Un poco de humo y algo de mano

Los desplantes contra el Presidente pesan más que los esfuerzos de los gobernadores. De todos modos ellos se benefician con los encuentros. Otro viernes de visita.

Una semana intensa. Alberto Fernández fue tildado de borracho por Sergio Berni. Osvaldo Jaldo puebla la plaza de nuevos policías. Critica a la Justicia. El 25 de Mayo Alberto recibe repudios de la gente en la calle. “Te olvidaste de nuestros muertos”, le gritan cuando entra a la Catedral al Te Deum. Haberse limpiado de culpas (por el cumpleaños en plena pandemia) con plata no lo ayuda. El mensaje del obispo Mario Aurelio Poli, sí. Jaldo saca las vallas, prepara chocolate, no acarrea gente, pero no saluda. Este viernes de visita fue distinto: fue un súper viernes. Juan Manzur vestido de canciller, se rodeó de una decena de gobernadores. Las provincias sacan pecho contra Buenos Aires, aunque con prudencia. La Justicia posterga un juicio por enriquecimiento ilícito de un político (el ex intendente y legislador Jorge Yapura Astorga). En las estaciones de servicio falta gasoil. En las fronteras del norte hay embotellamiento de camiones que llevan combustible. La legisladora Nadima Pecci quiere que se gaste menos en la Legislatura. El presidente subrogante de la Cámara (vicegobernador interino) sí saluda al intendente Germán Alfaro en la Catedral. La Convención Radical decide seguir perteneciendo a Juntos por el Cambio. Se ven pintadas que dicen Cano intendente. Las napas de la Capital alertan que el piso se mueve o que el agua nos llega al cuello. En la “Perla del sur” camina el admirado reo José López.

Intencionalidad

Esos son algunos de los apuntes de la semana que ya nunca más volverá. Como los fanáticos del truco que orejean las cartas, los actores públicos empiezan a mostrar intencionalidades. Las del Presidente son apenas de supervivencia. El peronista, filo alfonsinista, antikirchnerista, filo cristinista, y pseudomenemista Alberto Fernández no logra enderezar el rumbo de su imagen. Ha logrado tirar por la borda lo poco que había logrado en la pandemia y hoy sus proyectos reeleccionistas son manotazos de ahogado, igual que sus frases increíbles que defienden la unidad que no existe. En su último estudio de opinión Jorge Giacobbe tiene datos que confirman su inexorable destino. Tiene un 72% de imagen negativa en el último trabajo evaluado entre el 14 y 16 de mayo pasado. Alcanza un 14% de imagen regular y la positiva llega al 11%. Un verdadero despropósito para alguien que dice tener ilusiones de crecer políticamente. Pero es el resultado de un hombre que ha devaluado su verdad y los socios que lo convocaron para la cruzada no destacan nada de él salvo su beodez como lo hizo el ministro kirchnerista crítico de Cristina. En el mismo estudio de opinión la vicepresidenta tiene una imagen negativa casi igual pero la positiva llega al 19%. A ambos lo supera un moderadísimo como el ex referente kirchnerista y ahora de Juntos por el Cambio, Miguel Angel Pichetto. Sumó 21,4 puntos en la columna positiva y 33,1, en la negativa. El inesperado y agresivo “goalkeeper” Javier Milei consiguió un 36,1 de imagen positiva y un 34,6 de la negativa.

A ese panorama, la encuesta le pide que le ponga una palabra. El estudio sociológico dice que la palabra que más utilizaron los 2.500 encuestados fue “tristeza”. Le siguen los vocablos angustia, desesperanza y bronca. Para combatirlos en su viernes de visita, el jefe de Gabinete Juan Manzur se puso el traje que más le gusta (el de canciller) y en su casa recibió a representantes de siete provincias.

En la mesa de truco hubo dos cantos muy claros. El primero para insuflar algo de aliento a Alberto. Mostrar que ante las hostilidades hay gobernadores capaces de mover el fuelle. Pero también había algunos cristinistas del gabinete nacional y representantes de provincias no oficialistas. El segundo fue un discurso federalista. Los fortalece a todos y es “kriptonita” pura para debilitar a la oposición cuyos líderes (Mauricio Macri, 34% de imagen positiva y 41, de negativa; Patricia Bullrich, 44 y 30 y Horacio Rodríguez Larreta, 25 y 41, respectivamente) tienen una tonada porteña que espanta. ¿Y los radicales? La convención que los reunió en La Plata confirma la postura y la idea que alguna vez se pergeñó en Gualeguaychú y que le dio impulso a Cambiemos. Con esta nueva ratificación, la coalición amalgama la fuerza opositora pero no deja de reconocer cierta debilidad a la hora de definir los candidatos presidenciales propios. ¿Podría haber esperado a que Pro le exigiese (o consultase) si iba a estar en la coalición? Ya es imposible de contestar esa pregunta porque el radicalismo se apresuró en mover sus fichas.

El encuentro en Tucumán de los gobernadores también sirvió para que el “Canciller” se probara no un saco, pero si al menos los zapatos de referente nacional. A los golpes ya aprendió a no mostrar todas las cartas. Sin embargo, cada vez que tuvo que hablar lo hizo mostrándose con un discurso más amplio que aquel monosilábico que tenía como gobernador albertista o como ministro cristinista o como ministro alperovichista o como vicegobernador sijosesista.

Uno de los más felices fue también un ex fanático alperovichista como el gobernador interino. Jaldo fue el gran anfitrión. Este encuentro le sirve para consolidar su rol de candidato del oficialismo tucumano. Por suerte, además, los visitantes vinieron en sus propios aviones y evitaron conocer los deficientes accesos que tiene la provincia en sus distintos puntos cardinales. El hombre de Trancas tuvo una semana agitada en la que se preocupó incluso de diferenciarse de la gestión del jefe de Gabinete. Su gran apuesta es encontrar la seguridad. Se ha vuelto una obsesión para él y ve obstáculos en la Justicia donde las principales cabezas son un viejo compañero de banco cuando iban a la academia alperovichista, como el ministro fiscal Edmundo Jiménez, y el presidente de la Corte que no es otro que un hombre de su riñón político al que el gobernador le perdona hasta las mentiras. En esta cruzada Jaldo ha hecho una apuesta muy fuerte inclusive en la pelea contra el narcotráfico, motivación que no ha tenido ninguno de sus antecesores. “Tenemos los hombres, la tecnología y la decisión política, no nos pueden ganar”, fue la frase de Jaldo que también puede ser un bumerán.

El que pega primero

Mientras José Cano operaba y era protagonista de la Convención Radical en la Plata, en algunas paredes de la Capital tucumana se leía su nombre acompañado por el adjetivo intendente. El que pega primero pega dos veces, suelen repetir los amantes del boxeo. Cano, es un peleador callejero, que todavía no logra asimilar las últimas derrotas. Por eso lanzó los primeros golpes. Y si hay alguien al que no le disgustó es a Alfaro que terminó volviendo a Cambiemos cuando vio que ya no lo mecían en su cuna peronista. La decisión del radicalismo de seguir en Cambiemos es un sedante para las ambiciones del actual intendente de Capital. Que el radicalismo hubiera ido por fuera hubiera significado un problema más. Y, las pintadas de Cano también son un alivio porque de alguna manera la discusión por la gobernación sigue reducida al trío original (Roberto Sánchez, Alfaro y Sebastián Murga). En Creo también respiran hondo con la decisión de los correligionarios. Con todos adentro del mismo redil, las negociaciones siguen abiertas aunque los principales referentes ni se hablen.

El Pro es tal vez quien ha quedado en desventaja en todo este proceso principalmente porque no tiene candidatos ni para capitán del equipo de fútbol. La picardía salió de la ex bussista Nadima Pecci, quien en una jugada muy propia de su ex jefe, salió a hacer campaña contra la propia corporación política al criticar los gastos de la Legislatura que ella conoce desde hace mucho tiempo. A muy pocos les ha ido bien en esas lides y hoy quien más está sacando provecho es el mismo Milei que escupe para arriba cuando habla de la casta política.

Gestos

El 25 de Mayo que ya no volverá tuvo algo de historia, unas pócimas de magia encarnada por los próceres y sus logros, pero también cuestiones humanas donde los afectos, las broncas y las pasiones se entrecruzan. A veces esos sentimientos se expresan con saludos y otras, con desplantes. El no saludo de Jaldo a Alfaro es una cuestión nimia, sin importancia, pero tomó relevancia. Es que el uno y el otro compartieron cafés y proyectos. Cruzaron la calle para estar en la misma vereda aunque el uno y el otro transitaban con rumbos diferentes. El desaire es más para los otros. El no saludo terminó siendo un mensaje para Manzur que no quiere verlo a Alfaro ni en fotos o para la tropa de Jaldo que no está dispuesto a que los antecedentes peronistas de Alfaro sean un estorbo futuro.

El humano peca en su cacofonía con humo y con mano. Los filósofos del parque gustan de estas identidades rebuscadas para señalar “la insoportable levedad del ser“ de la que presume Milan Kundera y a ellos les gusta repetir. Nadie podría negar aspectos de lo insoportables que somos. Bueno, ciertamente fue la semana del humo y de las manos. La vida, y especialmente, la política no podría existir si nos despojan de los gestos. Son como los whatsaps más elementales para avanzar el día. No pueden faltar en el repertorio de gestos simbólicos las manos que se extienden en las grandes urbes o las que se agitan en una isla solitaria en desesperado pedido de auxilio. Una mancha, el color de la piel, la voz, y todo otro elemento buscan un encuentro, un mensaje. Hay un destinatario. Por esta razón es que los encuentros parecen estar guionados. Por supuesto que los actores tienen libertad dentro del mundo de sentido de la obra. Un escenario muy particular es el de la política, porque ahí los gestos no están enfocados al otro actor, sino al público, es el paroxismo del modelo teatral. Cuando en política se hace un gesto como saludar o no, se lo está dirigiendo a la platea más que al desairado. Si no se repara en eso y se actúa como si se estuviera en la casa se olvida la responsabilidad política.

Tal vez por eso el mayor dilema lo tengan todos aquellos que abrazaron, soñaron, promovieron y hasta votaron a José López, quien camina en libertad (condicionada, claro) pero sin saludar a nadie.

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