Juan Ángel Bernuncio, de 65 años, es uno de los emblemas del fútbol aguilarense. El arquero surgió en Deportivo Aguilares y, poco a poco, fue escalando hasta llegar a defender el arco de Boca. En sus años bajo los tres palos, lucía un look similar al de Hugo Orlando Gatti: melena rubia, actitud provocadora y cierto amor por la extravagancia. Muchos lo comparaban, aunque él no alcanzó el mismo grado de “locura”.

A lo largo de su carrera pasó por diferentes clubes, pero su corazón siempre estuvo teñido de un solo color: el celeste. Por eso, cada clásico de Aguilares es un partido aparte. Como él mismo define: “Son partidos que no se juegan todos los días, pero es una obligación ganarle a Jorge Newbery”.

Bernuncio todavía mantiene las mechas largas y suele vestir, con orgullo cotidiano, camisetas de los equipos por los que pasó. Aunque la más especial, claro, es la de Deportivo Aguilares. Tiene gorros, banderas y varias fotos del equipo de sus amores. “Si ves mi casa o mi negocio, vas a ver que tengo colgada una bandera, escudos, relojes deportivos, de todo. Soy muy apasionado. Sufrí mucho cuando Deportivo descendió a la B, en 1990. No dormí esa noche, fue muy duro. Lloraba solo”, recuerda.

El Celeste pasó cuatro años en la B hasta que logró regresar a Primera. Para Bernuncio, Deportivo Aguilares no es solo un club: es su hogar deportivo, el lugar donde todo comenzó. Debutó a los 17 años en la Primera, pero su carrera se interrumpió por el Servicio Militar Obligatorio, que le demandó dos años. Luego vendrían pasos por Atlético, Central Córdoba, Boca, Oriente Petrolero, entre otros.

También se dio el gusto de dirigir al club de sus amores. Pero el “Loco”, como lo conocen algunos, reconoce que es una tarea tan apasionante como desgastante. “Me tocó dirigir en contra de Deportivo y ganarle, y dejarlo afuera en la cancha de Concepción Fútbol Club. Recuerdo que era un torneo importante, y ganamos, pero me quedé sentado en el banco, sufriendo mucho. La pasión por Deportivo es tan fuerte que a veces soy demasiado hincha”, admite.

El clásico, para él, es una fiesta que divide a la ciudad. “Aguilares se tiñe de celeste y de rojo dependiendo de la zona en la que estés ubicado. Seguramente vamos a acompañar al equipo con la caravana. Como jugador, tuve la suerte de ganar el clásico y es algo hermoso”, relata con entusiasmo.

Le hubiese gustado terminar su carrera en Deportivo Aguilares, pero eligió priorizar el bienestar económico de su familia. Hoy vive en Villa Nueva, un barrio identificado con el Celeste. Y aunque los años pasaron, su fe sigue intacta: “Confío en que vamos a clasificar a la siguiente instancia del Anual”, cierra.

Desde Villa Nueva, con la bandera colgada y la radio encendida, Juan Ángel espera que el Celeste vuelva a darle una alegría. Porque, en Aguilares, se puede cambiar de todo, menos de pasión.