Apenas dos días después de su elección, el papa León XIV dejó claro que su pontificado no será uno más. En su primera salida oficial fuera de Roma, el sucesor de Francisco visitó el santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Genazzano, un lugar clave para la espiritualidad agustina. No fue un destino casual: allí peregrinó cada vez que algo marcó su vida religiosa. Esta vez volvió como Papa, con la misma humildad.

Las cámaras lo captaron bajando del auto y saludando con cercanía a los fieles que lo esperaban en la pequeña plaza. Este gesto simbólico como pontífice, tuvo el peso de lo personal y colectivo. Robert Prevost, tal su nombre de pila, pertenece a la Orden de San Agustín y eligió comenzar su camino como líder de la Iglesia Católica volviendo a sus raíces.

Pero también hubo palabras, y una advertencia sobre el futuro. En su primer discurso ante los cardenales, León XIV dejó entrever cuál será su horizonte. Puso en el centro la dignidad humana, la justicia y el trabajo, temas que dijo, están en riesgo frente al avance acelerado de la inteligencia artificial. Lo mencionó más de una vez, no como una amenaza abstracta, sino como una urgencia pastoral.

“Hoy la Iglesia ofrece su doctrina social para responder a una nueva revolución industrial”, señaló. La frase no fue casual. Más tarde reveló por qué eligió su nombre en homenaje a León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum (1891), que dio origen a la doctrina social de la Iglesia. Si aquel Papa se animó a hablar de salarios justos y sindicatos en plena revolución industrial, León XIV parece querer hacer lo mismo frente a los desafíos que plantea la era digital.

Con ese gesto y esas palabras, el nuevo Papa marcó su estilo: anclado en la tradición, pero con la mirada puesta en los signos de este tiempo.