Adiós a los viejos roles en Las Cañas

Adiós a los viejos roles en Las Cañas

Mercedes se encarga de cuidar los tres palos; Gustavo, de estar con los hijos.

EN FAMILIA. Los Núñez Araóz, en el predio del Jockey Club. EN FAMILIA. Los Núñez Araóz, en el predio del Jockey Club.

El sol pega tanto como las interminables cervezas que hay en cada una de las mesas del tercer tiempo en Las Cañas. La música va al ritmo de DJ Giselle Gutiérrez y allí, en ese predio, se juntan mil y una historias de personas que se reúnen por una misma pasión: el fútbol. Entre esos pequeños cuentos desconocidos está la de la familia Núñez Araóz, una pareja de jóvenes deportistas y padres de dos niños, pero con la particularidad -aunque ya no lo es tanto en estos tiempos- en sus cambios de roles. Ella es la que juega a la pelota y él es quien se dedica a cuidar a los más pequeños mientras su mamá defiende el arco para su equipo “Pura Química”.

La pareja en cuestión es la de Mercedes (35) y Gustavo (37), novios desde hace más de 10 años y padres de Felipe (8) y de Delfina (4). “Él es mi sostén en todo. Me ayuda a entrenar en casa desde el primer día que empecé con esto y a la vez a estar con mis hijos, apoyándome en cada partido, mientras me toca estar en el arco. Es mi fan número 1”, dice “Mer”, mientras mira con ternura a su pareja.

“Los sábados en Las Cañas es para nosotros nuestra actividad en familia. Nos encanta pasar el tiempo aquí con los chicos, sobre todo porque somos muy futboleros. Para mí es buenísimo ver a ella cómo saca pelotas y así darle mi aliento todo el tiempo. Me encanta que el fútbol ya no sea cosa de hombres. Se ha equiparado mucho y las mujeres hoy la rompen con la pelota. Y en Tucumán se nota en todos lados. Pasás por una cancha y ves a las chicas con sus equipos o también podés ver partidos mixtos. En Las Cañas hay mucha vida familiera y eso está muy bueno también”, aporta Gustavo.

Mercedes confiesa que cuando está en pleno partido trata de no dedicarle, como por ejemplo cuando ataja un penal, esos "logros" a su pareja. “No es que no lo sienta o no lo quiera hacer; sino que cuando estás ahí estás muy concentrada y no dimensionás todo lo que pasa afuera. Pero sé que él está dándome su apoyo. Y escuchar a tus hijos decir ‘vamos, mamá’ es algo que no tiene precio y me encanta”, cierra esta arquera que decidió dejar a su pareja que cuide a los chicos mientras ella cuida los tres palos de su arco. Amor puro.

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