Cartas de lectores V: Tributo a la siesta

Cartas de lectores V: Tributo a la siesta

Cartas de lectores V: Tributo a la siesta
12 Octubre 2021

Con el advenimiento del verano, regresan a nuestra memoria y vida cotidiana las ardientes, tórridas y abrasadoras temperaturas que reinan en las famosas siestas norteñas, desperdigando una serie de anécdotas y sabias afirmaciones que las pausas estivales al ser invadidas por el sopor y la modorra constituyen un reparador bienestar y a la vez un retorno a la civilización y un tan ansiado sosiego y un breve abandono al bullicio y la alienación. Claro que las sonoras cigarras se han llamado al silencio, su estridente sonido ha desaparecido inmolando el paisaje y recrudeciendo el estío. Una interminable lluvia de cemento y cada vez más profusa, ha tapizado el verde de las frondas y el pletórico y mullido césped escasea. Regresando al siglo pasado, cuando el “vicio” de la siesta era sagrado y su majestad el reposo del mediodía significaba rendirse a un placentero letargo, la calcinante temperatura solía escenificar inagotable remedos. Uno de ellos lo narraba el polémico y sagaz escritor Arturo Jauretche (1901-1974), cuando viajaba en tren a Tucumán en el verano del 1928 y el candente se hacia sentir, marcando un récord de temperatura el termómetro del coche comedor. Al llegar a la ciudad de La Banda descendió el coronel De La Zerda, candidato a gobernador por los radicales antipersonalistas. En el andén una pequeña banda y un desganado y breve discurso le daba la bienvenida. Después de la fugaz ceremonia, quedamos solos en la plataforma el jefe de la estación y yo. Entonces fue que le pregunté al jefe: ¿Puede ganar el coronel éste? Después  de una pausa me respondió: Prestigio no tiene mucho y menos el partido que representa, pero el hombre es muy trabajador, y ratificando lo dicho expresó: ¡Figúrese que no duerme la siesta! y a continuación agregaba: “La verdad, señor, es que no sé qué gana con estar despierto, porque como los demás estamos durmiendo”. Lamentablemente el coronel De La Zerda perdió la elección, y lo que es más importante: las siestas. Me quedé atónito con la respuesta del santiagueño, pensando lo que podría suceder y significar si aquel hombre llegado al gobierno desterrara de las costumbres, la siesta, y colocando a Santiago del Estero en la ruta de la civilización europea. Hoy la vorágine del mundo actual y la resultante de sus secuelas nos separa y nos priva de la tradicional convivencia con la siesta, para despertarnos abruptamente, irrumpiendo el sueño y la placidez que nos prodiga el dios Morfeo.

Alfonso Giacobbe

24 de Septiembre 290

San Miguel de Tucumán

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