Cartas de lectores VII: la soledad: ¿cómo ayudar a las personas que la padecen?

Cartas de lectores VII: la soledad: ¿cómo ayudar a las personas que la padecen?

04 Octubre 2021

En una de sus muchas definiciones, la soledad ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud como la insatisfacción de una persona con el número y calidad de las relaciones sociales. Igualmente, puede describírsela como la sensación que surge cuando hay una brecha entre las interacciones sociales que se desean y la realidad. Desde tiempos antiguos, los filósofos nos conceptualizaron como seres sociales por naturaleza, ideados para convivir en sociedad. En estos tiempos podemos pensar lo mismo, por lo menos quizás, para la mayor parte de la población. Sin embargo, y más allá de las definiciones que se pueden adoptar, ¿Es la soledad un estado, una enfermedad, un padecimiento o ambas cosas? ¿Cómo afecta a las distintas personas que la padecen? A diferencia de otras enfermedades o padecimientos mentales, la soledad no tiene un diagnóstico clínico propio, aunque puede encontrarse incluida dentro de la definición de salud de la OMS: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Necesitamos de interacción social para poder funcionar y desarrollar nuestras rutinas diarias. Diversos estudios se realizaron para analizar las consecuencias que la soledad tiene en la salud física y mental de las personas. En un estudio publicado por la revista Nature Neuroscience en noviembre del año pasado, se analizó por resonancia magnética el cerebro de 40 participantes de un experimento, luego de ser aislados en un laboratorio sin tener interacción con otras personas. Transcurridas 10 horas de aislamiento, los participantes reportaron sentirse solos y deseaban interacción social. Cuando los participantes vieron fotografías de personas que participaban en actividades sociales, las resonancias mostraron una activación del mesencéfalo idéntica a la de quienes vieron fotografías de comida después de diez horas de ayuno. El estudio concluyó acerca de la similitud entre el ansia social que provoca el aislamiento, y el hambre provocada por el ayuno. Otros estudios muestran cómo la soledad está asociada con el cambio en la regulación biológica de los sistemas endócrino, cardiovascular, inmune e inflamatorio, por ejemplo, en los aumentos de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, o alteraciones en la producción de glóbulos blancos. La consecuencia en la modificación de los hábitos saludables también es notable: mayor sedentarismo, alimentación inadecuada, cambios en la cantidad y la calidad del sueño. La soledad afecta a personas de distintas edades, desde adolescentes hasta adultos mayores. También se manifiesta en diferentes grados, siendo la soledad extrema o crónica, la que genera mayores dificultades en la salud física y mental. Es un sentimiento subjetivo, que puede sentirse estando solo o en una multitud, en grandes ciudades o en pequeñas comunidades. Para ayudar a quienes se encuentran solos, países como Reino Unido y últimamente Japón, crearon Secretarias de Estado en sus organizaciones gubernamentales, destinadas a abordar la soledad como un problema de salud pública. En Argentina, al igual que en otros países, existen por ejemplo, líneas telefónicas públicas para ayudar a personas en riesgo de autolesión o a quienes se encuentran en situación de calle. También, en tiempos de pandemia se crearon servicios de asistencia psicológica, brindados por colegios de psicólogos y facultades de psicología. “He estado intentando, desde hace algún tiempo, encontrar dignidad en mi soledad”, escribió la poeta Maggie Nelson en su ensayo lírico Bluets de 2009. Podemos pensar en que la ayuda a personas que se encuentran solas, debe provenir no solo de organizaciones públicas, sino además, de instituciones sociales como ONG, y de la colaboración de cada uno de nosotros, ayudando de distintos modos a quienes padecen de soledad, como recibiendo ayuda si nos sentimos solos. Campañas de concientización en escuelas, colegios o universidades, sobre la necesidad de estar conectados emocionalmente con los demás, pueden ser de ayuda. Una llamada de teléfono, un mensaje de texto, visitas periódicas, preguntas cotidianas, actos de amabilidad, pueden igualmente, ser el inicio de un primer paso para cambiar el estado de ánimo de alguien. Invitar a participar en fundaciones o en otras actividades grupales a personas que están solas, es una buena opción para que puedan integrarse socialmente. Canalizar nuestro dolor propio para ayudar a los demás, es una forma de sentirnos menos solos. Como dijo Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia de la Universidad Brigham Young, especialista en aislamiento social, “Una de las mejores formas de ayudarnos a nosotros mismos es ayudando a los demás”. Quienes están o se sienten solos necesitan de nuestra colaboración. Podemos con cambios en nuestros hábitos y una mayor concientización social, ayudarlos a sentirse mejor y poder así empezar a cambiar su calidad de vida.

Leonardo Charaf

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