Se conocieron en 1975. Ella tenía 17 y él 18. Los presentó un amigo en común, y con el tiempo esa relación se convirtió en un gran amor, recuerda la protagonista de esta historia, María Mercedes Leal. Ahora, con 65 años, rememora cada detalle de aquella primera conexión amorosa con Rubén Otto Mendivil, que entonces era cabo del Ejército Argentino.

Después de dos años de noviazgo, Rubén llegó a la casa de María Mercedes para hablar con sus padres. Le dijo que en un futuro quería casarse con ella. Le dieron el ok. Pero por esas cosas del destino, dejaron de verse. “A él lo trasladaron a Junín de Los Andes (Neuquén) y yo me quedé en Tucumán”, detalla la mujer, que vive en Tafí Viejo.

En ese tiempo no existían WhatsApp ni Facebook. Había que escribirse por carta. Un año después del traslado de Rubén, dejaron de tener contacto. “Nos separamos. Él hizo su vida y yo la mía. Pasaron los años. Me casé y él también. Armamos nuestras familias. Los dos tuvimos cinco hijos. Luego, me divorcié y él, igual”, cuenta.

Mari nunca se olvidó de su primer amor ni de aquel revoloteo de mariposas en su estómago cuando estaba con él. El 2 de octubre de 2021, a las 15 horas en punto, recibió un mensaje inesperado, que la dejó en shock. Después de 43 años sin saber nada de él, Rubén le había escrito. Quería volver a verla.

Fue cosa del destino. “O porque donde hubo fuego, cenizas quedan”, aclara. “Rubén pudo encontrar un amigo que le dio detalles de mi vida, y así me contactó”, explica la tucumana.

“Nuestro encuentro fue como aquel primer día que nos conocimos. Fue como si toda la vida hubiésemos estado juntos; ese amor de aquellos años estuvo intacto todo este tiempo. Estamos muy enamorados”, resalta.

Viaje soñado

Pocos meses después de haberse reencontrado, Rubén se arriesgó y le propuso dejar todo para vivir con ella. Mari aceptó. El dejó su vida en Mendoza y juntos se instalaron en una casa de Tafí Viejo, detalla Leal, mientras cuenta que en estos días se encuentran haciendo realidad otro sueño pendiente: recorrer juntos el sur del país. Pasaron por San Martín de Los Andes, Villa La Angostura, Bariloche, Perito Moreno y El Chaltén, entre otros sitios.

Mari está convencida de que el amor existe, y que ella y Rubén estaban hechos el uno para el otro. “Eso nos ayudó a estar juntos de nuevo”, sostiene. Lo que siempre amó de él, que es atento, caballero y buena persona, está intacto, describe. “Nos queremos como si tuviéramos 17 años”, concluye, segura de que  cuando alguien está destinado a amar a otra persona tarde o temprano eso llegará

La tecnología y el amor

Reencontrarse con un primer amor es un fenómeno de todas las épocas. La diferencia es que ahora la tentación de volver a ver al otro está a un click de distancia. Antes había que emprender una búsqueda importante para rastrear a esa persona.

Por estos días, gracias las nuevas tecnologías no son pocos los que deciden reencontrarse con historias de la adolescencia.

Silvia Ortiz puede dar fe de esto. A ella le llegó una solicitud de amistad por Facebook después de 45 años. “Vi el nombre y el apellido. Al principio dudé. Le pregunté si era él, mi primer novio, y me contestó que sí”, recuerda la mujer, que ahora tiene 60 años.

El que esperaba que ella confirmara el acercamiento virtual era el también autor de su primer beso, ese del que ella no se olvida, aunque hayan pasado más de cuatro décadas.

Se habían conocido cuando Silvia tenía 13 años y Guillermo 15. Ambos cursaban en un instituto para aprender italiano en San Salvador de Jujuy.

“En esos años todo era muy distinto. Los noviazgos eran más inocentes. Recuerdo que me pedía permiso para tomarme de la mano. Nos veíamos 15 minutos antes de entrar a clases”.

Estuvieron juntos, entre idas y vueltas, por dos años. Silvia no se acuerda por qué se terminó esa relación. No hubo una pelea ni un motivo de separación. Simplemente, dejaron de verse. Se cruzaron un par de veces. “Yo sabía que él se había casado; tuvo cuatro hijos, después enviudó”, relata Silvia. Ella, por su parte, fue mamá de dos hijos.

Luego de aceptarlo en las redes sociales, empezaron a chatear. “Hicimos un raconto de nuestras vidas en cinco minutos. Demoramos tres o cuatro meses en reencontrarnos”, cuenta.

Un día ella, que es periodista, llegaba a la radio donde trabaja y Guillermo la estaba esperando en la puerta. “Fue emocionante ver a alguien después de tantos años. No podía creer que era él, mi amor adolescente”, exclama Silvia, que aparece en la foto junto a Guillermo.

Cerrar un ciclo

La periodista está convencida de que ella y el “Rubio” (así le dice desde que tiene 13 años) estaban destinados a estar juntos. “Una compañera me hizo la carta astral poco tiempo antes de volver a verlo y me advirtió que aparecería alguien en mi vida, una persona que venía a cerrar un ciclo. Definitivamente, eso fue”, confiesa.

“Hoy nos estamos conociendo. Llevamos dos años y siete meses de novios. Es lindo sentirnos acompañados. Nos reímos mucho juntos”, sostiene. También atesoran los recuerdos del pasado. Él tiene un libro que ella le regaló. Ella es la que siempre trae a colación las anécdotas. Por ejemplo, jamás olvidará una tarde de tormenta que el “Rubio” la estaba esperando a la salida del instituto con un paraguas y una campera para protegerla.

“Es hermoso volver a enamorarse y a encontrarle sentido a todo.  Evidentemente nunca nos olvidamos el uno del otro. Hoy nos conocemos en otra etapa de nuestras vidas y es lindo darse otra oportunidad, sentir admiración el uno del otro, elegirnos todos los días, compartir y seguir creyendo en el amor”, relata Silvia. Antes de terminar la entrevista, tiene algo que decir: como ella nunca se casó y es algo que soñaba desde los 13 años, ahora piensa hacerlo realidad.

Inolvidable

Solemos pensar que no hay nada como el primer amor. Seguramente hemos tenido relaciones muy significativas, pero para muchas personas ese sentimiento inicial es inolvidable. No importa el tiempo que haya pasado ni qué tan extenso haya sido ese vínculo.

El psicoanalista Gabriel Artaza Saade nos explica: “el primer amor siempre es tóxico, en el sentido de que es excesivo ya que es el primer sustituto del vínculo primario del niño con su madre”.

“Esa fusión que muestran los adolescentes de forma simbiótica y aparentemente indisoluble con el otro, es una ilusión propia del enamoramiento. Pero es un engaño necesario, al comienzo de un vínculo para poder construir una relación”, remarca el especialista, que también es escritor.

Para entender por qué estos primeros amores son tan únicos no sólo hay que ver nuestros corazones, sino también el cerebro. La BBC ha publicado recientemente una investigación realizada por Catherine Loveday, profesora de Neuropsicología en la Universidad de Westminster, quien se dedicó a analizar los recuerdos de las personas a lo largo de toda su vida. “A menudo, el primer amor ocurre en la adolescencia, el momento en el que los recuerdos se fijan con más fuerza. Entrevisté a personas de entre 80 y 90 años y algunos de sus recuerdos más importantes son sobre esas primeras relaciones”, agrega la experta.  

“El cerebro está en su mejor momento para registrar información: cuando estamos en ese punto, podemos formar recuerdos muy, muy claramente. Además, el cerebro registra mejor cualquier cosa que sea altamente emocional: si algo sucede por primera vez o tiene un nivel muy alto de recompensa o incluso un alto nivel de dolor, nuestro cerebro dice: ‘Necesito recordar eso’, y los primeros amores tienen todo eso en abundancia”, detalla.

Emociones intensas

Ya sea una alegría vertiginosa o un desamor aplastante, las emociones asociadas con el primer amor pueden ser increíblemente intensas. Según el artículo de la BBC, la neurocientífica sostiene que, particularmente en la pubertad, estos sentimientos profundos son impulsados por un cóctel químico que actúa en nuestros cuerpos y cerebros.

“Enamorarse por primera vez es, probablemente, una de las experiencias más importantes porque tiene cualidades distintas a las relaciones anteriores: tenemos que aprender a confiar en alguien fuera de nuestro círculo más cercano”, dice la especialista.

Los seres humanos sobreviven gracias a las relaciones. Y  estos romances tempranos no solo son significativos, sino fundamentales, según la neuropsicología. Un amor que nos puede marcar para toda la vida y que -gracias a la tecnología- puede regresar en cualquier momento.