El metaverso del presente

Mark Zuckerberg por fin nos reveló de qué se tratará el metaverso que tiene en su cabeza. A lo largo de una presentación en video que duró más de una hora, el creador de Facebook dio detalles del nuevo mundo que imagina en el futuro, “el sucesor del internet móvil” en sus propias palabras.

A diferencia de otros años, la última conferencia Facebook Connect no estuvo centrada en la presentación de productos. No develó detalles de alguna red social o de funcionalidades extra que adquirirán sus servicios más consolidados. Fue una exposición de lo que Zuckerberg considera que será el futuro de internet, de las conexiones humanas y de la forma en la que viviremos en la intersección de lo real y lo virtual. Dicha “hibridez”, palabra tan de moda en esta transición de los tiempos pandémicos, parece ser un destino inevitable según el magnate de Silicon Valley. Hacia allá iremos sin que nadie nos pregunte.

En el metaverso crearemos avatares, a través de realidad virtual nos conectaremos de manera “más natural” con nuestros contactos, amplificaremos nuestros sentidos a través de anteojos tecnológicos en los que montaremos escenarios ideales alrededor nuestro. Quizás hasta podamos tener la casa del propio Zuckerberg, con vista al mar, telescopio y un espacio infinito que excede a los pocos ambientes que poseen la mayoría de los usuarios de redes sociales.

“Podremos sentirnos presentes como si estuviéramos junto a los demás sin importar la distancia, podremos expresarnos de formas nuevas, alegres y totalmente inmersivas y eso hará posibles un montón de nuevas experiencias”, prometió el CEO de la compañía. De esta forma el metaverso plantea problemas actuales que promete solucionar y casi todos ellos están vinculados con los límites que nos impone el mundo material, atravesado por circunstancias de tiempo y espacio. La distancia, la experiencia, la presencia, la alegría parecen ser ingredientes con los que haremos el cóctel de nuestros sentidos en el futuro. Las posibilidades aleatorias de la vida analógica se reducirán así también como la importancia de lo tangible, de hecho el propio Zuckerberg lo remarcó, un mundo en el que lo importante no serán los productos sino más bien los entornos en los que los consumiremos.

¿En esa experiencia ideal entonces, dónde quedan los conflictos, las diferencias, las crisis? ¿Cuánto de la condición humana estamos dispuestos a renunciar para convertirnos en figuras perfectas, rodeados en escenarios sacados de un videojuego? Lo lúdico parece ser la impronta que conducirá a montar el metaverso o al menos así lo dejó entrever la presentación de Zuckerberg. Gente joven, de diferentes rasgos étnicos, sonrientes y diseñados quizás por los mismos creadores que las animaciones infantiles. No existen arrugas en ellos, tampoco imperfecciones, mucho menos dificultades motrices. El metaverso es omnipotente y parece librarnos de esas preocupaciones que serán vestigios de un futuro cercano. De hecho, la tecnología actual es un problema según el presidente de Facebook, porque nos imposibilita expresar las emociones y señales humanas. Con el metaverso, estarán potenciadas, optimizadas también.

Ante el aluvión de críticas que recibió la empresa en las últimas semanas por la filtración de documentos que pusieron de nuevo a la compañía en el debate político por sus alcances, Zuckerberg también reconoció que la nueva tecnología va a requerir “construir un ecosistema, establecer normas y nuevas formas de gobierno”. Los Estados, tal cual los conocemos, deberán adaptarse, también sus leyes y contratos. ¿Cuáles serán los delitos en el metaverso? ¿Cuáles serán los derechos de propiedad en esa construcción de bits? ¿Cuáles serán las condiciones de privacidad y seguridad de sus usuarios?

La presentación de Facebook fue un show de promesas. Las únicas referencias que tenemos del metaverso están desplegadas en los videojuegos que permiten a sus usuarios conectarse entre sí. Sus consumidores ya saben cómo es relacionarse con avatares montados por personas que desconocen, que están a miles de kilómetros de distancia, pero que resultan indispensables para su estrategia en el juego. De nuevo lo lúdico, pero con un sentido pragmático innegable. Por más utópica que parezca, la cosmovisión de Zuckerberg no nos ofrece las claves del futuro cercano, sino más bien la lectura de un presente, siempre contradictorio, disperso e inexplicable. Gracias, Mark.

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