Donald Trump ordenó reabrir la prisión de Alcatraz, cerrada en 1963 y convertida en un centro turístico por decisión de Robert F. Kennedy. Ubicada en la bahía de San Francisco, la famosa cárcel volverá a funcionar y alojará a los delincuentes más peligrosos del país por pedido del presidente de Estados Unidos.
Donald Trump publicó una imagen vestido de Papa, se convirtió en viral y ya causó polémicaTrump no brindó precisiones sobre el proyecto, más allá de afirmar que será “más grande” que la original. La medida encendió una ola de críticas, sobre todo después de que se conociera que su administración deportó ciudadanos venezolanos a una prisión en El Salvador, bajo el gobierno de Bukele, desobedeciendo una resolución judicial.
Alcatraz: cómo era esta cárcel invencible y por qué la cerraron
Sobre una pequeña isla frente a San Francisco funcionó Alcatraz, la cárcel que se presentó al mundo como la más segura e inexpugnable. Allí enviaban a los delincuentes más temidos.
La vida allí rozaba lo inhumano. El contacto entre presos estaba prohibido, el silencio era norma, y los guardias aplicaban castigos físicos brutales. El lugar más temido era El agujero: calabozos angostos, oscuros, alejados del resto. Sin luz, sin ropa y en completa soledad, los presos podían pasar semanas allí.
“Desmitificar la IA”: Donald Trump pone el foco en la educaciónEl aislamiento era total. Ni siquiera podían hablar durante las comidas. Las actividades recreativas eran casi nulas. Con el tiempo, la tensión se volvió insostenible. Las automutilaciones y los intentos de suicidio se volvieron frecuentes. Recién entonces se flexibilizaron algunas reglas: se permitió ver películas y hacer música.
Solo contaban con una comodidad: el agua de las duchas era muy caliente. Querían evitar que el cuerpo se acostumbrara al frío. Un truco para engañar el metabolismo.
La prisión fue clausurada en 1963 por orden de Robert Kennedy. Su fama ya era pésima. El experimento había fracasado: el maltrato y la violencia sistemática arrasaron con cualquier idea de rehabilitación.
El dinero también fue un factor clave. El mantenimiento era carísimo y el edificio, corroído por la sal, el agua y los vientos, pedía reparaciones constantes. A eso se sumó un golpe final: la imagen de fortaleza invulnerable se desmoronó con sucesivos intentos de fuga. Uno en particular, el último, fue el que terminó por hundir al sistema.