“Tuvimos la desgracia que se enfermara de vómito de sangre, y le fue preciso mudar de clima y pasar a la provincia de Mendoza. (…) El día de su partida me regaló el señor general San Martín una hermosa espada de su uso, con guarnición y vaina de acero. Me dijo que era la que le había servido en San Lorenzo, que la usase en su nombre, seguro de sabría yo sostenerla”. Así recordaba Gregorio Aráoz de La Madrid, designado ayudante de José de San Martín durante su estadía en San Miguel de Tucumán como Jefe del Ejército del Norte, la partida del General, un día como hoy, pero de 1814, hacia la provincia cuyana.
Otra mirada sobradamente antagónica era la de José María Paz, el futuro reconocido general cordobés, quien no solo desconfiaba de la existencia de la enfermedad de San Martín, sino también de las decisiones tomadas durante su mando. “Se dudaba mucho de su enfermedad, pero luego fue de evidencia que ella era un mero pretexto para separarse de un mando en que no creía deber continuar”, dijo.
El 30 de enero de 1814, San Martín llegó a San Miguel de Tucumán y asumió el cargo de General en jefe del Ejército Auxiliar del Perú. Era muy consciente de la desconfianza de las tropas hacia él. Su acento español, su carrera y formación militar en las tierras de “los godos”, levantaba suspicacias sobre la finalidad de su presencia. Pero eso no hizo que fuese irracional o más cauto en las medidas a tomar.
San Martín comprendió rápidamente la situación en la que se encontraba la desmoralizada milicia luego de las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma. “Tristes fragmentos de un ejército derrotado”, recordaba. Fue diligente y activo en las medidas a tomar. Solucionó con urgencia los problemas de alimentación, vestimenta y pago de sueldos a las milicias.
De daguerrotipo a leyenda: la reconstrucción digital del general San MartínAl Regimiento de Infantería N° 7, compuesto por libertos, negros y mulatos, los hizo sentir verdaderamente protagonistas de la Revolución al aumentar sus plazas hasta 1200 hombres. Determinó que este, nuestro suelo, sería el límite septentrional, para el invasor. En caso de una nueva arremetida realista, de acá no deberían pasar. Para ello ordenó la construcción de un fuerte en forma de estrella de 5 puntas, con paredones de 2 metros de altura rodeado por una fosa.
La Ciudadela fue terminada por el ingeniero francés, Felipe Bertrés, figura que en los años siguientes sería de gran importancia para el diseño urbanístico de la ciudad y pionero en educación. Este recinto atrincherado serviría como lugar de refugio para los soldados y donde puedan reagruparse rápidamente en caso de un ataque realista. “No puedo discernir hasta ahora el verdadero objeto que tuvo el general San Martín, en mandar a construir una fortaleza (…) El general San Martín, llegado hacía poco de Europa, conociendo muy poco el país y no teniendo una idea cabal del genio de sus habitantes se persuadió que la guerra popular debía hacerse en la forma que en España…”.
La visión de Paz, quizás encuentre explicaciones en la coyuntura política de Buenos Aires y su manera de encausar la causa independentista. A la luz de lo transcurrido en los años posteriores podemos encontrarle la razón en que, aunque sus padecimientos de salud eran reales, San Martín no pretendía estar anclado al mando del Ejército del Norte. Comprendió como ninguno lo había hecho antes, que avanzar por el norte al poderoso centro realista en Lima, sería una empresa imposible de cumplir. Con el compromiso de Martín Miguel de Güemes, a través de la guerra de guerrillas de sus infernales, de mantener alejado a los realistas, y quedando el ejército acantonado en Tucumán cumpliendo la función de detener al enemigo en caso de eso fallara, la oportunidad de atacar, hostigar y desplazar al imperio colonizador de la América desde otro frente, no tardaría en llegar.
Homenaje al General José Francisco de San MartínSería bastante osado sostener que el plan de cruzar la cordillera de Los Andes para liberar Chile y Perú y con ello asentar un gran golpe a la conquista española, fue planificado estando en Tucumán. Probablemente fue concebido con anterioridad, acaso después, o quizá sí, al comprobar como actuaba Buenos Aires con sus intereses en el litoral. No lo sabremos con exactitud. De lo que podemos estar seguro es que San Martín estaba presto para actuar ofensivamente, y que, sin lugar a dudas la existencia de la defensa en el Norte era un apoyo fundamental para su campaña.
Lo que no es arriesgado determinar, es que su efímera y fugaz estadía cambió a la sociedad tucumana para siempre
La presencia del Ejército
“Constancia, unión, tucumanos, y apareceremos invencibles. Yo vengo a trabajar entre vosotros. Fijad en mis deseos y en los esfuerzos que os prometo las esperanzas que os da un compañero. Unido al Ejército que mi mando con vosotros ¿tendrá la Patria a quien temer?”
Durante su estadía de casi tres meses, sus órdenes fueron como un implacable torbellino que transformó la ciudad. Algo que José María Paz tampoco pudo dimensionar. El historiador Ramón Leoni Pinto manifestó en sus estudios la magnitud de los cambios que generaron las obras de San Martín. La academia de matemáticas, los tres hospitales militares, la maestranza de carpintería, el cuartel de reclutas y la cárcel para desertores entre otros. Se modificó el flujo económico, aumentando la demanda de mano de obra.
San Miguel de Tucumán se convirtió en una fuente de trabajo, ya sea por la incorporación al ejército o para la fabricación de armamento, monturas, uniformes y enseres hospitalarios. El aspecto urbano de la ciudad también tuvo que transmutar acorde a las nuevas demandas, ya que fue necesario levantar nuevas edificaciones para albergar a tanta cantidad de gente. La divulgación de una nueva ideología, la revolucionaria, inundó todos los ámbitos de la realidad.
Convivencia
Antes de arribar a nuestra ciudad, San Martín se encontró con Manuel Belgrano en Salta. En la Estancia de las Juntas para algunos historiadores o en la Posta de Yatasto para otros. Lo verdaderamente significativo es que finalmente, luego de mucho tiempo de intercambio epistolar en el que se ponía de manifiesto el ideario de la independencia americana entre declaraciones de admiración mutua, los hoy reconocidos como Padres Fundadores, se conocían personalmente. Acordaron la mejor manera de traspasar el mando y seguramente comenzaron a bosquejar lo que sería el plan continental para liberar la América del yugo realista. José de San Martín retuvo, cuanto pudo a Manuel Belgrano, nombrándolo al frente del Regimiento N°1, hasta que finalmente debió acudir a Buenos Aires a rendir explicaciones por sus derrotas en el Alto Perú. Fue en nuestro suelo la única vez que, dos de los hombres de mayor osadía y arrojo hacia la causa revolucionaria, compartieron en la cotidianidad el esbozo de liberación.
“Fueron fundadores de dos escuelas. San Martín dio a la patria excelentes militares, Belgrano, le suministró además, buenos ciudadanos. El primero predicaba con referencia el valor guerrero y los dotes puramente de soldado, el otro predicaba también las virtudes cívicas y morales. En una palabra, el general San Martín descolló como un gran militar entre nosotros, el general Belgrano como un gran ciudadano.” Concluía José María Paz sus apreciaciones sobre los generales a quienes había servido.
La Muerte del General
José de San Martín no volvió nunca más a Tucumán. Terminó sus días autoexiliado durante 26 largos años en Francia. Afectado por sus dolencias estomacales, no manifestaba pena alguna ni mostraba pesadumbre por la ingratitud de los pueblos a los que había emancipado, situación que por suerte comenzó a revertirse en sus últimos años de vida. Pocos días antes de su muerte, el periodista Félix Frías tuvo la oportunidad de entrevistarlo durante uno de sus baños medicinales. Describe verlo totalmente lúcido y que “su inteligencia superior no ha declinado. Hablaba con entusiasmo de la prodigiosa naturaleza de Tucumán y de las otras provincias argentinas.”