El presidente de la Nación, Javier Milei, inauguró este viernes el 142° período de sesiones ordinarias del Congreso. El discurso se transmitió por cadena nacional desde las 21.

El discurso completo de Javier Milei

Diputados y senadores del Congreso de la nación, gobernadores, ministros de la Corte Suprema de Justicia, Embajadores y quienes nos acompañan hoy en este recinto, nos reunimos aquí como marca la Constitución nacional para comunicar el estado de nuestra nación a todo el pueblo argentino que nos está mirando a lo largo y a lo ancho de todo el país. En el día de hoy se cumplen exactamente 82 días desde que asumimos el desafío de conducir la nación en lo que es posiblemente el momento económico más crítico de su historia. Luego de más de 100 años de insistir con un modelo empobrecedor y habiendo olvidado casi por completo las ideas que hicieron grande en nuestro país, los últimos 20 años han sido particularmente un desastre económico, una orgía de gasto público, emisión descontrolada que tuvo como resultado la peor herencia que ningún gobierno en la historia Argentina haya recibido jamás. De hecho los déficits gemelos que heredamos alcanzaron los 17 puntos porcentuales del PBI, muchos de los datos económicos de la herencia que recibimos son públicos desde el día 1 en que tomamos el mando del país: cinco puntos de producto de déficit fiscal en el tesoro y 10 puntos de déficit fiscal generado por el Banco Central, sumando un total de 15 puntos de déficit consolidado; una deuda descomunal con importadores y organismos multilaterales de crédito que nos dejaban al borde del default; reservas netas negativas en el Banco Central por 11,200 millones de dólares; precios de energía y transporte reprimidos en algunos casos hasta un quinto de su valor real y el dólar con una brecha del 200% entre el oficial y el Paralelo; una emisión desenfrenada en los últimos años de gobierno por 13 puntos del PBI, sumados a los más de 15 puntos del PBI que se habían emitido. Durante los primeros tres años de gobierno a su vez durante la primera semana de diciembre la inflación minorista corría un ritmo del 3700 por ciento anual durante la segunda se aceleró al 7500% anual. Mientras que para aquellos que consideran que estos números son una fantasía la inflación del 52% mensual en mayorista implicaba una inflación anual del 17,000%.


Números que cuadraban de modo perfecto con el sobrante monetario y el potencial de emisión derivado de los pasivos remunerados del BCRA. Entiendo que algunos políticos suman con dificultad, salvo que se trate de la propia. Por lo que pedirles que computen una función de crecimiento geométrico es un oxímoron para aquellos que no la han visto, no la ven y no la verán.

Nada de todo esto es nuevo. Sin embargo, el desastre no termina ahí, en la medida que auditamos la administración pública nacional y se van metalizando algunos síntomas rezagados del cao económico que nos dejaron, vamos conociendo en mayor profundidad el tamaño de la crisis que heredamos. Una crisis que está presente en todas las dimensiones de la vida de la sociedad. Tal vez el indicador más descarnado de la herencia que hemos recibido lo conocimos recientemente al haberse hecho público el dato de que cerca el 60% de los argentinos se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, para algunos pareciera que la pobreza apareció de un día para el otro. Les comento que el salario real resulta de la productividad marginal del trabajo y que la misma viene dada por la acumulación del capital. Por eso la tan mentada frase de combatiendo al capital atenta contra la inversión, reduce el stock de capital por habitante y como consecuencia de ellos los salarios reales. Esta locura la que nos ha llevado el populismo ha hecho que el salario promedio en dólares al tipo de cambio paralelo -porque el precio es al que hay- sea de $300 cuando la década de los 90 había llegado a los 1800 dólares, en moneda de hoy serían $3000. Esto es el populismo nos quitó el 90% de nuestros ingresos, llegando a un nivel de locura tal donde un tercio de los trabajadores formales son pobres.


Esto es un dato desgarrador que revela crudamente la brutalidad de la herencia que hemos recibido y los estragos que ha producido el famoso modelo del estado presente. De ser el país más rico del mundo cuando abrazamos las idead de la libertad a ser un país donde seis de cada diez argentinos son pobres, mientras la mayoría de los políticos como muchos de ustedes son ricos. A esta tragedia de la pobreza que se ha multiplicado por 10 en los últimos 50 años se le suman como problemas adicionales deudas sociales y problemas profundos en todas las dimensiones de la vida argentina. Una sociedad con cifras récord de indigencia y que al mismo tiempo nunca en su historia repartió tanta asistencia social como ahora. Donde buena parte es asistencia funciona como botín de guerra para organizaciones de izquierda que le roban la plata a quienes dicen defender y atenta contra aquellos que la producen.

Una sociedad con un mercado laboral donde el sector privado formal se encuentra congelado, que producto de la rigidez y sus altos costos laborales hace 12 años no produce un solo puesto de trabajo nuevo, mientras el empleo público y el trabajo informal son lo único que crecen. Y como si fuera poco un sistema previsional quebrado que cuenta cada día en menos ingresos en proporción a sus gastos y que en los últimos 10 años incorporó casi cuatro millones de beneficiarios sin aportes a través de moratorias que son una afrenta moral para todos aquellos que durante toda su vida cumplieron con su responsabilidad. Los jubilados, víctimas de esta herencia continúa atados a una fórmula que quisimos cambiar porque pulveriza sus ingresos en un régimen de alta inflación a causa del gobierno pasado, y que si no fuera por la recomposición discrecional de los bonos que estamos llevando adelante hubiera redundado en una pérdida de hasta 40% de su poder adquisitivo. De hecho el uso recurrente de bonos compensatorios es una clara muestra de lo mal diseñada que está la fórmula y que la misma requiere ser modificada de manera urgente de modo tal que los jubilados no sean víctimas de los desaguisados de la política.

En materia de seguridad nos encontramos con una sociedad abandonada a su suerte, ciudades enteras reales del narcotráfico, las calles tomadas por el cabo y el desorden. Ambos generados por las organizaciones de izquierda en su afán de extorsionar constantemente a los distintos gobiernos, un caos que la política alimentó durante los últimos 20 años para beneficio propio. Frente a ellos una fuerzas de seguridad maltratadas y pisoteadas por los gobiernos anteriores que los ataron de manos y les impidieron cumplir con su trabajo, poniéndose del lado de los delincuentes. Ejemplificado en el absurdo de soltar presos durante la pandemia.

En lo que respecta a la educación una crisis que ya arrastra décadas que es cada vez más profunda y que ha redundado en que hoy la mitad de los chicos de tercer grado no entiende que leen en Argentina y el 70% no puede resolver un problema de matemática básica. Esta es la realidad actual del país con más premios Nobel de la región, que supo ser en su pasado un faro de calidad educativa. El analfabetismo incipiente es a nuestra educación lo que la inflación es a nuestra economía. En el plano de la educación superior la creación de universidades se ha convertido en un negocio más de la política y en los profesorados e institutos de formación docente proliferan currículas educativas de izquierda, abiertamente anticapitalistas y antiliberales en un país en el cual lo que se necesita en más capitalismo y más libertad.

En materia de salud un sistema empujado hacia una crisis de desabastecimiento causada por la política comercial irresponsable del gobierno anterior que dejó a médicos pacientes y familias sin stock de insumos médicos de todo tipo y en particular de medicamentos especiales como los oncológicos. Todo esto en el medio de la farsa el estado te cuida durante la pandemia, donde si hubiéramos hecho las cosas como un país mediocre hubiéramos tenido 30.000 muertos de verdad, mientras que tuvimos 130,000 con el dolor enorme que eso significa.


Nos vendieron la idea de que el Estado trabaja como un seguro, pero en la vida real, cuando el siniestro ocurre, defaultea. En términos técnicos, eso ocurre cuando se roban la prima, tal como se puede inferir de un Estado que todo lo hace muy mal.

En el plano de la Defensa heredamos un ejército desfinanciado y hasta desprestigiado por el propio Estado, sin los recursos ni la preparación para hacer frente a los desafíos de un mundo en constante cambio y cada vez más alejado de la Paz. Como si fuera poco, esta debacle nacional nos está llevando cada vez más a la irrelevancia en el concierto de las naciones; volviéndonos incapaces de proteger nuestro propio territorio y obligándolos a arrastrarnos ante los países más cuestionados del mundo.

Esta es la realidad que nos dejaron a nosotros que somos por derecho e historia uno de los países más importantes del mundo. Un país que hace 120 años tenía uno de los tres PBI per cápita más alto del mundo y recibía inmigrante de todos los confines del planeta. Detrás de todos estos males nos encontramos con un Estado nacional inoperante, quebrado y que no puede ni siquiera cumplir con sus funciones básicas. Un Estado que hace todo y todo lo hace mal, generando perjuicio en cada aspecto de la vida social en que se entromete. Tal como señalara Milton Friedman, nada bueno del estado se puede esperar. Según el padre el monetarismo existen cuatro formas de gastar. Uno puede gastar el dinero propio en uno o en terceros, mientras que lo mismo se puede hacer con el dinero de otros. Así la mejor manera de gastar es el dinero propio en uno mismo, ya que uno sabe lo que quiere y cuánto le costó ganarlo. Es decir se maximiza el beneficio. Por otra parte, cuando se gasta el dinero propio en otras personas se minimiza el costo, mientras que cuando se gasta el dinero de otros en uno mismo se cae en el despilfarro. Por ende, esto se deriva que no hay forma peor de gastar que gastar el dinero de otros en otros. Justamente lo que hace el Estado. Es por ello que a mayor Estado presente, mayor despilfarro y menor bienestar para los argentinos de bien.


El informe de situación de las 114 dependencias de la Administración Pública Nacional realizado por la SIGEN y la Secretaría de Transformación del Estado ha arrojado información alarmante, entre las que destaca una deuda consolidada de cerca de 3.000 millones de dólares en bienes y servicios impagos. Un Estado que no solo no controla sino que lo que controla, lo controla mal. Diseñado no para cumplir sus funciones básicas, sino para generar un kiosco en cada lugar donde sea posible para beneficio del burócrata de turno.

Tal vez el caso de los seguros que hemos visto recientemente los medios sea el mejor ejemplo de esto. Un sistema diseñado para generar un intermediario entre los distintos organismos del Estado de manera de poder cobrar retornos de cada operación. Un sistema corrupto que ha generado cientos de millones de dólares de retorno que terminaron en los bolsillos de los políticos. Es esa tal vez la mejor definición que podemos dar de la situación en la que hemos encontrado el estado: una organización criminal, diseñada para que en cada permiso, en cada regulación, en cada trámite y en cada operación haya una coima para el político de turno.

Este esquema putrefacto está extendido a todos los poderes del Estado: tanto el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial; y en todos sus niveles, nacional, provincial y municipal. Sustentados por medio de comunicación que viven de la pauta oficial y formadores de opinión ensobrados que miran para el otro lado o que eligen cuidadosamente a quien acusar y a quién no. Sustentado también por empresarios prebendarios que apoyan este modelo porque el retorno de pagar una coima es más tentador que el desafío de competir en el mercado. También por sindicalistas que entregan a sus trabajadores, engañándolos con supuestos beneficios mientras promueven un régimen laboral que solo los beneficia a ellos. Es decir, un sistema en absoluta bancarrota moral e intrínsecamente injusto. Un sistema que solo puede generar pobres y a costa de ellos produce una casta privilegiada que vive como si fueran Monarcas, que llega absurdos obscenos de impunidad como por ejemplo el que vivimos esta semana cuando nos enteramos de que un ex gobernador metió tras las rejas sin debido proceso a un ciudadano por 50 días, meramente por el crimen de hablar mal de la corona en un chat privado. Ofende el silencio de aquellos que se dicen republicanos

Por si no se escuchó por los aplausos: ofende el silencio de aquellos que se dicen republicanos.
Tras haber visto con mis propios ojos y en detalle la vulgaridad del despilfarro con el que la política se acostumbró a vivir, ratifico una vez más que no se trata de impericia. Que un sistema que haga tanto daño a tanta gente no es casualidad el desastre en lo que nos han sumergido. Se trata de un esquema consciente y planificado se trata de lo que yo llamo el modelo de la casta. Es que hay una relación íntima entre los privilegios de la política y el malestar del común de los argentinos. Es precisamente el modelo económico del Estado presente, un régimen de gasto público alto, déficit fiscal, deuda y emisión monetaria. El sistema del que la casta política se sirve para expropiar riqueza de los argentinos de bien y dárselos a sus clientes y amigos. En este sistema, lo que está en la base del deterioro es generalizado en los últimos 100 años, la construcción de una fachada, un negocio amparado en la mentira. Este es el lamentable estado material y espiritual de nuestra Nación.

Hace muchos años que denunciamos este modelo ante la sociedad. Y hace poco más de tres meses, después de 100 años de paulatina decadencia y más de una década de caída libre a la miseria, una mayoría silenciosa levantó la voz. Esa mayoría silenciosa que se compone de los que trabajan, de los que producen, de los peones rurales que se levantan a las cuatro de la mañana, del que atiende un negocio, del cuentapropista, del trabajador informal, del joven que no encuentra trabajo y de las amas de casas que tienen la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras.
Una mayoría silenciosa de aquellos ciudadanos argentinos desprotegidos, que no los invitaron a sentarse en la mesa del poder, en la que siempre se definió el rumbo del país. Esa Argentina despertó, asistió a las urnas y puso en la Presidencia a un hombre recién llegado a la vida política, que conduce una fuerza política nueva, que puede no tener mayorías parlamentarias, ni intendentes, ni gobernadores, pero que sabe lo que tiene que hacer, sabe cómo hacerlo y tiene la convicción para hacerlo.

Un Presidente que puede no tener el poder de la política, pero que tiene el poder de la convicción y el apoyo de los millones de argentinos que quieren un cambio de verdad. Porque como dicen las sagradas escrituras en el libro de Macabeos y que se conmemora en la fiesta de Janucá: la victoria en la guerra no depende de la cantidad de soldados sino de las fuerzas que vienen del cielo.


Hace 35 años en su primer discurso acerca del estado de la nación el presidente Carlos Saúl Menem dijo que el coraje de un pueblo no se comprueba únicamente en el campo de batalla o al enfrentar desgracias sino que también se comprueba por la cantidad de verdades que es capaz de soportar.

Él le hablaba al pueblo argentino en un contexto con algunas similitudes económicas al contexto actual, que lo instaban a tomar decisiones difíciles similares a las que me toca tomar a mí hoy. Durante la campaña electoral le hablamos al pueblo argentino con la verdad por primera vez en décadas y el pueblo lo comprendió, lo aceptó y nos eligió. A pesar de que había otros candidatos que prometían las mismas soluciones de siempre, repitiendo el mismo discurso conciliador y engañoso de siempre, por primera vez en mucho tiempo la sociedad eligió al candidato que prefería decir una verdad incómoda que una mentira confortable. Nosotros le planteamos a la sociedad que la única forma de evitar una catástrofe económica peor sería con un ajuste del gasto público brutal y rápido. Le planteamos a la sociedad también que la corrección de los precios reprimidos y la inflación rezagada producto de la emisión monetaria generarían meses de inflación muy alta y también que sanear la economía destrozada que heredábamos implicaría sacrificio y dolor y tardaríamos en salir del pozo. Firmamos un contrato electoral de esfuerzo y sacrificio porque 100 años de decadencia no se dan vuelta de un día para el otro.


Pero al mismo tiempo, asumimos un compromiso con los argentinos de que el esfuerzo iba a valer la pena, porque hacerlo nos iba a permitir cumplir dos objetivos: primero nos permitiría terminar con la inflación para siempre y avanzar en las reformas estructurales para que la Argentina vuelva a ser un país próspero y pujante; segundo, nos permitiría terminar con el régimen de apartheid político que hay en la Argentina desde hace décadas. Un régimen en que los políticos y sus amigos son ciudadanos de primera y los argentinos de bien son ciudadanos de segunda.

Por eso, por el mandato de cambio que nos dio la gente y con el aval de haber dicho la verdad y nada más que la verdad en campaña, durante nuestros primeros 82 días en funciones hemos llevado adelante el programa de gobierno más ambicioso del cual se tenga memoria. En el plano económico, comenzamos por destruir el huevo de la serpiente: el déficit fiscal. Hemos avanzado en la reducción del gasto público más profunda de nuestra historia, haciendo un recorte de cinco puntos del PBI en tan solo un mes redujimos el gasto primario del Estado Nacional en 40% en términos reales, donde dicho resultado surgió de eliminar la obra pública, reducir el 98% de las transferencias a las provincias, reducir los ministerios a la mitad, echar empleados públicos fantasmas, eliminar planes sociales a personas que no lo necesitaban, terminar con los intermediarios de la pobreza y reducir al mínimo la flota de autos, asesores y teléfonos celulares. Es decir, si bien ha habido licuación, ha habido mucho más de motosierra, todo para la política.


En definitiva es un ajuste que ha sido realizado mayormente sobre el sector público nacional y no como se hizo siempre aumentando impuestos y cargando todo el peso sobre el sector privado. Como ya no se habrán escuchado decir en los últimos 123 años la Argentina tuvo déficit fiscal en 112 de ellos. El déficit fiscal y la lucha contra la alta presión fiscal son para nosotros la madre de todas las batallas, son la causa de la pobreza y del estancamiento de los últimos 100 años. Luego de décadas de gobierno que despilfarraron el dinero de los pagadores de impuestos, la Argentina vuelve a contar con un gobierno que va a cuidar cada uno de los pesos que con trabajo y sudor los argentinos pagan. Segundo: evitamos el default con el FMI y otros organismos multilaterales en el que íbamos a caer a 11 días de haber asumido. Tercero: cortamos con la emisión monetaria que es la única y probada causa de la inflación. Y a través de un ambicioso programa financiero avanzamos con el saneamiento del balance del Banco Central. De hecho, desde que llegamos al gobierno hemos comprado en el mercado cerca de 9 mil millones de dólares, donde pese a esta emisión, la ejecución de puts contra el BCRA y el pago de intereses a los pasivos remunerados, la contracción por BOPREAL y por el ajuste fiscal, ha logrado mantener la base monetaria constante. Esto es, para la misma base monetaria en pesos, hoy tenemos 9.000 millones de reservas adicionales que cubren más del 90% de la misma. No solo eso, la base monetaria que durante el siglo XXI se ha ubicado en torno al 9% del PBI, hoy solo representa el 3%, mientras que si consideran la versión amplia algo sólo factible en una crisis de confianza furiosa, la misma está en línea con el promedio histórico. Por ello, en el último mes se ha desplomado el precio del dólar paralelo, la brecha con el dólar de importación corregido por impuesto País ha desaparecido y los futuros del dólar se han alineado con las pautas establecidas por el BCRA, en un contexto en el cual el precio de los bonos sube, el riesgo país baja y las acciones vuelan por las nubes, pese a los intentos de algunos degenerados Fiscales por sabotear el futuro de los argentinos de bien.

Por lo tanto en este contexto, pese a que aún quedan algunos meses de alta inflación, la misma seguirá cayendo fuertemente y la salida del cepo estará cada vez más cerca. Cuarto: hemos podido resolver el problema de la deuda de los importadores, que era una espada de Damocles de 42 mil millones de dólares que colgaba sobre la cabeza de todos los argentinos. Como consecuencia de todas estas medidas económicas, llegamos al superávit tanto primario como financiero en nuestro primer mes de gobierno, lo cual constituye un récord global en la historia del capitalismo moderno. Y como si fuera poco hemos tomado todas estas medidas únicamente con los resortes del Poder Ejecutivo sin apoyo de ningún tipo del resto del arco político salvo honrosas excepciones.

Pero nuestro trabajo no se limita únicamente a lo económico. En seguridad hemos inaugurado una nueva doctrina del orden público que nadie se animó a implementar, a pesar de que era inequívocamente el único camino correcto. En primer lugar, empezamos a hacer cumplir la ley sin excepciones. Por eso liberamos la calle del flagelo de los paros constantes a través de nuestro protocolo de orden público. En todas y cada una de las manifestaciones que se convocaron en estos casi tres meses de gobierno y que comenzaron inmediatamente apenas asumimos, rompiendo un récord en la historia democrática, en todas ellas mantuvimos el orden y evitamos el corte indiscriminado de calles mediante un despliegue controlado de las fuerzas de seguridad.


Además, estamos intimando a las organizaciones que convocan a manifestarse para que se hagan cargo del costo de los operativos policiales. Segundo, cuidamos a las víctimas y a quienes nos cuidan. Se terminó con nosotros la cultura vil del despreciar a las fuerzas del orden y a las víctimas del delito y el enaltecer a los delincuentes. Por eso, estamos impulsando una ampliación del marco de legítima defensa y de cumplimiento del deber, para que no termine entre las rejas los ciudadanos que se protegen a sí mismos o los policías que protegen a los ciudadanos, mientras los delincuentes pasean libres por nuestras calles.

Tercero: somos inclementes en el combate contra el crimen organizado. Por eso a través del Operativo Bandera desplegamos efectivos nuevos de las fuerzas federales en Rosario. Y gracias al trabajo de prevención se logró disminuir en estos dos meses casi un 60% el homicidio doloso en la vía pública en las zonas controladas por las fuerzas federales. Por eso, también creamos un sistema de gestión especial para presos de alto riesgo de nuestro sistema penitenciario. De ahora en más estarán controlados por un grupo de élite para evitar que sigan cometiendo delitos desde el encierro, práctica que lamentablemente se volvió moneda corriente en el último tiempo.

Respecto a la asistencia social, nos comprometimos a terminar de una vez y para siempre con el negocio de los gerentes de la pobreza, que usan la intermediación de planes como mecanismo recaudatorio y como recurso extorsivo para manipular a los que menos tienen. Por eso llevamos adelante un proceso de auditoría de los planes sociales que arrojó, como sospechábamos, que al menos 52.000 planes Potenciar Trabajo estaban asignados de forma indebida a beneficiarios que no cumplían las condiciones. Planeros VIP que cobraban fraudulentamente sin necesitarlo, muchos de ellos mientras viajaban en avión al exterior, muchos con conexiones espúreas en la política, muchos empleados públicos y cuya eliminación del padrón redundó en un ahorro anual de 43.000 millones de pesos
Por eso también implementamos la línea 134 del Ministerio de Seguridad, que nos ayudó a poner al descubierto el mecanismo perverso que las organizaciones piqueteras usan para llevar gente contra su voluntad a la manifestaciones, bajo amenaza de quitarles el plan. Recibimos cerca de 80.000 llamados que decantaron en más de 1300 denuncias judicializadas y llegamos a descubrir, gracias a este sistema de denuncias, a la cara más oscura de este fenómeno: una banda política en Chaco que explotaba sexualmente a mujeres y arbitraba sus planes sociales.
Estamos terminando con la extorsión de las organizaciones sociales hacia los beneficiarios. Y gracias al protocolo de seguridad, instrumentado por la ministra Patricia Bullrich, estamos terminando también con la extorsión cotidiana que las organizaciones sociales le imponen a la sociedad cada vez que cortan una calle. Siempre lo dijimos: en nuestro gobierno el que corta no cobra.

Pero nosotros tenemos la vocación de proteger lo más posible a las víctimas del sistema empobrecedor que estamos intentando cambiar. Ningún argentino tiene la culpa de que la inoperancia y avaricia de los políticos hayan destruido sus ingresos y menos los más vulnerables. Por eso decidimos terminar con el sistema de intermediación de la asistencia y fortalecer los mecanismos de asistencia directa. En esa línea, hemos duplicado los montos de la Asignación Universal por Hijo, la asignación por embarazo y la tarjeta Alimentar. Hemos también compatibilizado percibir asistencia social con tener un salario de hasta un millón de pesos, para que quienes perciban un plan social puedan reintegrarse, con el tiempo, al mundo del trabajo. También absorbimos funciones que realizaban en forma no auditada sin registro y sin control las organizaciones sociales como es la entrega de alimentos. Ahora sabemos exactamente qué pasa con cada bolso de comida que se reparte.

En materia educativa multiplicamos por cuatro la ayuda escolar para que las familias que se vieron afectadas por aumentos drásticos en este nuevo inicio de clases puedan comprar los útiles y materiales escolares que sus chicos necesitan. Esta medida va a beneficiar a las familias de 7.300.000 chicos, desde nivel inicial hasta el secundario.


En una Argentina donde los chicos no saben leer y escribir, no podemos permitir más que Baradel y sus amigos usen a los estudiantes como rehenes para negociar paritarias con los gobiernos provinciales
Por eso, incluimos en el decreto de necesidad y urgencia a la educación como servicio esencial, lo cual le sacará el arma de la mano a los sindicatos y los obligará a prestar al menos un 70% del servicio educativo durante cualquier huelga.

Siempre dijimos que le pedimos el voto a la gente, no para que nos dé el poder a nosotros, sino para devolvérselo a los argentinos. Esa cruzada empieza por reducir el tamaño del Estado a su mínimo indispensable y purgarlo de privilegios para los políticos y sus amigos. Por eso pasamos de 18 a 8 ministerios y de 106 a 54 secretarías, reduciendo los cargos públicos jerárquicos en más de un 50%. Eso sí es motosierra.


Por eso, también cancelamos la publicidad oficial en medios de comunicación por un año, lo que va a redundar en un ahorro de más de 100 mil millones de pesos, si tomamos como parámetro lo que se gastó el año pasado. Es una inmoralidad que en un país pobre como el nuestro, los gobiernos gasten el dinero de la gente para comprar voluntades de periodistas.

Además, eliminamos agencias de gobierno como el INADI, que además de cumplir el rol de policía del pensamiento, contaba con un presupuesto anual de 2.800 millones de pesos para mantener militantes rentados.


En esta misma línea, vamos a cerrar la agencia Télam que ha sido utilizada durante las últimas décadas como agencia de propaganda kirchnerista.
Redujimos las transferencias discrecionales a las provincias al mínimo, recursos que históricamente se usaron como moneda de cambio para comprar apoyos políticos. Para que dimensionen de qué se trata: si lo actualizamos al valor de hoy el año pasado el estado nacional gastó 5,4 billones de pesos en transferencia discrecionales a las provincias. Tanto yo como en mis funcionarios, viajamos en vuelos comerciales y no en aviones privados, como están acostumbrados a hacer los políticos que tienen una concepción laxa de Para qué sirve un avión sanitario.


Por eso en los próximos días la Administración Nacional de Aviación civil establecerá un nuevo criterio regulatorio para que ningún político ni familiares de políticos puedan usar aviones privados, salvo para cuestiones estrictamente oficiales.


También desde el primero de marzo ningún funcionario que viaje con un pasaje pagado por un organismo público puede acumular millas para viajes personales, un privilegio sin sentido que grafica la perfección el modelo de la casta.


Terminamos también con el festival de los vehículos oficiales que los usaba cualquiera para cualquier cosa, como si un director de recursos humanos necesitara chofer. Todos los ministerios han cumplido con el mandato de decomisar al menos el 30% de su flota.


También eliminamos las SIRAS y licencias no automáticas para las importaciones, de modo tal que le hemos puesto un punto final a la discrecionalidad y al amiguismo. Ahora el que quiere importar lo puede hacer sin preguntarle a nadie. Se acabó la era de las coimas a cambio de permisos de importación.

Por último, firmamos también un mega decreto de necesidad y urgencia para, por primera vez en tres décadas, devolverle la libertad a los argentinos, en vez de cercenarla. En ese decreto estaban incluidos 366 artículos que eliminan o modifican regulaciones que entorpecían la economía, le complicaban la vida a la gente para proteger algún privilegio o agravaban los problemas que pretendían solucionar. Dentro de estas cosas quiero resaltar: liberamos la elección de las obras sociales para que los trabajadores ya no estén presos del sindicato de su actividad y puedan elegir cuál prestador de servicio prefieren.


Derogamos la nefasta ley de alquileres y pasó exactamente lo que dijimos: la oferta de bienes en el mercado se duplicó de diciembre a febrero y en consecuencia el valor en términos reales de los alquileres bajó. Derogamos también la nefasta ley de abastecimiento, que era una herramienta que los políticos utilizaban para extorsionar a las empresas y prohibimos la potestad de la política de prohibir exportaciones. Modernizamos la legislación laboral para facilitar la contratación del empleo registrado, algo que fue combatido por los sindicatos.

Sin embargo, todos estos logros primerizos representan únicamente la superficie de los grandes cambios que venimos a implementar en la Argentina. Para profundizar en nuestra misión de terminar con los privilegios de la política y sus amigos estamos enviando al Congreso un paquete de leyes anti casta del cual quiero compartir con ustedes alguno de sus componentes.


Eliminaremos las jubilaciones de privilegios para Presidente y Vicepresidente. Obligaremos a los sindicatos a elegir sus autoridades a través de elecciones periódicas, libres y supervisadas por la Justicia Electoral, que limitará los mandatos de esas autoridades a cuatro años y establecerá un tope de una sola reelección posible.


Los convenios colectivos específicos que realizan en asociación libre los trabajadores de una empresa o grupo de empresas primarán sobre los convenios colectivos del sector. Vamos a terminar con esa locura de imponerle a la gente las condiciones laborales que define atrás de un escritorio un señor que no trabaja hace 30 años.

Las personas condenadas por corrupción en segunda instancia no podrán presentarse como candidatos en elecciones nacionales. Además, todo ex funcionario público con condena firme en segunda instancia por delitos de corrupción perderá automáticamente cualquier beneficio que tenga por haber sido funcionario.


Reduciremos drásticamente la cantidad de contratos para asesores de los diputados y senadores de la Nación. Ha sido una práctica común de la política que los representantes del pueblo armen pymes de 30 o 40 asesores cada uno, dilapidando los recursos de los argentinos.
Se descontará la jornada del sueldo a los empleados del Estado que no vayan a trabajar por motivo de paro. Y a su vez, eliminaremos el financiamiento público de los partidos políticos: cada partido tendrá que financiarse con aportes voluntarios de donantes o afiliados propios.

Todos los economistas serios del mundo, salvo algunos perros falderos de la política Argentina, coinciden que financiar el tesoro con dinero emitido por el Banco Central genera inflación. Esto no es opinable: financiar el tesoro con emisión está simplemente mal, técnica y moralmente mal. Esto es así porque genera inflación y porque licúa la capacidad de compra de todos los argentinos ¿y para qué? Para poner plata en la mano de la política que no la usan para otra cosa que su provecho personal. Sin embargo en Argentina lo hemos hecho una y otra vez y como resultado somos uno de los países que más inflación ha tenido en la historia moderna. Con nosotros se acaba: vamos a enviar un proyecto al Congreso para penalizar por ley al Presidente de la Nación, al ministro de Economía, a los funcionarios del Banco Central y a los diputados y senadores que aprueben un presupuesto que contemple financiar déficit fiscal con emisión monetaria, para terminar de una vez por todas y para siempre con estas prácticas insostenible moralmente y criminal. Y además propondremos que dicho delito esté a la altura de un delito de lesa humanidad de manera tal que sea imprescriptible, para que tarde o temprano paguen el costo de sus acciones.

Estas son solo algunas de las reformas que vamos a implementar. Avanzaremos ya sea a través de proyecto de ley, de decretos o modificando regulaciones, en el proceso de regulación económica más ambiciosa de nuestra historia; porque si no cambiamos este modelo económico de raíz, la Argentina no tiene futuro.


Sin embargo, todas estas medidas que hemos implementado como también los proyectos de reforma que hemos promovido han sido recibidos con recelo y desconfianza por buena parte de la dirigencia política argentina, por no decir con abierto rechazo. Lo que pasó con el capítulo laboral del DNU y con la ley de Bases y Punto de partida para la libertad de los argentinos, que reflejaban algunos de los cambios los que queremos avanzar, demuestra cabalmente este punto. Una ley que tiene como Norte volver a abrazar el modelo de la Libertad inspirados en las ideas de Alberdi de la generación del 37 que viene a liberar las fuerzas productivas de los argentinos, a devolver libertades, a terminar con privilegios y negocios de la casta, fue manoseada y rechazada por una parte de la clase política que se resiste a cambiar. Porque no debemos engañarnos hay un sector importante en la vigencia política que no quiere abandonar los privilegios del antiguo régimen. Los vimos en las violentas manifestaciones frente al congreso, en las declaraciones de los sindicalistas que se resisten a entender que la Argentina de los privilegios se terminó, en el accionar de diputados que pidieron el voto apoyando el cambio, pero que pretendieron traicionar su mandato mientras nadie veía. Lo vimos también en la reaparición de los jinetes del fracaso como Sergio Massa, Pablo Moyano, Juan Grabois y Máximo Kirchner. Incluso con la reaparición de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner que ha sido responsable de uno de los peores gobiernos de la historia.


Pero también lo vimos con periodistas, que frente a la decisión de terminar con la pauta oficial han decidido salir a defender sus privilegios de manera descarnada, llegando a caer en delitos de calumnia e injurias y mentir de manera depravada. Lo vimos también en gobernadores a los que sólo les importa asegurarse la caja para poder seguir con la fiesta del gasto público, la pauta oficial, los recitales de artista con alto cachet y dudosa calidad, los aviones privados y tantos otros vicios a los que nos tienen acostumbrados los políticos hace décadas. Evidentemente hay muchos actores del establishment político y económico del país que no quieren dejar atrás la Argentina del fracaso; algunos por miedo al cambio, otros porque son los beneficiarios de este antiguo régimen. Es importante que la sociedad comprenda que fue la resistencia de gran parte de la política a renunciar a sus privilegios lo que boicoteó la ley, como quedó de manifiesto cuando hubo 142 votos rechazando el artículo de la eliminación de los fondos fiduciarios. Durante todo el proceso de negociación para la sanción de la ley se puso en evidencia un sector de la clase política que no entiende el momento histórico, ni para qué nos eligió la gente. Nosotros no vinimos a jugar el juego mediocre de la política, no vinimos a prestarnos al toma y daca de siempre, a emular esos políticos que supeditan sus proyectos al intercambio de favores, cargos y negocios. No vinimos a hacer más de lo mismo. Vinimos a cambiar el país en serio. Por eso, antes que aprobar un proyecto vaciado de contenido preferimos retirarlo. No negociamos el cambio y vamos a cumplir la promesa que le hicimos a la sociedad, con o sin el apoyo de la dirigencia política. Lo haremos con las herramientas que nos puedan brindar o lo haremos únicamente con los resortes legales del Poder Ejecutivo, como venimos haciendo hasta ahora. Porque nosotros cuando nos encontramos con un obstáculo, no vamos a dar marcha atrás, vamos a seguir acelerando.

Ahora, la realidad es que hoy nos encontramos frente a un punto de inflexión. La crisis que hemos caracterizado es mucho más profunda que simplemente material: es una crisis de horizonte porque todo lo que hemos probado los argentinos los últimos 100 años ha fracasado. Ya no quedan opciones: la conclusión lógica es que la única alternativa posible es hacer algo diametralmente distinto o lo que se ha hecho en el pasado. Eso es lo que estamos intentando hacer nosotros: volver a las bases volver a las ideas que hicieron grande a este país. Sin embargo, nos hemos encontrado con una resistencia indeclinable a realizar cualquier cambio. Hemos encontrado una voluntad por construir cualquier reforma. Todo atisbo de cambio que implique un sacrificio para la clase política ha sido rechazado. Algunos porque no lo entienden la gravedad de la situación en la que nos encontramos y se aferran a tradiciones pasadas que solo han producido fracasos y otros que se resisten a perder sus privilegios, sus negocios o su comodidad. Esto nos deja de frente a dos escenarios posibles: el primero es el camino en el que estamos inmersos, el camino de la confrontación, el del conflicto. Ese no es el camino que elegimos y lo hemos demostrado, haciendo el intento de enviar a esta honorable casa un ambicioso proyecto de ley, con la expectativa de que fuera acompañado. Ahora, si bien no elegimos el camino de la confrontación, tampoco le escapamos. Porque sabemos desde el día que decidimos meternos en política quedar esta pelea no iba a ser fácil. Quiero decirles, sin embargo que si eligen el camino la confrontación, se encontrarán con un animal muy distinto al que están acostumbrados. Porque a diferencia de algunos de los que están acá o de quienes nos miran desde su provincia, la política para nosotros no es un fin en sí mismo. No vivimos por la política, no vivimos de la política, no tenemos ambición de poder. Lejos de todo eso, lo único que tenemos es sed de cambio.


Nosotros no tomamos decisiones pensando en nuestra carrera política. Nosotros vinimos enarbolar las banderas de la libertad, con plena conciencia de que íbamos a tener que pagar los costos de la fiesta obscena que muchos de ustedes realizaron. Porque lo que nos mueve a nosotros no es el poder por el poder mismo, sino nuestra causa sagrada: la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada de los argentinos.
No buscamos ni provocamos la confrontación, no queremos discutir el pasado. Venimos a plantear una agenda de futuro, porque como dice el refrán “El Secreto del cambio es concentrar toda tu energía, no en luchar contra los viejos, sino en construir lo nuevo”.


Nosotros venimos a poner nuestra energía en construir lo nuevo, pero quiero decirles a todos los que están acá y a quienes nos están mirando que si lo que buscan es el conflicto, conflicto tendrán.
Porque a diferencia de algunos de ustedes, que están pensando en su próxima elección o en sus propios intereses, nosotros solo pensamos en defender la causa de la Libertad, en reconstruir nuestra Nación y en brindarle un futuro de prosperidad a nuestros hijos a cualquier precio.

Sin embargo, la confrontación no es el camino que queremos ni el que elegimos hay otro camino posible, un camino distinto, un camino de paz y no de confrontación; un camino de acuerdo y no de conflicto. Acuerdo sí no el consenso contra el cambio.


Debo ser honesto en decirles que no tengo demasiadas esperanzas de que tomen este camino. Creo que la corrupción, la mezquindad y el egoísmo están demasiado extendidos. Pero si bien no tengo demasiadas esperanzas, tampoco las he perdido. Es más, quiero que me demuestren que estoy equivocado, quiero desafiarlos a que demuestren que la política puede ser más que lo que es, que podemos aspirar a ser mejores, que demuestren a que a pesar de nuestras diferencias podemos anteponer los intereses de la nación a los miserables intereses electorales. Por esta razón y con el deseo de estar equivocado en mi desconfianza hacia muchos de ustedes, es que quiero aprovechar esta ocasión para extenderles una invitación. Hoy, en la primera apertura de sesiones de nuestra administración, quiero convocar tanto a gobernadores como expresidentes y líderes de los principales partidos políticos, a que depongamos nuestros intereses personales y nos encontremos el próximo 25 de mayo en la provincia de Córdoba para la firma de un nuevo contrato social llamado pacto de mayo: un contrato social que establezca los 10 principios del nuevo orden económico argentino.
De esta manera, espero que podamos dejar atrás las antinomias del pasado, abandonar las recetas del fracaso y volver, tal como hicieron nuestros padres fundadores hace más de 200 años, a abrazar de una vez y para siempre las ideas de la libertad. Ese pacto de mayo tendrá por fin establecer las 10 políticas de Estado que el país necesita para abandonar la senda del fracaso y comenzar a recorrer el camino de la prosperidad. Esas 10 políticas de Estado son: uno, la inviolabilidad de la propiedad privada; dos, el equilibrio fiscal innegociable; tres, la reducción del gasto público a niveles históricos en torno al 25% del PIB; cuatro, una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio; cinco, rediscutir la coparticipación Federal de impuestos y terminar para siempre con el modelo extorsivo actual; seis, un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país; siete, una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal; ocho, una reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron y aporten y permita a quienes prefieran suscribirse un sistema privado de jubilación; nueve, una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados; diez, y por último, la apertura de comercio internacional de manera que la Argentina vuelva a ser un protagonista del mercado global.

Estas 10 ideas, que son las bases del progreso de cualquier nación, podrán sentar las condiciones del crecimiento argentino por los próximos 100 años, para que una vez más Argentina sea un faro de luz para occidente.


Toda la política está convocada a acompañarnos. No nos importa quienes sean, de donde vengan, ni qué de ideas hayan defendido. Para mostrar el compromiso del gobierno de avanzar en esta dirección, he instrumentado al Jefe de Gabinete, al Ministro de Economía y al Ministro del Interior a que, como primer paso antes de firmar el Pacto de Mayo, convoque a los gobernadores de todas las provincias argentinas a la Casa Rosada para firmar un preacuerdo y sancionar tanto la ley bases como un paquete de alivio fiscal para las provincias.


Sancionadas ambas leyes, como muestra de buena voluntad, podremos empezar a trabajar en un documento común basada en estos 10 principios esbozado previamente, para así el 25 de mayo de este año reunidos en la Docta, podamos dar inicio a una nueva época de gloria para nuestro país.

Esta es la oferta que nosotros ponemos sobre la mesa: quedará en ustedes y en el resto de la dirigencia argentina saber aprovechar la oportunidad de cambiar la historia; o de lo contrario pretender continuar por este camino de decadencia, por el cual nos han traído ese día. Veremos quiénes están sentados en la mesa trabajando por los argentinos y quienes pretenden continuar por este camino de servidumbre. Quiero ser claro acerca de la naturaleza de esta convocatoria: nuestras convicciones son inalterables. Ordenaremos las cuentas Fiscales de la Argentina con o sin la ayuda del resto de la dirigencia política. Pero si el resto de la política acompaña, lo haremos más rápido y mejor, con menor costo social y mayor costo para quienes viven de este sistema. Si el resto de la política acompaña las reformas que implementaremos tendrán un carácter más duradero y en consecuencia, generarán mayor seguridad para los actores económicos locales y extranjeros, lo cual redundará en acelerar el crecimiento económico, la caída de la pobreza y la mejora del bienestar.


Este momento histórico no es para cualquiera. No es para dirigentes que especulan políticamente, no es para quienes piensan que gobernar es un concurso de popularidad, no es para los que quieren mantener sus privilegios a costa de un país quebrado y no es para almas bellas, para los cuales las formas o las comas en un texto pesan más que la voluntad de cambio. Es para hombres o mujeres de Estado, para patriotas, para aquellos que piensan en la historia, que están dispuestos a arriesgarlo todo en beneficio de la Nación, porque arreglar este país requiere de enormes sacrificios.

Nosotros no gobernamos para ser populares. La búsqueda de popularidad es un mal consejo para un líder. Es esa brújula la que empujó a los gobiernos de los últimos 20 años a postergar medidas que si bien eran difíciles, eran también necesarias. Nosotros no escuchamos esos cantos de sirena, no gobernamos para ser populares ni hoy ni mañana. Gobernamos para todos los argentinos, incluso para los argentinos que aún no nacieron. Para que algún día, dentro de 30 años, cuando la Argentina sea una potencia mundial, las generaciones futuras miren para atrás y digan “fue ahí, en la Docta, nuestra querida provincia de Córdoba que comenzó el camino a la prosperidad”.


Por eso tenemos la mano firme, porque tenemos el rumbo claro. Por eso, también aceptamos pagar todos los costos políticos para lograr esos cambios, inclusive costos políticos que no nos correspondan. Porque si el precio de arreglar este país es caer al ostracismo, allí me encontrarán con orgullo, porque para nosotros no hay nada más sagrado que la lucha por la libertad.

Miro a la Argentina y veo un país con todo por hacer, un país rico en recursos naturales, rico en capital humano y con un espíritu hambriento de prosperidad, pero encerrado, encorsetado y reprimido por un modelo que solo puede conducir al fracaso. Nosotros vinimos a devolverle la libertad a los argentinos, porque solo una sociedad libre puede progresar. Solo una sociedad dinámica, que trabaja, que emplea, que comercia, que produce, que importa, que exporta, sin que nadie le diga que ni cómo puede prosperar. Solo siendo una sociedad libre podemos aprovechar como nación los dones naturales que Dios nos ha concedido. Miro a la Argentina hoy, tengo la certeza de que con las ideas de la libertad como faro este país aún tiene todo para retomar el camino de la prosperidad. Para eso gobernamos, para volver a hacer de la Argentina una de las grandes naciones del mundo líder y referencia de la región, una potencia productiva agrícola energética comercial marítima y tecnológica, llena de vida, voraz por poblar los rincones de la patria con el espíritu de frontera que alguna vez nos caracterizó. Ese es el país con el que sueño y para el que gobierno.

Para concluir este mensaje, a los gobernadores, los dirigentes, los distintos partidos del sistema político, y a los diputados y senadores que se encuentran aquí presentes, hoy les digo, están ante un momento bisagra en la historia Argentina. Pueden aferrarse a un sistema injusto del cual la gran mayoría de la sociedad es víctima, o bien pueden dejar sus intereses particulares y prejuicios ideológicos de lado, colaborar con nuestra misión del cambio, ayudarnos a transformar el país y pasar a la posteridad como patriotas. Si eligen estar a la altura de las circunstancias y presentarse en Córdoba para firmar el Pacto de Mayo, tanto yo como el pueblo argentino reconoceremos ese gesto como un acto de humildad y valentía, y una señal clara de que podemos trabajar juntos sin rencores. A los argentinos les pido solo una cosa, paciencia y confianza. Falta un tiempo para que podamos percibir el fruto del saneamiento económico y de las reformas que estamos implementando. Es más, todavía no hemos visto todos los efectos del desastre que heredamos, pero estamos convencidos que vamos por el camino correcto porque por primera vez en la historia estamos atacando el problema por su causa, el déficit fiscal, y no por sus síntomas. Por eso les pido paciencia y confianza, porque por más oscura que sea la noche, siempre sale el sol por la mañana.


El rey Salomón le pidió a Dios sabiduría para distinguir el bien del mal, coraje para elegirlo y templanza para mantenerse en ese camino. Yo le pido lo mismo para mí y para todos los aquí presentes. De esta manera quedan inauguradas las sesiones ordinarias número 142 del honorable Congreso de la Nación. Que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchas gracias y viva la libertad, carajo...viva la libertad, carajo...viva la libertad, carajo.