Leonor Benedetto: “ni por un solo segundo pienso que he tocado un techo en mi vida”

Leonor Benedetto: “ni por un solo segundo pienso que he tocado un techo en mi vida”

La actriz, que en la cultura argentina encarna la autonomía femenina, vuelve a Tucumán para cerrar el Mayo de las Letras. Trae las palabras que Borges y otros grandes autores dedicaron a la patria. “Soy una fervorosa defensora de la longevidad cuando la longevidad no significa durar”, afirma.

Leonor Benedetto: “ni por un solo segundo pienso que he tocado  un techo en mi vida”

Una reprimenda de Leonor Benedetto (Paraná, 1941) está destinada a permanecer en la memoria. No sólo por su voz, que es una especie de rayo magnetizador, sino por el contenido irrefutable que su boca despliega. No esconde lo que piensa, sino que reivindica el pensamiento. Nunca fue políticamente correcta durante su carrera inabarcable de actriz. Tampoco lo fue cuando se enteró de que alguien había sugerido comenzar esta entrevista por la pregunta sobre cómo hacía para mantenerse activa y vigente después de los 80 años, y no por su trabajo y la obra que este martes a partir de las 20 presentará en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601), “Atentamente. A Jorge Luis Borges”.

Benedetto escuchó el interrogante, hizo un silencio amargo y lo demolió. Es que ella no entiende a quienes se dan por satisfechos con lo que lograron cuando aún pueden seguir intentándolo. “Ni por un solo segundo pienso que he tocado un techo en mi vida”, exclama.

La entrevista empezó con el pie izquierdo, pero la incomodidad cedió cuando, tras sentar su disidencia, entró en los campos que la apasionan y que la convirtieron en una figura de culto y siempre actual en un mundo que vive de la novedad, como es el del espectáculo. Catapultada a un estrellato sin precedentes por su papel principal en “Rosa… de lejos” (foto superior), la telenovela de 60 puntos de rating de 1980, la actriz entrerriana luego se dio el lujo de explorar alternativas artísticas en la televisión, el teatro, el cine y hasta la música. Fue un símbolo de erotismo con la misma rigurosidad con la que se acercó a la escritura. Así llegó a Borges y a otros autores indispensables, y concibió la obra “Atentamente”, con la que clausurará el Mayo de las Letras tucumano. Dice que carece de una explicación para este derrotero y se niega a dar recetas, como corresponde a quien, sin proponérselo, encarna el paradigma de la autonomía femenina.

- Cuando comenté que usted regresaba a Tucumán con una obra acerca de Borges, me dijeron: “sobre Borges está todo dicho, pero la capacidad de Leonor Benedetto para mantenerse espléndida y seguir actuando es un misterio. Preguntale eso antes que nada”.

- ... Creo que esta pregunta parte del prejuicio que supone que, a medida de que una persona va cumpliendo años, va perdiendo todo: lucidez, memoria y cultura adquirida, y que debería ser una “viejita chota” que se sienta en la plaza a dar de comer a las palomas. No soy la única que sigue actuando, aunque es verdad, y esto sí lo concedo, que pertenezco a una minoría, pero las minorías existimos. El asunto es por qué nos quedamos solamente con aquello que es mayoritario en la estadística. El 90% de las personas que llegan a los 90 años tiene debilidades musculares, no pueden hablar y no pueden pensar. Pero está el 10% que sí puede hacerlo. Y es la gente con mayor experiencia, que ilumina el rumbo de todos. Edgar Morin acaba de cumplir 101 años, y está marcando el rumbo del pensamiento y de la filosofía en Francia. Me parece que los periodistas deberían estar al tanto de eso porque, si no, se están quedando atrás: se están quedando con lo que imagina la gente que no tiene el deber de informar. Precisamente porque soy bastante vanidosa con mis actividades intelectuales, digo “caramba, no debería ser lo primero que te pidieran que me preguntes”, salvo que quieran que les recomiende las marcas de los cosméticos que uso.

Leonor Benedetto: “ni por un solo segundo pienso que he tocado  un techo en mi vida”

- Es una inquietud que parte de la admiración, porque no es fácil mantener la llama después de haber llegado tan lejos. La pregunta no tiene que ver con el hecho de que a cierta edad no se pueda hacer lo que usted hace, sino con cómo logra mantener la pasión por el trabajo.

- Obviamente no tengo una receta. Lo que te puedo decir es que ni por un solo segundo pienso que he tocado un techo en mi vida. ¡Pero ni por un solo segundo! Me levanto cada mañana como si tuviera 20 o 30 años, y con la misma energía y el mismo pensamiento claro de hacia dónde quiero ir. Entonces, tampoco sé qué contestar. Hay gente que a los 45 años siente que está declinando su vida. Es un tema infinitamente más profundo. Yo no sé si vine con esta vocación a la vida o si la fui generando. No es que los años no hagan mella en mí: lo que sí me doy cuenta es que lo que mejor está en mi cabeza. La claridad de pensamiento, y el manejo conceptual y de lenguaje que viene siendo mi combustible en los últimos 20 años es algo desconocido para mí. Soy una fervorosa defensora de la longevidad cuando la longevidad no significa durar, sino que significa para uno y para los demás la posibilidad de ser una especie de linternita que ilumina y que permite decir a los que vienen atrás: “bueno, chicos, me parece que es por aquí, pero prueben porque yo no tengo nada garantizado y me he roto la crisma muchas veces en mi vida”.

- Usted dice que se levanta todas las mañanas y sabe a dónde quiere ir. ¿Dónde queda o cómo define ese lugar?

- Esencialmente lo vivo. Jamás pienso “uy, un día más, qué suerte”. Simplemente lo vivo y habrá un día en que no lo viva más. Yo no digo “hoy me voy a levantar, y voy a pensar y voy a escribir, y, después, haré la función” porque no se trata de una razón, sino de un impulso vital. Reconozco que esto es mirado con asombro y, por supuesto, no sos la primera que me lo pregunta. Pero me sigue pareciendo un test casi sangriento el que yo hago internamente porque digo “otra vez, otra vez, es lo único que importa de mí, que yo me mantenga bien, que trabaje”. Y yo siento que es enormemente más importante mi otra posibilidad, la intelectual, porque a lo mejor mañana me caigo y tengo que andar con bastón, y eso no va a significar que yo deje de pensar, salvo que me rompa la cabeza. Es verdad que lo que digo causa asombro, pero me encantaría no estar tan sola en esto.

- Sé que escandaliza, pero también creo que tiene que ver con el hecho de que escasea la reivindicación de la facultad de pensar.

- Estoy de acuerdo con vos. Además, me gusta mucho este término que usaste: “escandaliza”. Y evidentemente esto ocurre porque romper moldes no es algo que se vea todo el tiempo. Por el contrario, observamos la adecuación a un estilo de vida, a un estilo de pensamiento y a un estilo de alimentación que es totalmente lo contrario a romper moldes.

- Aunque le llama la atención la pregunta, usted también se asombra de que el pensamiento no sea el combustible principal de la vida para muchísimas personas.

- ¿Cómo no me voy a dar cuenta si vivo rodeada de gente que habla estupideces? Vivo rodeada de gente que se levanta y enciende la televisión, y que la apaga cuando se duerme. ¿Cómo no lo voy a saber si está delante de mi nariz permanentemente?

- ¿Es contradictorio que usted cuestione la televisión cuando está tan identificada con ese medio?

- xNo estoy para nada de acuerdo con que no tiene que haber contradicciones en la vida. Yo nací para la televisión y es el ámbito que más posibilidades me ha dado. He filmado menos de lo que he actuado en televisión; he hecho teatro y bastantes obras no son algo de lo que yo tenga el mejor recuerdo. Sí, yo lo sé, soy hija de la televisión, pero tuve una enorme fortuna porque nací, por lo menos a la fama y a hacerme muy conocida, con un producto de enorme calidad dentro del género como fue “Rosa… de lejos”, con la dirección de la mujer muy genial, muy culta y muy revolucionaria que fue María Herminia Avellaneda. Eso, si querés, tal vez llamalo suerte personal. Pero esta historia de superación de una mujer sola (Rosa)… No es lo mismo ser conocida por ese personaje que por otros que han tenido colegas míos: personajes de mujeres permanentemente víctimas o que les daban cachetazos cada cinco minutos. Sí, ellas también se hicieron conocidas, pero en el imaginario colectivo quedaron impresas de otra manera.

- ¿Cuál es la síntesis de “Rosa… de lejos” que usted elaboró?

- Es que a mí me ha ganado de mano la gente. Supe hace poco tiempo lo que fue realmente “Rosa… de lejos”. Yo lo único que hice fue trabajar como una minera para hacerla: entraba y salía de noche del canal sin enterarme de lo que estaba pasando afuera. Bastante tiempo después empecé a darme cuenta de cuál había sido la gravitación de la historia en el público. Te voy a decir algo ahora que espero que me creas: yo no vi “Rosa… de lejos”. Debo haber mirado 10 capítulos de los casi 300 que hicimos.

- No la vio, pero la vivió.

- Es diferente, ¿sabés? Yo no estaba viviendo ese coletazo que tenía la historia de ser un significante en el espíritu y en la cabeza de las mujeres que la estaban mirando. Yo estudiaba la letra y obedecía ciegamente las indicaciones de una directora que de entrada supe que iba a ser una persona muy importante para mí como guía intelectual. Estaba entre los 30 y los 40 años cuando empecé a grabar “Rosa…” y ella (Avellaneda) un día me dijo: “¿leíste ‘El segundo sexo’?¿Has leído a Simone de Beauvoir?”. Le respondí que sí, a los 16. Y ella me contestó: “ya empezá a leerla otra vez”. Y me descubrió el mundo. Entonces, no son tan simples las cosas y, a la vez, son sencillas. Aparece una persona que vino a mi vida sin que yo se lo pidiera y que me dice “esta es una historia de superación”. Y yo la veía arrancar las hojas de un texto que ya había sido interpretado 10 años antes y donde la protagonista era una víctima absoluta de los hombres: una madre soltera y analfabeta… María Herminia Avellaneda le quitó todo eso al guión, con no pocos problemas con la autora, Celia Alcántara. Ella decidió seguir ese camino y fue una suerte para mí porque creó un prototipo: un personaje mítico. Esta es la razón por la que no tengo que explicar “Rosa… de lejos” a las nuevas generaciones que no existían al momento de su emisión original. No sé si por las repeticiones (de la novela) o por el auge del feminismo, los jóvenes saben de qué se trata.

- ¿Qué tiene que ver esta historia de superación que usted protagonizó con la televisión de hoy?

- La televisión prendida todo el día no acompaña ni sirve para enterarse de lo que pasa. En general, difunde el pensamiento de gente bastante ignorante, que no maneja ni el lenguaje y que dice no lo que pasó, sino lo que ella piensa de lo que pasó. Entonces, es una especie de lodazal donde la verdad hace cualquier cosa menos iluminar. En este contexto, es bastante afortunado que yo haya sido la protagonista de un personaje que hoy es un modelo para la gente más joven.

- Y, encima, a comienzos de los años 80, cuando la libertad era algo tan difícil de llevar, y en ATC, el canal estatal.

- Esto no lo dice nadie, por eso hay que recordarlo: “Rosa… de lejos” fue grabada, filmada y emitida en plena dictadura. Nosotros nos cruzábamos con los militares en el canal.

- En contraposición con su opinión sobre la televisión, tenemos a Borges. A veces parece que toda la Argentina y sus desastres se justifican por haber dado a luz a este autor…

- Ese es un pensamiento tuyo que yo comparto, pero la mitad de los argentinos dice que Borges fue extranjerizante y que no le importaba el país. Esto es una falacia monumental. Gran parte de su obra está basada en el tango; en los orilleros; en los barrios bajos; en los seres opacos y menos conocidos de nuestros márgenes… Existe un desconocimiento y una ignorancia feroz sobre Borges. Todo el peronismo niega a Borges, y casi es una carta de presentación decir que Borges o que Victoria Ocampo no tenían valores. A Victoria Ocampo la rechazan porque era rica y tenía estirpe. Pero resulta que fue una mujer que gastó una de las fortunas más grandes de este país en fundar periódicos, editar libros y traer a Buenos Aires a los intelectuales de mayor prestigio de su época, como (el poeta) Rabindranath Tagore. Es un pensamiento siempre partido por la mitad el del argentino medio que escuchó alguna vez hablar de Ocampo o de Borges. Esta ignorancia es evidente y lamentable, y no convierte al pueblo argentino en mala gente, pero el grado intelectual que alcanza una persona es lo que le abre camino y hoy es muy difícil acceder a los capitales mentales capaces de producir un buen destino en la vida.

- ¿Cómo se enamoró de Borges?

- Yo me prosterno ante lo que escribió este hombre imposible de encasillar. Es una mente absolutamente universalista que tiene un conocimiento asombroso de la cultura. Chapeau! No lo conocí personalmente, sólo lo leí. Sí tengo trato con María Kodama: a veces salimos y he ido a su casa porque ella tiene la costumbre de celebrar el cumpleaños de Borges. Lo celebra con torta y velas. Y hasta pone canciones de Pink Floyd y los Rolling Stones. Sí, ella hace todo eso.

- ¿Cuáles son las características del espectáculo que ofrecerá en Tucumán?

- Es un espectáculo mío: pensado por mí, dirigido por mí y actuado por mí, pero que dentro de poco está por cumplir la mayoría de edad. Ya es un chico grande. Desciende de algún modo de aquel programa, que también tuvo repercusión, que se llamó “Querida Leonor” y que se mantuvo durante tres temporadas en la televisión. Después de que terminó, armé un espectáculo que es como un Rasti porque está formado por cartas, poemas y textos que pivotan sobre el concepto de patria que manifestaron Borges, Julio Cortázar, Mario Benedetti y Pablo Neruda. La carta abierta a la patria que leo de Cortázar es algo muy conmocionante porque hace una enumeración prolija de todas las contras que tiene la Argentina. Y, sin embargo, cada tres o cuatro estrofas dice “te quiero”. Hablo por mí, por Alicia Fernández, que es la cantante, y por Hernán Valencia, el tecladista: tenemos piezas de ese rompecabezas que sacamos y ponemos. En este caso, lo que vamos a hacer en Tucumán ahonda en el fragmento dedicado a Borges a partir de sus creaciones sobre, por ejemplo, Francisco Narciso de Laprida y Facundo Quiroga. Quiero decir aquí que siento respeto por (la doctora en Filosofía) Cristina Bulacio y una deuda de gratitud. Ella hizo todo lo posible para materializar este viaje a Tucumán y hacia allá vamos.

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