemos para cuidarnos”, resume Cieri. “Volver a habitar ese momento con presencia puede ser transformador”.

En definitiva, comer consciente no es una moda, es una forma de reconectarnos con algo básico: el cuerpo, las emociones y el acto —profundamente humano— de nutrirnos.