Beatriz Sarlo: “no tengo pruebas para hablar con optimismo del futuro de la Argentina”

Beatriz Sarlo: “no tengo pruebas para hablar con optimismo del futuro de la Argentina”

La intelectual es crítica tanto de la actual gestión de Gobierno como de la anterior y asegura que la única forma de salir adelante de la crisis en la que vivimos es apostando por la educación.

 la gaceta / foto de archivo la gaceta / foto de archivo

Reconoce que puede equivocarse y eso, tal vez, la hace diferente en muchos sentidos. Lo dice abiertamente: “hubo momentos en los que me equivoqué”. En tiempos en los que el grito parece valer más que la palabra, mientras los argentinos nos hundimos en las diferencias, reconocer los errores es ejemplar. Pero, paradójicamente, Beatriz Sarlo, que de ella se trata, advierte que hoy la gente no les presta atención a los valores. Que no habla de ellos. Que no les preocupa. Con una mirada pesimista sobre el futuro, una de las más importantes intelectuales de la Argentina no deja de defender ese componente que jamás debería faltar en la agenda cotidiana: la educación. Desde Buenos Aires, y durante casi una hora, Sarlo habló con LA GACETA y desgranó conceptos sobre una Argentina que, dice, se creyó más importante de lo que era y ahora está pagando el precio de esa soberbia.

- ¿Podemos hablar con optimismo del futuro con nuestros hijos en Argentina?

- No. Hoy no se puede hablar con optimismo de lo que puede venir, y si les habláramos del pasado a nuestros hijos sería más melancólico aún. Hablar del período de entre 1910 y 1950, donde Argentina era un gran país, sólo por detrás de Brasil y de México. Era un país considerado moderno, sin mayores dificultades, sin enfrentamientos irracionales, con un sistema productivo en alza, con inmigración floreciente. Hoy no tengo pruebas para hablar de optimismo al futuro, y no hablaría de esa manera con los chicos. Fuimos un país que estaba entre los 15 mejores del mundo en alfabetización y hoy estamos entre los 15 más problemáticos. No digo que los padres les digan a los hijos que se vayan, pero somos hijos de la inmigración. Sobre todo los que vivimos en la franja central de la República Argentina tenemos un linaje inmigratorio, a los cuales les fue bien. Mi propia familia era piamontesa, con una abuela que era analfabeta total, y un abuelo auxiliar de sastre. Pero que tuvieron hijos que fueron abogados recibidos en la UBA, e hijas que fueron maestras. Ese ascenso cultural que se dio en las primeras décadas del siglo hoy es imposible de pensar. La cultura es cada vez más una palabra y no un hecho y me parece que es por ahí, por la alfabetización, que Argentina debe profundizar un camino. Volver a la escuela es fundamental.

- ¿Qué nos pasó a los argentinos después de la década del 50?

- Sufrimos los golpes militares. Frondizi, Onganía, Levingston, Lanusse que intentó hacer una transición. Desde el 55 tuvimos cortos períodos democráticos y muchas dictaduras. Eso influyó sin dudas. Y además la Argentina no estaba por el tipo de camino de los países que podían crecer rápidamente. Argentina se creyó superior por el tipo de inmigración que tuvo, con la llegada de europeos. Hicimos una gran integración y parecía que las cosas podían salir bien. Pero los países que no pertenecen al mundo central como Europa o Japón o Estados Unidos es muy difícil que tengan un destino brillante. O son grandes en serio o se quedan ahí. Y en América, dejando de lado Estados Unidos, los países importantes, los grandes, son Brasil y México, más allá de que te puedan gustar o no sus regímenes políticos. Argentina no corre nunca a la par de ellos. Es más bien su sombra.

- Se responsabiliza a los 70 años de peronismo como el padre de todos los males. ¿Es tan así?

- Los que dicen eso no conocen bien la historia. Durante esa época fue el florecer de las luchas por los derechos sociales, con crecimientos económicos, políticos y sindicales, y en eso mucho tuvo que ver la época fundacional del peronismo. Lo cual no significa que no se pueda criticarlo por una ideología. Tiene virtudes y defectos. Pero no olvidemos que es un movimiento con bases populistas, con tendencias de origen diferentes. Tuvo en su momento ciertos rasgos modernos, y tuvo rasgos arcaicos y antidemocráticos que inclusive hoy perduran, como con el régimen de Gildo Insfrán. Pero el peronismo, como todos los movimientos, tuvo y tiene distintos protagonistas. Jamás se podrá comparar a Insfrán con Antonio Cafiero, que fue un gran demócrata.

- Se dice que la ciudadanía les reclama a los políticos soluciones a temas concretos como la inseguridad, el narcotráfico, la inflación y la educación, pero ellos miran hacia otro lado. ¿Lo comparte?

- No. Creo que la política se demuestra ineficaz, o no encuentra soluciones, pero no creo que miren hacia otro lado. Yo no puedo decir que el gobernador de Buenos Aires, con quien tengo profundas diferencias, no está preocupado por lo que sucede. Lo mismo en el interior. Pensar que no prestan atención a esas cuestiones es pasar por alto la complejidad de los problemas. Por ejemplo, Santa Fe fue una provincia casi socialdemócrata y hoy casi sucumbe al poder del narcotráfico, sobre todo en Rosario, la segunda ciudad del país. Pero eso no quiere decir que el gobernador Omar Perotti no esté preocupado por lo que sucede. El problema es que hay un distanciamiento de la ciudadanía, que no se siente interesada por los políticos. Yo hablo mucho con la gente, y las quejas hacia la política son constantes. Pero también creo que, paradójicamente, en el momento en el que más información llega en el mundo, es cuando menos sabemos interpretarlas. Todos los días viajo en el subte con otras 60 personas en un vagón. Y soy la única que llevo y leo el diario de papel. Todos en sus computadoras y sus celulares están con Facebook, con redes sociales. Así es muy difícil informarse. Y por ende, poder interpretar a la política. La lectura de un diario en papel es distinta de la de las redes. En los diarios de papel bien escritos todavía se podría aprender a leer por ejemplo. Eso con las redes es imposible.

- Es paradójico que en el momento de mayor cantidad de información sea complicado analizarla…

- Incluso a mi me resulta difícil procesar la profusión de información en las páginas web de los diarios. Me informo todo lo que puedo, tengo que escribir mi columna cada 10 días, pero es complicada la situación de gente que recibe muchas informaciones mezcladas y no sabe separarlas. Uno abre una página web y tienen la misma importancia el casamiento de Wanda Nara que el del príncipe Harry, y eso no puede ser así. Las implicancias políticas de lo que suceda con la Corona Británica no pueden estar al nivel de Wanda Nara. Muchas veces los diarios carecen de jerarquía periodística. Hay como un sentido común que los italianos llaman cualuna cosa, es decir cualquiera. Dicen todo y al mismo tiempo no dicen nada. Así es cada vez más el periodismo. Con las redes eso se potencia. Por ejemplo, las famosas discusiones por Whatsapp. Cuando apareció, lo instalé en mi teléfono y a los pocos días vi cómo se adueñaba de mi agenda, y yo no tengo tiempo para discutir de ese modo. Hablo en persona con la gente, me interesa lo que piensan. Prefiero 10 minutos de charla con un político desconocido a cualquier intercambio por redes.

- Que los ciudadanos hoy voten espacios y no partidos políticos, ¿qué le dice a usted?

- Toda esta crisis comenzó de alguna manera con el pacto de Gualeguaychú, donde la UCR, que era un partido histórico y organizado se unió con el PRO, un partido de llaneros solitarios poderosísimos. De esta manera la UCR le da la espalda a una tradición que combinaba democracia con aspiraciones políticas. El pacto de Gualeguaychú fue una desgracia. A los políticos con experiencia se los distingue. Uno puede estar o no de acuerdo con Gerardo Morales, o con Alfredo Cornejo, incluso con Juan Schiaretti, pero se sabe quiénes son. Hoy los políticos que sabían constituir sus bases territoriales con los partidos son minorías.

- ¿Nota mucha violencia en la sociedad? De ser así, ¿le asusta?

- Si hablamos de peleas políticas, siempre me fascinaron por la voluntad que se daba en esa discusión. Hoy la gente ama y usa la palabra grieta, palabra que a mí no me gusta y no uso. Si no, deberíamos hablar de grieta en Estados Unidos, en Alemania o en España donde también hay partidos políticos enfrentados. Vi muy fuertes discusiones políticas desde chica. Tenía un padre profundamente gorila que me llevaba a arrancar carteles de la calle, siempre en un clima muy político. El problema hoy está en no saber asumir errores. En no saber dialogar. En no saber discutir, justamente. Yo me equivoqué muchas veces, y lo reconozco. Pero tengo la seguridad de que en las redes no se equivocan nunca (N. de la R: lo dice con ironía). Lo bueno es poder decir me equivoqué. Hoy se perdió el atractivo de la discusión. Los domingos en muchas casas la discusión era política, pero se podía intentar razonar. Hoy la política y la economía son tan complicadas como siempre. Pero cuando uno dice voy a hacer política, debe saber explicar sus ideas. Una persona como Javier Milei que le grita “soretes” a sus adversarios debe revisar sus discursos. Lo mismo corre para quienes llevan gente y hacen actos en Plaza de Mayo o en la avenida 9 de Julio. Alfonsín fue muy popular, con todos sus errores, pero tenía una gran oratoria. Eran otros tiempos. Hoy algunos gritan, pero no saben hablar. Yo no coincido en casi nada con Axel Kicillof, pero es una persona formada, que da clases. Tampoco con Sergio Berni, pero tiene oratoria, es inteligente. En Europa vimos casos extremos en su época, con dirigentes del franquismo, con los que se podía o no coincidir, pero estaban preparados. Ni qué decir de Angela Merkel. Todo, todo tiene que ver con la educación y cómo nos formamos. Hoy no sabemos decirles que no a los chicos, no nos preocupamos por su formación. Los chicos creen que pueden hacer lo que quieran para ser felices, y eso no es así. Los padres deben tener la responsabilidad de formarlos, de educarlos, de poner límites. Por eso cuando me preguntan si hay esperanzas en Argentina yo hoy digo que pocas, pero para sostener esas pocas hay que devolver a los alumnos a la escuela media. Hoy salen de la primaria sin saber leer o escribir y eso es terrible.

- ¿Qué o a quién deberíamos leer hoy?

- Creo que el autor al que todos debemos releer hoy para entender cómo estamos es Tulio Halperin Donghi y su obra “Argentina en el callejón”, donde encontró claves en el desarrollo de la sociedad de nuestro país. Hay que leer, hay que leer a los historiadores, los chicos deben leerlos. Alguna fuerza debe hacer la escuela para que lean. Cuando leímos “Ulises”, de James Joyce, nos estalló la cabeza. Hay que buscar esa sensación. Pero hoy, y lo digo con tristeza, no sé cuántos profesores están en condiciones de aconsejar libros, o que puedan ser expertos en historia argentina para enseñarles a los chicos. Pero por eso insisto, leer a los Luis Alberto Romero, a los Martínez Estrada, a los Halperin Donghi debería ser una obligación.

- ¿Cree que la gente está preocupada por la pérdida de valores?

- No. Hoy a la gente lo que menos le preocupa son los valores. No habla de eso. Es una pregunta difícil. Creo que Kant se rompería la cabeza. La gente ve valores encarnados, pero no está en su agenda hablar sobre ellos.

- ¿Por dónde cree que van a pasar los nuevos paradigmas educativos?

- No lo sé. Creo que el punto central es profundizar la educación. A veces entro en diarios franceses a buscar cartas de lectores que no tengan errores de ortografía. Creo que no se puede resignar la eficacia de la educación, hay que ver los procesos de los cambios pedagógicos. Le cuento una anécdota. Estaba en París en la casa de una amiga y llegó la hija, profesora, despavorida, diciendo que un alumno en vez de llamarla madame la había llamado por su nombre. Esa joven aquí no subsistiría si enseñara en un secundario. Yo no creo que haya nueva pedagogía. Lo que debemos profundizar es la proximidad de la enseñanza. Que los chicos realmente estudien. Yo temo cada vez que veo los análisis educativos, como los de las pruebas Pisa. Los alumnos tienen problemas para leer subordinadas. Algo está pasando en la educación. No se atiene a lo que se debe, que es enseñar. Pero el problema no es el alumno, el problema es el educador. Sin embargo, el alumno hace lo que le permiten hacer. Hoy la pedagogía dice que no podemos forzarlos a estudiar y eso es una locura. Tenemos una educación para ricos, para gente que puede costearla, pero no para pobres. Entonces estamos excluyendo a la mitad de la población. Tenemos la obligación de darles instrumentos a todos para que estudien. Y en eso agrego todo lo sucedido este tiempo con la falta de conectividad, con zonas en las que no se podía estudiar ya que no hay acceso a internet. Hay que invertir en educación, es lo más importante.

- Hace pocos días se celebró el aniversario del decreto de Perón con el cual se sacaron los aranceles universitarios. ¿Qué representó ese acto?

- Sin dudas fue un período de enorme expansión de la educación terciaria y al mismo tiempo un período de expansión de las clases medias y bajas. Las clases medias podían ser antiperonistas, pero se beneficiaron. Igual creo que hoy hay que repensar la gratuidad de la enseñanza pública, que se termina pagando con los impuestos. Hay que analizar otros sistemas. Y no digo que debe dejar de ser gratuita ni mucho menos, pero avanzar en, por ejemplo, una especie de banco hipotecario del estudio, donde se pueda ir haciendo depósitos a futuro. En algún momento va a haber que repensar esto.

- Después del #MeToo y el aborto, ¿cuáles cree que son las próximas luchas por los derechos ciudadanos que deberían avanzar?

- Todas las leyes que protejan derechos deben ser custodiadas. De ellas, hoy la más importante es la ILE. Ahora vendrá una nueva configuración parlamentaria, y entonces hay que cuidarla más, sobre todo por la oposición que genera en sectores con distinta ideología, con la religión y hasta con la cultura. En cuanto a los derechos de las mujeres, el camino de la igualdad social no se termina nunca de recorrer, y entonces debemos seguir apostando y luchando por esa igualdad.

- Vuelvo entonces al principio de la entrevista. ¿Tenemos futuro? ¿Cómo ve la realidad política de este país?

- Lo primero que le digo es que uno debe pensar muy bien cuando vota. Uno sabe el desastre que fue el gobierno de Macri, que no cumplió con ninguna de las promesas que hizo. Y este gobierno se encontró con un panorama desastroso. Hoy se habla de que tenemos un gobierno bicéfalo, lo que me preocupa pero no tanto mientras Cristina Kirchner advierta que las cosas no están bien y que se debe hacer algo. Lo que me preocupa es la incapacidad para llegar a acuerdos. La idea del bicefalismo no es importante. Si manda Cristina, que mande, pero el que tiene la lapicera es Fernández. Habrá que ver luego del resultado de las elecciones cómo se llevan las instituciones. A este gobierno le quedan dos años y no se si podrán ser reelectos. No soy optimista, todo lo contrario, soy catastroficista con lo que viene.

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