La historia de amor de dos tucumanos que recorrieron el país con una camioneta muy especial

La historia de amor de dos tucumanos que recorrieron el país con una camioneta muy especial

EN PLENO VIAJE. La pareja disfrutó cada rincón del país

Juan Rojas Cornejo decidió emprender su aventura junto a su novia, Agustina Terán; en uno de sus viajes le propuso matrimonio.

Matías Auad
Por Matías Auad 17 Febrero 2022

Juan Rojas Cornejo puede decir con orgullo que ha pisado cinco continentes. La lista de países que este tucumano conoce es larga, pese a que sólo tiene 30 años: Sudáfrica, España, Francia, Italia, Holanda, Bélgica, Australia, Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Estados Unidos, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Brasil…

Deducir que ama viajar es más que evidente. Sin embargo, hace un año, mientras analizaba la posibilidad de emigrar, se dio cuenta de que le faltaba algo: no conocía en profundidad su propio país.

Le pareció insólito y decidió recorrerlo junto a su novia, Agustina Terán (28). A principios del 2021 fueron hacia el norte y a fin de año hacia el sur. Esta última no fue una travesía más. La hicieron sin parar en alojamientos gracias a una camioneta que Juan adaptó minuciosamente para poder acampar donde sea: por fuera, la 4x4 en la que recorrieron 7.200 kilómetros parecía una más, pero por dentro estaba equipada como si fuera una casa rodante.

“Queríamos estar más en contacto con la naturaleza: dormir y amanecer al lado de un lago. Ella es bastante aventurera así que por suerte armamos el viaje juntos. Obviamente me dijo como condición: ‘tiene que haber baño con agua caliente y que esté medianamente limpio por lo menos cada dos días o día de por medio’'', explica entre risas el joven a LA GACETA.

VIAJERO. Juan y su camioneta que transformó para dormir. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI VIAJERO. Juan y su camioneta que transformó para dormir. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI

El diseño

En el techo llevaban una carpa (se desplegaba en minutos) y un panel solar. Este se cargaba durante el día para poder, a través de una batería, encender luces LEDS y cargar celulares, una computadora y un drone.

El panel también “alimentaba” una bomba de agua para un tanque de 70 litros que llevaban en la caja del vehículo. Allí Juan montó al detalle una estructura de cajones de madera que pensó, diseñó y construyó durante ocho semanas, inspirado en youtubers australianos que publican contenidos sobre viajes.

“No hice exactamente el modelo que vi, sino que lo armé desde cero para nuestras necesidades puntuales. Me embarqué en la posibilidad de hacerlo aprovechando que sé manejar la madera por cursos que hice y porque soy muy curioso”, explica.

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En la caja les entraba: una heladera de 47 litros, una despensa con alimentos, una mesada, una cocina con ollas y utensilios, una pala, un anafe, una bacha, un caño y un depósito de combustible para contar con 20 litros extras. ¿Logró que todo eso se moviera bien sobre cuatro ruedas? Sí. Con cubiertas adaptadas para caminos de ripio, claro.

Si bien Juan es ingeniero agrónomo, hace casi dos años que fundó junto a un socio la empresa "Smartwood", que vende muebles. “Tengo un gusto por la madera desde chico. Siempre construí cosas. De hecho me hubiera gustado estudiar arquitectura, pero bueno. Terminé de ingeniero agrónomo como mi papá”, cuenta.

Igualmente se dio el gusto de diseñar la estructura en “Sketch”, una herramienta de diseño web popular entre arquitectos. Una vez que terminó hizo el despiece, empezó a atornillar, a armar y, al final, a unir las partes. Todo lo hizo en su taller durante sus tiempos libres.

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El viaje

Salieron un 20 de noviembre. Tras circular por Catamarca, La Rioja y San Juan, la primera parada fue en Mendoza. Luego Neuquén. Al tercer día, rodeado de montañas, cerca de volcanes, aguas termales y un lago, Juan sintió que tenía que dar un gran paso.

Cuando caía la tarde, se estacionaron al costado de la ruta y se escondieron entre los árboles. No para protegerse ante algún posible robo, sino para guarecerse del viento.

Se preparaban para pasar la primera noche fuera de un camping ya que donde estaban, en el municipio de Caviahue-Copahue, no había. Fue la primera oportunidad para que él hiciera gala de cada “chiche” de su camioneta rodante: desplegó el toldo, la cocina e hizo un wok de verduras.

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Mientras, la naturaleza hacía lo suyo. El sol se escondía entre las montañas pintando el cielo de naranja y las luces del pueblo de 600 habitantes (Indec) se reflejaban en el lago. “Pensé que era el momento”, recuerda el joven, que había llevado anillos para proponerle matrimonio a su novia “pero iba a ver si se daba” porque “capaz se pudría todo”. Es que no conviven y nunca les había tocado pasar tanto tiempo juntos.

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Sentados bajo el toldo, mirando el agua, después de la cena, la conversación se tornó muy íntima: recordaron episodios de sus siete años de noviazgo, de cómo se conocieron, de esa vez que cortaron por tres meses en los que no se hablaron y de qué tenían proyectado para el futuro.

Él le pidió que lo esperara porque iba a sacar de la camioneta unos chocolates. Fue la excusa para buscar los anillos que estaban escondidos debajo de un asiento trasero. Volvió, se sentó y le preguntó si quería pasar el resto de su vida con él. Ella lo miró y le contestó que sí, que obvio. Ahí sacó de su bolsillo los anillos. Ella, sorprendida, le preguntó: “¿en serio?”

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Tras siete años de novios, volvieron con fecha de matrimonio. “Ella no se lo esperaba, porque si bien ya veníamos hablando del tema, siempre le dije: en el viaje no hay forma que lo haga porque va a ser muy obvio. Se lo creyó, ja. Lo bueno de hacerlo los primeros días es que nos dio el resto del viaje para empezar a planear el casamiento”, cuenta.

Itinerario

Recorrieron, en total, diez provincias. Se detuvieron en varios puntos de interés en Río Negro y en Chubut. Cruzaron de oeste a este el sur hasta llegar al Atlántico para visitar Trelew, Puerto Madryn y otras costas. Volviendo hacia el norte pasaron por La Pampa, Córdoba, Santiago del Estero y finalmente llegaron el 21 de diciembre a Tucumán.

“Viajando así tenés libertad, no tenés que respetar reservas de hoteles ni nada. De repente te gustó un lugar y querés quedarte, lo hacés. No te gustó y está feo el día y te vas. No estás atado a absolutamente nada”, dice.

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Juan explica que se permitieron pensar en un viaje fuera de lo que habituaban hacer porque habían investigado que las características del sur del país lo permitían. “Las calles y las rutas principales están pavimentadas, impecables, bien señalizadas...Te sentís con mayor seguridad. Dejamos la camioneta sola y nunca pasó absolutamente nada ni cerca. Es una zona preparada para el que quiera hacer una aventura como esta”, asegura.

Al comparar la infraestructura de las jurisdicciones que visitó, lamenta sentir que Tucumán podría estar mejor. “Algunas provincias, comparadas con la nuestra, parecen de otro país. Está todo más pensado, mejor mantenido. La peor en infraestructura vial está aquí. Por lejos. Se nota en las rutas y en las ciudades. Los pozos, la improlijidad, la suciedad, la rotura, la falta de mantenimiento y la falta de obras nuevas”, afirma.

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Luces y sombras

Otro punto a favor de este tipo de viaje, destaca, es la proximidad que pudieron tener con la vida silvestre y la naturaleza. “Una vez dormimos en una playa virgen donde no había nadie. El campo daba al mar en la costa atlántica, dos horas al sur de Trelew. A la mañana nos levantamos y por la ventana de la carpa vimos que había un zorro caminando y oliendo el agua del mar. A ese nivel de conexión uno no lo consigue por las vías normales de turista”, ejemplifica.

De todas formas, el joven advierte que un viaje así no es para cualquiera. “Puede parecer muy folclórico, pero no es lo mismo que estar impecable en la ciudad, sin tierra, durmiendo con ventilador o el aire acondicionado”, compara. Recuerda que una noche de temperaturas bajo cero tuvieron que “pelearle” al frío en la carpa con tres colchas, dos bolsas de dormir, abrigos y dos bolsas de agua caliente que habían hervido en la cocina. Costó.

En cuanto a presupuestos, estima que para hacer una travesía similar habría que disponer entre $180.000 y $250.000, incluyendo excursiones y visitas, pero sin tener en cuenta la puesta a punto de la camioneta. Al menos con los precios de noviembre/diciembre de 2021.

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Lo que más pesó en sus gastos, dice, fue el precio de los combustibles. Es que en campings, cuenta, llegaron a pagar una vez sólo $600 por persona por noche.

Juan clasifica esos hospedajes en “agrestes” y “organizados”. A los primeros los describe como espacios al aire libre, con llanos y pasto poco cortados. “Podés estar a la orilla de un río, pero no tenés tantas instalaciones, no hay tanta intervención del hombre. No hay un asador, no hay un baño con agua caliente, no hay una proveeduría, no hay luz de noche”. Los segundos, dice, son los que más vio en el sur. En ese tipo se puede acceder a agua caliente y a todas las comodidades que no hay en los agrestes.

Calcula que en estos casos, en los que tenían hasta WiFi, llegaron a pagar entre $2.600 y $3.000. “Usamos mucho Google Maps para buscar campings, leer los comentarios de la gente y ver las puntuaciones. Si veíamos que los baños tenían buena crítica y ofrecían agua caliente, íbamos de una”, explica.

A tres meses de la fecha que fijaron para casarse, Juan y Agustina están analizando la posibilidad de viajar nuevamente, pero esta vez por tiempo indefinido.

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Al posible nuevo destino no se puede ir en vehículo. Por eso la camioneta en la que viajaron ya no tiene el “poder” de casa rodante: fue desarmada y sus elementos de viaje, vendidos.

“Está la idea de ir a España a hacer lo mismo que hago acá con mi socio. Creo que es el momento (no tenemos hijos) y que laboralmente hay ahí mayor estabilidad, no hay tanta presión impositiva, las reglas de juego son más claras, no hay tanta inflación, cosas que en este país asustan. No digo que todo el mundo se está yendo ni que tengan que irse. Capaz me equivoco, pero es un desafío personal y quiero probar cómo es”.

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