Hacer ejercicio es una de las mejores decisiones para cuidar la salud física y mental. Sin embargo, no siempre se tiene en cuenta que la hora en la que se realiza la actividad puede influir, y mucho, en la calidad del descanso nocturno. Diversos estudios han demostrado que el momento elegido para entrenar puede potenciar o perjudicar el sueño reparador.

¿Entrenar al fallo ayuda a ganar músculo más rápido? Esto dicen los expertos

La relación entre deporte y descanso no es tan simple como “moverse cansa y dormirás mejor”. Hay horarios que favorecen la relajación y el ritmo circadiano, y otros que, por el contrario, alteran el organismo y dificultan la conciliación del sueño. Conocer cuál es el peor momento del día para ejercitarse puede ayudar a ajustar rutinas y mejorar tanto el rendimiento físico como el bienestar general.

¿Cuál es el peor momento del día para realizar ejercicio?

Un informe publicado por The Washington Post reveló, a partir del análisis de datos de casi 15.000 personas, que realizar actividad física intensa durante las últimas horas del día puede interferir negativamente con el sueño.

Los resultados muestran que entrenar en las cuatro horas previas a acostarse impacta de forma significativa en el descanso nocturno. Quienes lo hicieron reportaron más dificultades para dormirse y una notable reducción en la duración total del sueño. 

Esta evidencia refuerza la importancia de elegir con cuidado el horario para ejercitarse, ya que puede comprometer tanto la calidad como la cantidad de sueño.

¿Por qué el ejercicio nocturno afecta el sueño?

Si bien el estudio no logró determinar con exactitud por qué ocurre este fenómeno, los investigadores sostienen que el ejercicio intenso puede alterar el estado fisiológico del cuerpo de forma tal que dificulta el descanso.

Los datos recolectados por los rastreadores evidenciaron que las frecuencias cardíacas permanecían altas por horas después de entrenar, mientras que la variabilidad de la frecuencia cardíaca —importante para inducir el sueño— seguía baja. Esta activación prolongada impediría que el organismo se relaje por completo.

En este contexto, Josh Leota, quien encabezó el estudio, sugirió implementar rutinas de relajación como yoga suave o meditación luego del ejercicio vespertino, para facilitar el pasaje del cuerpo a un estado de reposo.