Toda la adrenalina de vivir en el circo

Toda la adrenalina de vivir en el circo

Artistas del Circo Safari, que se encuentra en Tucumán ofreciendo su espectáculo, cuentan cómo es la vida en la carpa y yendo de un lado a otro, siempre llevando alegría al público que los visita.

 Carolayne Escobar / LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ Carolayne Escobar / LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ

Hace un poco de frío, pero hay algo que te trae calidez. Pochoclos, caramelo, algodón de azúcar... Todo eso te envuelve una vez que atravesás el cartel que te da la bienvenida; se trata del ingreso a un mundo distinto. Lleno de colores, aromas y emociones. Un universo que recuerda a esos momentos de felicidad inocente; una felicidad latente, que aparece en situaciones como esta. Y es que dentro de muy poco el show va a comenzar.

Falta una hora para el espectáculo y la adrenalina se siente. Ya está casi todo listo; mientras algunos preparan las mesas del candy bar, tras bambalinas se los puede ver a ellos: con brillo en la cara, con graaaandes zapatos coloridos y con peinados extravagantes. Caminan tranquilos, sin presión. Lo que pasa es que, lo que se viene, no es trabajo. Es tradición. Es pasión. Es la vida del cirquero.

“No hay cosa más linda que levantarte y mirar la carpa. Te ilumina el día; yo no cambio por nada esta vida”, cuenta a LA GACETA la contorsionista Carolayne Escobar. Nacida en Perú, pero criada en el circo, pasó toda su niñez queriendo ser artista. “Yo veía a otros y quería hacer lo que ellos hacían. Quería estar arriba del escenario. Mi papá me fue poniendo maestros y debuté a los 12. De ahí, no paré jamás -afirma-; y lo que mas nos emociona es saber que a la gente llena el corazón lo que hacemos”

Una vida elegida

Aunque hay quienes deciden tener una vida nómade, en la mayoría de los casos la vida cirquera se hereda. Y se aprende, como le pasó a Carolayne. “Nuestro circo tiene más de cien años. Actualmente hay tres generaciones de cirqueros: abuelos, hijos y nietos. Y así es nuestra vida; girando... Uno de mis hijos, por ejemplo, nació acá, en Tucumán. Para ellos es una diversión: conviven a diario con los artistas, se disfrazan, los imitan y van aprendiendo. Nacer en el circo es la mejor escuela para los grandes artistas”, dice Fernando Dresdner, integrante y representante del Circo Safari.

Los nenes del circo -cuenta Fernando- pueden participar de las presentaciones cuando ellos así lo desean. No es una obligación; tienen sus estudios y sus actividades, pero pueden adentrarse en los números del circo cuando quieran. Así le pasó al payaso Cachipuchi. “Soy la quinta generación de familia circense. Tengo sangre de circo. Y por suerte tengo el privilegio de hacer lo que me gusta... para mi no es un trabajo. Es algo cotidiano; sacarle una sonrisa a un chico no tiene precio”, dice. Admite que no cambia su vida por nada del mundo: “no me gusta la rutina... Ir del trabajo a casa, para mí eso no es vida -resalta-; a mi me gusta sacar sonrisas. Que en las dos horas que venga una familia, se divierta; capaz tienen problemas... pero vienen al circo a distraerse y tenemos que lograr que se vayan felices”

Y hay también quienes eligen la vida del circo por amor al arte. Néstor Corneto de Venezuela también es payaso y se inició en esta vida cuando todavía vivía en el país de las arepas. “Me hice conocer en este mundo, hasta que un día tuve una caída de ocho metros. Perdí la memoria y estuve un año sin poder caminar -narra-; cuando me desperté, sólo recordaba y decía que era artista de circo, y todavía no lo era tanto.... Yo pienso que en mi otra vida fui artista”. Aunque admite que detrás del maquillaje no todo es alegría, no se arrepiente de haber elegido el arte: “a veces extraño estar en casa, con mi mamá y mis hermanos -remarca-; pero cuando entro en la pista todo se transforma. Todo lo que me pasa se olvida cuando salgo al escenario”

El show está por comenzar

Faltan algunos minutos y nadie se altera: mientras los más chicos todavía juegan, los grandes terminan de alistarse o ya esperan el momento para salir a escena. El mensaje es claro. “Dar un gran show y alegría”, resume Carolayne como un mandamiento. “No cambio por nada mi vida en el circo. Tengo a mi madre y a mi hermana que viven de manera estable, y cuando voy a su casa necesito volver. No hay nada que no me guste de esta vida, ¡y es un lujo poder decir que trabajo de lo que me gusta!”, agrega.

De eso se trata la vida en el circo. Ser felices haciendo felices a los demás. “Ojalá que esta tradición nunca se pierda”, se esperanza Fernando y añade: “mientras exista un niño que ría, jamás va a morir el circo”. Y evidentemente es así. Mientras hablamos, la carpa empieza a llenarse de risas: son las familias, entusiasmadas por vivir una noche única. Los niños, esperando reírse a carcajadas; y los padres acompañando, seguramente saludando a ese niño que alguna vez fueron.

Dos por uno con Club LA GACETA

El Circo Safari ya está en Tucumán. Se presentan los miércoles a viernes a las 21:30 y sábados y domingos en dos funciones: a las 18 y a las 21:00. Las funciones se realizan en el predio de avenida Sarmiento y Catamarca; allí pueden adquirirse las entradas. Con Club LA GACETA tenés todos los días un 2x1 en las entradas preferenciales.

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