Un día peronista que incomoda al oficialismo

Un día peronista que incomoda al oficialismo

La de hoy es una fecha festiva para el calendario peronista. El 24 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón triunfaba en los comicios presidenciales que habilitarían el retorno a la institucionalidad después del golpe de estado del 4 de junio de 1943. El peronismo nació el 17 de octubre de 1945, en la inédita y multitudinaria movilización a Plaza de Mayo en reclamo de la libertad del entonces coronel (hasta una semana antes, él se había desempeñado como secretario de Trabajo, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación). La votación celebrada un día como hoy, de hace 77 años fue el bautismo electoral de ese movimiento.

La jornada, sin embargo, pasará con más pena que gloria para el peronismo argentino. Porque aquella historia no sólo contrasta con la actualidad del oficialismo. También la desautoriza.

La pesada herencia

Perón hereda una inédita república de masas, que comienza a gestarse en la década anterior a su llegada al poder, producto de un incipiente proceso de industrialización. La novedad llega de la mano de la crisis social y económica de los protagonistas de ese cambio.

El filósofo José Pablo Feinmann describe que la II Guerra Mundial alienta las exportaciones de agroalimentos, pero interrumpe las importaciones, así que el país debe abastecerse a sí mismo de insumos y productos: la “sustitución de importaciones”. Crecen las fábricas, el empleo y la migración del campo a las urbes. “Los peones del interior hacen su bagayito y se van para la ciudad. Llegan y encuentran trabajo. (…) Nacen las primeras villas miseria. Pero son fruto de un desarrollo que beneficia a los nuevos obreros. Ya tienen trabajo, pronto tendrán hogar. Por ahora, la villa. Pero hay un horizonte”, sintetiza. (Planeta, 2010, páginas 26-27)

Aunque esto ocurría desde 1935, esos obreros, dice Feinmann, “apenas sabían que había, para ellos, sindicatos. Que tenían derechos políticos. Que deberían votar. Nada de eso los atraía. No encontraban ‘dónde’ poner esas cosas. No encontraban un partido político que los convocara, que supiera hablarles. (…) Tampoco la palabra ‘líder’ les era cercana. Eso fue, sin embargo, lo que encontraron: un líder. También el líder los encontró a ellos. Porque los buscó”.

La simiente del peronismo, entonces, es la de un estadista lanzado a interpretar la situación, las necesidades y la circunstancia de una masa enorme de argentinos.

A contramano, el Gobierno actual les explica a los argentinos que la crisis que dicen sufrir es pura responsabilidad de la mala manera de pensar del pueblo. “Gran parte de la inflación es autoconstruida, está en la cabeza de la gente; la gente ve en el diario que va a subir el combustible y entonces empieza a aumentar por las dudas”, aseveró Alberto Fernández.

Después de que el Indec informara que la inflación de enero fue del 6%, la vocera Gabriela Cerutti explicó que la crisis no existe. “Por los los focus que recibimos, la gente percibe que ellos en su vida individual están mejor, pero que todo el mundo está mal. O que toda la situación está mal. Esto es una construcción, no es algo que tiene que ver con la vida cotidiana. Este 'todo está mal' tiene que ver con un sector de Juntos por el Cambio y de las corporaciones mediáticas que necesitan que esté todo mal porque la derecha crece en el odio”, explicó.

Costo y ganancia

En el contexto que precede su llegada al poder, Perón asume que está “todo mal” en la vida de los “laburantes” argentinos. Y lo hace leyendo informes encargados por “la oligarquía”.

En “Cuando los trabajadores salieron de compras” (Siglo XXI Editores, 2020, páginas 19-20) Natalia Milanesio narra que a principios de los 40, la Corporación para la Promoción del Intercambio, integrada por las firmas industriales más importantes de la Argentina, contrató a la Armour Research Foundation para una investigación sobre la industria nacional y las perspectivas de desarrollo. “Su hallazgo más importante fue el reconocimiento de los bajos salarios de los trabajadores. Entre 1937 y 1939, un obrero argentino ganaba la mitad que su par inglés y un tercio de lo que un trabajador norteamericano”, documenta.

Menos de una década después, “en 1947, el periódico ilustrado ‘Ahora’ proclamaba: ‘La Argentina es el país donde la vida cuesta menos y el obrero gana más’”. ¿Qué había pasado en el medio? La gestión de Perón como funcionario del gobierno de facto del GOU.

El 11 de enero pasado fue noticia que el salario mínimo vital y móvil (el “piso salarial”) de la Argentina es el segundo entre los más bajos de América Latina: sólo en Venezuela están peor.

El primer desafío

En “Los cuatro peronismos” (Edhasa, 2015, página 78), Alejandro Horowicz da cuenta de que el golpe de estado de 1943, desde la perspectiva de los militares, enfrentaba dos desafíos. El primero era una cuestión de “política exterior”. Consistía en que la Argentina no se alineara con los Aliados en contra del Eje (conducido por Alemania) en la II Guerra Mundial. Los oficiales germanófilos demandaban que el país mantuviera su neutralidad y Ramón Castillo la garantizaba; pero no así su elegido para sucederlo. Robustiano Patrón Costas “era un terrateniente norteño y pro norteamericano”, describe el autor.

Para 1944, esa “neutralidad” era insostenible: ya se sabía que Alemania estaba perdida. A comienzos del año siguiente, el GOU debió aceptar lo inevitable y el entonces presidente de facto, Edelmiro Farrell, declaró la guerra al Eje a escasas semanas de la rendición germana.

Perón no se ató a los preceptos originarios del GOU. Su camino hacia el poder supuso, según define Horowicz, “la fragmentación de los viejos nacionalistas, antiyanquis a fuerza de probritánicos”. (Página 85). Esta definición se entiende mejor (reveladoramente mejor) a la luz de “Historia del Peronismo”, de Hugo Gambini, en su tomo “El poder total. 1943-1951)”.

Gambini atribuye el enfrentamiento entre Perón y la embajada de EEUU, en la figura de Spruille Braden, a la “torpeza” de los diplomáticos del norte y a la viveza del líder austral. Sostiene el historiador y periodista que Perón, tras el 17 de octubre, ya no quería enfrentamientos con los estadounidenses, hasta el punto de que había redactado un documento de acercamiento. Pero lo “demoraba” por los trascendidos de que la Casa Blanca denunciaría su presunta “filiación” con el régimen nazi. El 15 de enero Washington desmintió los rumores y Perón publicó el documento. Pero días después, la embajada de EEUU publicó el “Libro Azul” con todas las acusaciones, lo que enfureció al “Pocho”… hasta que “advirtió que era una ventaja haber sido atacado por un gobierno extranjero y prefirió sacar provecho de la situación”, describe Gambini.

El contraste lo dio Gran Bretaña. Los comicios en los que triunfó Perón fueron programados para el 24 de febrero de 1946 por sugerencia de Londres. Iban a ser el 7 de abril, pero el ministro de Asuntos Exteriores, Ernest Bevin, citó el 1 de noviembre al embajador Miguel Ángel Cárcano, cercano a Perón, para insinuarle que le convenía adelantar los comicios si quería aprovechar los efectos del 17 de octubre, antes de que se diluyeran. El 14 de noviembre Farrell adelantó 40 días las elecciones (decreto 28.959/45)”, detalla el escritor.

En sus orígenes, el peronismo era pro-occidental, no quería peleas con EEUU y atendía la “realpolitik” del imperio del Reino Unido de la Gran Bretaña. Nada parecido a la identificación actual con China, Rusia, Nicaragua, Cuba e Irán.

La insinuación imperial

El aconsejamiento inglés fue determinante. Perón estaba en desventaja respecto sus competidores: la Unión Democrática reunía al radicalismo, al socialismo, a la Democracia Progresista y al comunismo. Como si no bastasen sus aparatos electorales, la coalición estaba subvencionada por la Sociedad Rural, la Unión Industrial y la Bolsa de Buenos Aires. (página 97)

Contra esas adversidades, Perón se impuso en las que tal vez hayan sido las elecciones más transparentes de la historia de este país. Así lo reconocieron públicamente desde el socialista Nicolás Repetto hasta el comunista Rodolfo Ghioldi, pasando por el radical Elpidio González.

El peronismo no nació haciendo trampas o fraudes, ni dando bolsones o acarreando votantes.

El segundo desafío

El segundo desafío que afrontaba el GOU, según desarrolla Horowicz, tenía que ver con la aversión de los golpistas por el socialismo. Y el bando aliado incluía tanto a los EEUU como a la URSS. “La nueva situación entre el capitalismo y el socialismo ponía en entredicho a la sociedad argentina en términos políticos. Es decir, ponía en entredicho al Ejército”.

Justamente, al lado de la “política exterior” del GOU, hay un capítulo de “política social”, destinado a evitar que la prédica socialista se encarne en los trabajadores argentinos. Esa “política social” está dirigida a “la legalización del movimiento obrero (ilegal desde siempre). En suma, a reconocer que en la república burguesa los proletarios eran ciudadanos y que los ciudadanos decidían a condición de que votaran la república burguesa”. (páginas 83-84)

El sinónimo de esa “política social” es Perón, desde mucho antes de ganar las elecciones. Los datos que compendia Félix Luna a lo largo de “El 45” (Sudamericana, 2012) lo exponen.

Desde la Secretaría de Trabajo, Perón, con el apoyo de los gremios había empezado a desarrollar gran parte del programa sindical histórico: se crearon los tribunales de trabajo; se sancionó el Decreto 33.302/43 extendiendo la indemnización por despido a todos los trabajadores; más de 2 millones de personas fueron beneficiadas con la jubilación. En 1944 fueron firmados 123 convenios colectivos que alcanzaban a 1,4 millón de empleados; y en 1945, otros 347 acuerdos para 2,2 millones de trabajadores. También se creó y se universalizó el aguinaldo.

Perón primero construyó poder, luego llegó al gobierno. Alberto Fernández hizo lo contrario. Llegó al Gobierno, con el poder prestado del kirchnerismo. Y una vez en el cargo, nada construyó.

En el Gobierno del Presidente desautorizado por la Vice, que a su vez se esfuerza por pretender que ella, paradójicamente, no forma parte del Gobierno, este día va a ser tan incómodo…

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