“Entender”, el verbo autoritario que le encanta al Presidente

“Entender”, el verbo autoritario que le encanta al Presidente

“Entender”, el verbo autoritario que le encanta al Presidente
02 Abril 2022

Por Hugo E. Grimaldi

Alberto Fernández muestra sin tapujos a diario que acuna en su interior un gen autoritario que se nota cada vez que toma la palabra, un concepto que va más allá de una simple muletilla. Es común escuchar en sus discursos, cómo el Presidente trata de imponer sus ideas cuando habitualmente dice “Hay que entender” o “Debemos entender” o “Todos tienen que entender” y ya se sabe que la imposición es lo contrario al diálogo franco y sincero que de la boca para afuera suele pregonar el Gobierno. Lo debe tener incorporado y quizás le sale naturalmente, pero es algo que se torna demasiado descalificador en boca de alguien que ha sido elegido para conducir a todos.

Tal muletilla digna de un diván que le aflora siempre al Presidente, resulta además demasiado lesiva para la democracia porque no sólo se dirige al corazón del sistema de convivencia sino que apunta también a anular el pensamiento y excede, desde lo moral, otros tropiezos recurrentes de la Administración en aspectos comunicacionales. Las eternas promesas de cosas que luego no se cumplen o la recurrencia a echarle siempre la culpa a los demás son otros dos de los argumentos facilistas a los que apela el Gobierno –con el Presidente en primera fila- y hay una larga lista de ejemplos al respecto, pero ninguno parece tan odioso como éste.

Es verdad que los nervios de Fernández están de punta y no son todas fáciles para él porque hoy la realidad no le da respiros y porque sus socios de ayer ya no disimulan más que no lo toleran, pero ese tic del autoritarismo lo tiene desde siempre. Sólo basta revisar las alocuciones presidenciales que se almacenan en la web de la Casa Rosada. Pero, además, sus discursos han perdido contundencia y no sólo por lo reiterativos, sino porque tienen a todo el mundo pendiente no ya del contenido, sino de sus frases poco felices, que son fogoneadas desde afuera y sobre todo desde la pata kirchnerista del Frente de Todos, para llevar al Presidente al ridículo y mostrar su debilidad. Los memes en las redes sociales resultan degradantes y atentan contra la investidura, aunque ello no justifica el intento del Gobierno de querer regularlas.

Los “diablos” de la inflación o la “terapia de grupo” a la que invitó para descubrir los males de la Argentina, sobre todo el inflacionario, han sido los clásicos de la semana, pero lo más complicado para Fernández es que tampoco parece darse cuenta de esos deslices, ya que los sigue cometiendo de modo recurrente, pero menos de sus omisiones, silencios y dudas discursivas. Hace unos pocos días para decir que “Argentina es acreedora ambiental” tardó una eternidad, bloqueado como estaba en el concepto. El mal momento que pasó fue penoso.

Más allá de que desde siempre todo tarda una eternidad en su gobierno y que hoy no da pie con bola en materia inflacionaria, el Presidente parece que tiene otras prioridades y se aferra a la ilusión de recomponer los vínculos con Cristina Fernández, tal como un novio al que le han dado salida, Lo más concreto es que parece ser que la vice ya ha optado por quedarse afuera de lo que ella calcula será un furioso ajuste, cuyo primer acto llegará en el invierno con  la falta de gas y que será casi imposible convencerla.

De allí, que se pueda pensar que el verbo “entender” es también una explicación hacia adentro del Frente de Todos destinada a quienes “no entienden” que él no sólo tiene la lapicera, aunque no la ejerza, sino la responsabilidad ante la historia. Pero como del otro lado no quieren ya prestarle atención, allí se ha quedado Fernández, en discursos de ocasión al que su debilidad política los vuelven huecos.

Esta nota es de acceso libre.
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios