Existen estereotipos de género en cuanto a la higiene: las mujeres, supuestamente, son más limpias que los hombres. Esa falsa creencia, se utilizó por años para justificar que las mujeres fueran las encargadas de poner orden y de pensar en la higiene de la casa, parece tener una nueva interpretación.
"Cuando mandan las mujeres, las cosas funcionan": el agradecimiento del Papa a sus cuidadorasLejos del cliché, investigadores descubrieron que en varias especies de primates (humanos incluidos) las hembras adultas son más sensibles a la asquerosidad que los machos. Otros ejemplos son el lémur ratón gris y los macacos japoneses. En esas especies las hembras son literalmente más propensas que los machos a levantar la nariz ante los alimentos contaminados.
La ecóloga cognitiva del Instituto de Estudios Avanzados de Toulouse, Cécile Sarabian propone en una teoría que los efectos de la sensación del asco femenino es acumulativo. Es una de las razones por las que las hembras viven más que los machos en múltiples especies.
Mientras mayor sensación de asco en las hembras, menos enfermedades tienen
Sarabian observó a macacos japoneses mientras buscaban comida en la isla de Kojima durante la decada de 2010. Se dio cuenta de que los machos y las hembras preparaban la comida de manera bastante diferente: por ejemplo, un macaco hembra suele limpiar las bellotas recolectadas de la hojarasca antes de llevárselas a la boca.
También, logró descubrir que las hembras de Kojima no solo estaban siendo quisquillosas: tenían menos probabilidades de estar infectadas con geohelmintos (un parásito intestinal transmitido a través de las heces) que los machos. Hay evidencia de que las hembras tratadas para la enfermedad tienen un mayor peso corporal y éxito reproductivo, dice Sarabian.
En ese momento, era una idea sorprendente que el asco pudiera conducir a una forma de higiene en los primates. En los años transcurridos desde entonces, han surgido más ejemplos. Las hembras de papión oliva en Tanzania se niegan a aparearse con machos infectados con treponema, una bacteria contagiosa que causa la sífilis en los humanos y crea lesiones en los babuinos.
El asco en los humanos modernos
Estudiar el asco en los humanos requiere un poco más de sutileza. Los investigadores muestran a los voluntarios imágenes de escenas potencialmente asquerosas o les piden que imaginen escenarios, "como pisar heces con los pies descalzos, o encontrar un gusano en su comida, o comer pollo crudo, o ver una rata en su cocina", y califican su disgusto en una escala numérica, explica Tara Cepon Robins, antropóloga biológica de la Universidad de Colorado (Estados Unidos).
Robins y su equipo descubrieron que entre los Shuar, un grupo indígena de Ecuador, aquellos que calificaron las descripciones de Robins de las escenas como menos repugnantes, tenían más probabilidades de estar infectados con bacterias y virus. El estudio de 75 personas no encontró una diferencia entre los sexos. En general, la respuesta de asco parece actuar como una avanzada para el sistema inmunitario de los primates. "De esto se trata el asco: estamos programados para sentirnos asqueados por cosas que han dañado a la gente en el pasado", explica Robins.