Arabia Saudita se ganó el derecho de exigir un documental con su hazaña

Arabia Saudita se ganó el derecho de exigir un documental con su hazaña

Arabia Saudita se ganó el derecho de exigir un documental con su hazaña

Lo impensado acaba de suceder. Argentina pierde con Arabia Saudita. Su récord de 36 partidos invicto se desintegra ante el rival menos pensado, en el momento menos pensado y en la competencia menos pensada: en su debut en el Mundial de Qatar 2022. Lo imposible cambió a posible y la marea de hinchas verdes regala una última sinfonía ante la mayoría albiceleste pasmada y sin reacción hasta para darse una cachetada. El grueso de las 88.000 almas presentes en el estadio de Lusail no sabe cómo hacer para despertar de la pesadilla.

En las gradas, los sauditas estaban en otra, exultantes porque el cielo bajó hasta su tierra y se anotaron la victoria más sabrosa ante uno de los candidatos a ganar la Copa, ahora en posición de jaque mate. O le gana a México y a Polonia o armamos las valijas y volvemos a casa.

Khaled grita de una manera tan desaforada que apenas le queda un resto para deletrearme su nombre y para confesarme. “Yeah, finalmente pudimos derrotar a Argentina. El sueño se hizo realidad, yeahhhh”, su corta declaración abarca mucho más de lo que parece.

Ni en los planes del mayor apostador kamikaze había espacio para tirarle unos porotos a Arabia Saudita. Era como tirar la moneda al aire y que el aire se la lleve con su corriente. Pero en el fútbol los imponderables suelen suceder. ¿Cuándo? Cuando menos lo esperamos.

Si lo analizamos con el diario del miércoles (qué día), y sin entrar a navegar en aguas tenebrosas, la Selección tiene vida, depende de sí misma y su destino estará ligado a lo que produzca en las presentaciones que le restan del grupo C.

Si bien Arabia Saudita ya embolsó tres puntos inimaginables, aún no le alcanza para soñar demasiado en grande. Con haber frotado una vez la lámpara no basta, sobre todo teniendo en cuenta que a primera impresión los árabes pintaban a ser un calco de producción similar a lo que vimos de Qatar e Irán: pasajeros vips en una competencia que los tendrá hasta la primera fase.

Si todo podría cambiar, habrá que esperar, por lo pronto, nosotros nos vamos a quedarnos con lo que continuó después del partido en la zona mixta. Era el momento de gloría de Arabia Saudita. ¿Lo disfrutaron sus jugadores?

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Fue curioso y hasta teatral el paso de varios integrantes del plantel verde. La mayoría se excusó por no saber hablar ni inglés ni español. Alguno tiró, ancho de espalda, “hablo poco”, y nos dejó con las ganas.

El que sí detuvo su carrocería, después de recorrer la serpiente del pasillo que la FIFA preparó para los dos planteles, fue el autor del empate, Saleh Al Shehri. Un colega colombiano le habló en portgués al delantero de 29 años, buscando empatizar con su ṕasado en el portugués Beira Mar, hace nueve años. Lo destacable de Al Sheri, además de su amabilidad, fue su empeño en hacerse entender. Arrancó en portugués, hizo una pausa; escuchó preguntás en español y pidió responderlas en inglés ante la misma consulta que yo le había hecho al desaforado Khaled. “Si tu crees en ti mismo, puedes lograr el objetivo que te plantees”, los que estuvimos frente suyo nos sentimos “bolos” de un documental fruto del milagro arábigo tras el 2-1 a la Selección.

Al Sheri, siempre atento, bancó una segunda consulta, pero recurrió a la misma frase. No está mal. Arabía Saudita era la historia del día, y que él responda lo que respondió formaba parte de la promoción del hipotético docuserie.

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La subjetividad a veces es odiosa, pero mientras veíamos el desfile de futbolistas árabes que se excusaban por no hacer un stop donde la FIFA nos había solicitado aparcar, intentamos sacarle la ficha a los que iban de largo. Estuvo el del parlante bluetooth que hizo muecas y pasó; estuvo el que agarró el celular al encarar la recta principal de dónde estábamos y se hizo de hablar por teléfono. ¿Quién no utilizó esa técnica alguna vez? Y estuvo el que se sintió todopoderoso, como Salem Al Dawsari, el verdugo argentino con un zapatazo al ángulo imposible para Dibu Martínez.

Al Dawsari levitaba en su propia alfombra mágica. Apenas atinó a levantar su mano diestra, en un movimiento similar a conversarnos sin mover los labios: “los bendigo con mi presencia celestial pero no hablaré”. Honestamente, estaba en su derecho, pero quedó hasta soberbio. Salvo Al Dawsari, el resto al menos se disculpó y siguió de largo. En fin.

Quizás el actual atacante del Al Hilal, que alguna vez estuvo a préstamo en Villarreal (España), sintió innecesario contar su hazaña.

Quizás su actitud fue tal por contrato. Había que dejar algo para el docuserie del milagro de Arabia Saudita frente a la Argentina.

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