Solo podemos conjurar el dolor y la ausencia con la memoria

Solo podemos conjurar el dolor y la ausencia con la memoria

En su libro “Jaque al olvido”, la periodista Clara Murga, rinde homenaje al personal de la salud que falleció a causa de la pandemia

La pandemia de coronavirus que azota el mundo desde hace dos años ha traído severas consecuencias en la vida de la población. Y ha dejado dolores interminables en las cientos de miles de familias que perdieron seres queridos a causa de la covid-19. Tucumán no ha sido ajeno a esta dolorosa experiencia y con el sentido de rescatar y mantener en la memoria a quienes fueron los principales baluartes de la lucha contra esta enfermedad, la periodista y escritora Clara María Murga plasmó la historia de los profesionales de la salud que fallecieron en el “campo de batalla”. La obra, “Jaque al olvido”, fue relanzada este año, con la intención de mantener en la agenda de la sociedad el debate sobre lo ocurrido. Justamente, que no haya olvido, sino análisis y reflexión.

-¿Cómo y cuándo aparece la necesidad de escribir el libro?

- Nació de una convicción: solo podemos conjurar la ausencia y el dolor haciendo memoria. Y de una necesidad: romper el silencio y la soledad en que el aislamiento nos había sumido como sociedad y como individuos. Hoy cuesta quizá recordar los meses “eternos” de calles vacías, de susurros y llantos ahogados cuando alguien querido partía. Ni siquiera podíamos despedirnos. Recuperar nombres y apellidos, afectos compartidos, proyectos truncos y logros fue una manera de responder a esa convicción y a esa necesidad. Después de los aplausos nocturnos al personal de la salud, se abrió un rápido olvido -quizá como mecanismo de defensa social- en medio de una vorágine de sobreinformación (desinformación, al fin y al cabo) y de polémicas. Mi propósito inicial fue recoger testimonios de las familias de médicos, enfermeros, camilleros, administrativos, técnicos y personal de emergencias que habían fallecido durante la primera ola de la pandemia en nuestra provincia. Era necesario elaborar un listado exhaustivo y preciso, lo que era difícil porque hubo quienes murieron mientras estaban trabajando, mientras estaban de licencia o jubilados. Ese fue el primer desafío. Conté con la ayuda de la periodista Belén Barcala, de la doctora Elvira Zjaria y de la entonces ministra de Salud, doctora Rossana Chahla. Cuando tuvimos cuatro listas confiables, y tras verificar datos, comencé a recorrer hospitales -cuando aún las vacunas eran solo una esperanza cierta- y a entrevistar a médicos que me aportaron su testimonio sobre colegas y compañeros fallecidos.

Fui descubriendo la capacidad increíble de entrega y de compromiso de los equipos de trabajo del sistema sanitario provincial, en una tarea sin pausas, porque crecían exponencialmente los contagios y los fallecimientos entre el propio personal y debían cubrir a los que “caían”. Son hombres y mujeres que aprendieron a funcionar en redes complementarias mientras se iba conociendo cómo se comportaba el virus. Una labor muy intensa, sin aspavientos, y al mismo tiempo frustrante ante críticas y cuestionamientos que no tenían la oportunidad de responder.

A fines de abril de 2021, la provincia había superado los 5.000 contagios entre médicos, enfermeros y demás integrantes del ámbito de la sanidad, según estadísticas oficiales. La cifra equivale al 5,2% del total de los casos confirmados en Tucumán desde marzo de 2020.

En simultáneo, íbamos reconstruyendo y ordenando, verificando, datos históricos recientes a nivel mundial, regional, nacional y local para ofrecerlos como una línea de tiempo que sumara muy breves notas “de color” para dar un respiro al cuerpo central del texto cuyo contenido es muy duro emocionalmente. En ese aspecto, el diseño, a cargo de Gustavo Grupalli, fue clave.

-¿Con qué ayudas te encontraste durante ese proceso?

-La aparición de las vacunas en el mundo y en nuestro país fue el acontecimiento que “cierra” el contenido (marzo de 2021), pero con cabal conciencia de que todo era provisorio. Por ello, agradezco a Rosana Herrera de Forgas que redactó el epílogo “A modo de final”. Allí puso -con una solvencia profesional acuñada en una larga experiencia en la salud pública como farmacéutica, como funcionaria, y como especialista en comunicación en salud y calidad de vida- blanco sobre negro las enormes desigualdades que evidenció esta inédita crisis sanitaria global, la irracionalidad en aquellos que montaron campañas contra las vacunas y difundieron noticias falsas sobre la pandemia.

La doctora Zjaria dedicó tiempo y paciencia, en las guardias largas del Hospital de Niños, a sumarme datos sobre los fallecidos. En su muro de Facebook fue registrando recuerdos, saludos, despedidas dolientes a médicos/as, enfermeros/as, auxiliares, trabajadores de logística… Anoticiada de que estaba escribiendo el libro, la doctora Chahla me ofreció material, datos, contactos para realizar entrevistas, y me abrió un panorama mucho más completo del sistema sanitario. Y me contó todo el complejo proceso que desató el advenimiento de la pandemia.

El proceso de escritura de “Jaque al olvido” me afectó en muchos aspectos y fue indispensable la escucha atenta, afectuosa, inteligente, de Néstor Casas (un gran amigo, psicólogo) y de Ernesto (mi pareja), que estuvo siempre, firme.

-¿Qué es lo que más te impactó durante el proceso de escritura?

-La imperiosa necesidad de poner en palabras el dolor, la angustia, la incertidumbre, los pequeños triunfos diarios frente a los estragos de la enfermedad del personal de la salud. Me conmovió profundamente ver a profesionales “fogueados” en una lucha desigual -la rapidez con que avanzaba la covid desafiaba cada minuto la capacidad de reacción y de reorganización-romper en llanto cuando recordaban a sus compañeros. Me enterneció la humildad con que muchos admitieron sus temores más íntimos, sus dificultades cotidianas y domésticas. Y también me sentí interpelada -como ser humano- cuando un médico me confesó: “… salir del hospital, de ese mundo, y ver lo que ocurría afuera con la gente ‘de fiesta’ en el centro de la Banda, de San Miguel, era como una puñalada. Incluso las marchas anticuarentena me golpearon más que todas las dificultades clínicas. (…) muchos vínculos se rompieron entre el personal de la salud, por la capacidad -o no- de cooperar con un colega que ‘se está quemando’. Muchos colegas se pusieron la camiseta y dejaron su vida en esto, y la no respuesta de -otros generó la ruptura de vínculos que no sé si se recuperarán”.

-¿Cómo creés que la pandemia afectó a nuestra sociedad? ¿Qué necesitamos, como sociedad, para recuperarnos?

-Al principio, cuando la pandemia recién comenzaba, fuimos muchos los que creíamos que de esta tragedia íbamos a salir fortalecidos en la toma de conciencia de aquello que advirtió el papa Francisco: “Nadie se salva solo”. Fuimos ingenuos quizás. Pensamos (¿deseamos?) que íbamos a fortalecer los vínculos solidarios… En menos de un año, afloraron las mezquindades y un individualismo cerril proyectado en las conductas y políticas de varios gobiernos, por ejemplo, con respecto a las vacunas. Los contrastes entre ricos y pobres se profundizaron a tal punto que hubo países (como Canadá) que compraron hasta cinco veces más dosis que su población total mientras en otros morían decenas de miles sin poder acceder a la inmunización. Las vacunas desataron una “guerra” geopolítica sin precedentes. Supimos quién es quién en todos los órdenes. Y, en este tiempo, sobrevino la otra “pandemia”, la de la salud mental. Hay duelos inconclusos, sufrimientos psíquicos que tardan en transformarse de “herida” en “cicatriz”. No solo me refiero al dolor frente a la muerte de un ser querido sino también a la angustia de quienes perdieron su empleo, de quienes perdieron vínculos afectivos de todo tipo; de quienes sucumbieron a adicciones… Las políticas públicas concretas referidas a este aspecto -emergencia en salud mental y en adicciones- han registrado un avance, pero pareciera que aún no son suficientes. Otra gran deuda es la relacionada con el ambiente. Vaya únicamente la mención.

-El libro ha registrado demanda nacional e internacional, ¿a qué lo atribuís?

-Recibí pedidos individuales de casi todas las provincias del NOA de parte de familiares, médicos, periodistas. Mandé por correo ejemplares y recibí devoluciones generosas. También envié libros a Venezuela y México. No se están vendiendo en forma sistemática, porque no hay una editorial encargada de ese tema (cosa que sí ocurrió, por ejemplo, con otros libros como “Memoria viva” o “Sembrando huellas”, que narran historias del colectivo de docentes privados en Tucumán y en Argentina). Creo que el interés responde a que -hasta donde sé- no hay crónicas e investigaciones periodísticas compendiadas en un libro sobre el primer año de la pandemia, en este grupo humano en particular.

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