Cartas de lectores
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26 Febrero 2023

El otro Maradona

Dice el Dr. Jorge Tartaglione en su obra “Héroes argentinos”: “El derrotero de la medicina esta plagado de hombres y mujeres que han dado todo por otros seres”. Pues bien, él no fue un Favaloro con su By Pass, ni un Julio Palmaz con su Stent, ni un Liotta con su corazón artificial, pero sí fue él un auténtico médico rural, filántropo, humanista y con una entrega total de cuerpo y alma a su comunidad, tanto que se consagró al 4 de julio, su fecha de nacimiento, como el Día Nacional del Médico Rural en la Argentina. Llegó a este mundo en Esperanza ( provincia de Santa Fe) en 1895 en el seno de una familia patricia sanjuanina, y fue el noveno de 14 hermanos. Con mucho mérito, modestia y justeza económica estudio en la Facultad de Medicina de la UBA y una vez recibido debió vivir en el Paraguay durante la guerra del Chaco. Regresó a nuestro país en 1935 y estableciose de casualidad, porque le rogaron que atendiera de urgencia un parto, en un pueblito llamado en ese entonces Guaycarú (hoy Estanislao del Campo) que quedaba a 200 km de la ciudad de Formosa. Allí se quedó por más de medio siglo y fue el médico de ese inhóspito paraje, habitado por Tobas, Mocovíes y Matacos con los que tuvo que ensayar su austeridad, su sencillez, generosidad y empatía para poder convivir y brindarles toda su sapiencia e inteligencia. En esa pequeña localidad vivió y a ella se consagró como un verdadero altruista, ejerciendo la profesión médica en un páramo. Seguro asistió allí a chagásicos, leprosos, baleados, parturientas, engangrenados y palúdicos con los escasos recursos que contaba pero con un corazón inmenso, generoso y amigo hasta de acompañarlos en sus reclamos ya que eran comunidades sumergidas en la pobreza. Los aborígenes de la zona lo llamaban Pignak que en lengua “pilagá” significa el Dr. Dios, sabio u hombre sublime: veían en él al ser solidario que trabajó para mejorar su calidad de vida. Se negó a recibir una pensión vitalicia que le iba a otorgar el gobierno de Formosa (¡Tenía su dignidad!) sosteniendo que: “Curar, educar y ayudar a los indígenas era una obligación moral que se le debía a la patria y a la humanidad”. Diría, poco antes de morir: “Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, este es bien limitado, yo no he hecho más que cumplir con el clásico juramento hipocrático de hacer el bien a mis semejantes”. Austero, abnegado y sacrificado, un gran ejemplo para nosotros. Si uno dice el apellido Maradona, en todo el planeta se piensa en lo mismo: Diego, fútbol, gloria y fama, y eso esta bien. Pero había otra persona en la Argentina que compartía con él su mismo apellido y que valía la pena resaltar. Otra historia... la de Esteban Laureano Maradona: un médico rural.

Juan L. Marcotullio                            

Candidatos a las elecciones

En este año eleccionario, sería bueno que comencemos desde temprano a observar a los candidatos, para no llegar al día de las elecciones y elegir al primero que se nos venga a la cabeza. Cuando digo “observar” me refiero a la vida pública de los candidatos, no a su vida privada, ya que esto poco y nada nos debería interesar. No obstante, los griegos de la antigüedad aconsejaban que quien mandara en la ciudad fuera un hombre excelente, eximio (o sea, ilustre, notable), sabio y con muchas más virtudes que las mencionadas. ¿Cómo poder descubrir en estas personas sus cualidades? Esto no es un trabajo fácil, pero tampoco imposible. Por ejemplo, una de las virtudes que se les debe exigir es que sepan hablar bien, pronunciando con claridad sus mensajes para que sean interpretados “de una” -como dicen hoy los chicos- al escucharlos. “Quien anda mucho y lee mucho, sabe mucho”, dice el Quijote de la Mancha. Y eso es indiscutible. Para ser un buen escritor u orador, se debe ser un muy buen lector. Mucho más, para ser conductor, cabeza u órgano de un gobierno. Y el que sabe hacer el bien, difícilmente sea malo como funcionario. Hace unos días, escuchaba a uno de ellos, que por televisión, decía: “Tenemo que agradecer a lo ocupante de lo distinto espacio de la comunidad…”. Evidentemente, muy poco lector el hombre, ya que con ese léxico no hace más que promocionar al “Oficial Gordillo”, que no necesita de su auxilio promocional. Más allá de nuestra idiosincrasia, está la ética de quien se autodenomina representante del pueblo y se candidatea para llevar las riendas de una nación o un pueblo como el nuestro, consumido por la pobreza, la violencia social e innumerables males más.

Daniel E. Chávez                                    

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