02 Octubre 2021
Hablar de pobreza, ya sea en Tucumán o en el país, es quedarse corto. Ahora está brillando a pleno la palabra indigencia. Mal que nos pese, esto es indicativo de flagrante incapacidad para resolver los problemas de supervivencia que nos están arrinconando contra las cuerdas, en busca del knock out. ¿Qué clase de boxeadores estamos mandando al ring? Amagan, se agachan, se mueven, fintean, pero no pegan una. Campeones del bailoteo y el amague, pero nada de efectividad. Y bue... Así nos va. Triste resultado para un gran pueblo que creyó que ya tenía comprada la gloria, derivada de prohombres que hoy, desde el más allá, deben estar observando con amargura lo buenos que somos para bajar al pozo. Nunca para subir a las alturas. ¿Dónde están los sabios conductores que se supone tenemos? ¿Por qué no se los pone al frente, para frenar la vergonzosa caída hacia la miseria total que nos espanta? ¡Ah! ¡Ellos no saben mentir! Y los mejores cargos de conducción están -!Oh, cruel destino!- reservados para los mejores mentirosos. Y decididamente no para los más capaces, o más honestos, o mejores estadistas. Nuestros votos están emponzoñados y nos llevan, una y otra vez, a la perdición. ¿Acaso no tenemos hombría para plantarnos ahora y gritar a voz en cuello ¡Basta ya!? Digamos que sí. Claro que sí.
Darío Albornoz
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