El payaso y el Hombre Araña que manejaron un colectivo

El payaso y el Hombre Araña que manejaron un colectivo

José Torres y Antonio Carrazana condujeron su unidad de la Línea 130 disfrazados. La importancia de llevar alegría. Pensar en el otro.

AL VOLANTE. José Torres se disfrazó de payaso el domingo. AL VOLANTE. José Torres se disfrazó de payaso el domingo.

El Día de las Infancias del domingo tuvo condimentos especiales, con mucha diversión y algunas dedicatorias especiales para arrancar sonrisas.

Esa vocación llevó a José Torres a disfrazarse de payaso antes de subir a su unidad de colectivo 81 de la Línea 130 (El Limón SRL). El chofer se puso careta, peluca y traje completo para recibir a los pasajeros menudos y trasladarlos en su recorrido habitual entre Tafí Viejo y la Terminal de Ómnibus.

Como el boleto era gratuito en la jornada infantil, sólo cobraba una sonrisa pícara de sus viajeros más chicos. Una música especialmente elegida con temas del Sapo Pepe y de Piñón Fijo completaba el clima alegre con una suerte de karaoke sobre ruedas en un ómnibus ambientado con globos de colores. La repercusión en las redes sociales fue inmediata.

“Estoy siempre alentando a que se hagan estas cosas y me gusta estar con los chicos. Quería sorprenderlos para alegrarlos y hacerlos reír. Me vestí de Papá Noel en Navidad, de Rey Mago en Reyes y con los colores patrios el 9 de Julio y esta vez tenía todo preparado para el Día del Niño, y mientras mi poder económico me lo permita lo seguiré haciendo. Todas las veces que ornamenté la unidad y contagié felicidad a las personas lo hice solo. Fue hermoso, no hay nada mejor que ver la carita de emoción de los chicos”, explicó a LA GACETA.

Al tiempo de los reconocimientos, agradece la autorización y la ayuda económica que recibió del dueño de la empresa, Julio Haro, y de su hija Florencia Haro, quien tuvo una participación especial inesperada. Pero sabe que sin apoyo familiar todo era imposible, y pone en primer lugar de su gratitud a su esposa Mariela Canelo y su hija Jéssica Torres. “Sin ellas sería imposible hacer todo lo que hago, me ayudan y preparan todo para que quede bien. Me cosieron dibujos en la camisa y me armaron la careta”, señaló.

También lo ayudó Rosa Vélez, una suerte de sobrina en el afecto, que lo acompañó en el viaje y fue la encargada de repartir las golosinas, sacar fotos y pedir los aplausos. “Me sentí muy feliz y orgullosa de verlo dándole tanto cariño a la gente; fue una experiencia hermosa y solo hizo falta voluntad”, destaca.

A mitad de recorrido, Torres ya había repartido todos los caramelos que había comprado para regalar. “Al llegar al empalme de la ruta 9, subió Florencia Haro y me preguntó cómo iba todo. Le dije que bien, pero que ya no tenía caramelos; cuando se me terminaron, los pasajeros igual aplaudieron y me largué a llorar. Me dijo que esperara unos minutos y se fue a su auto. Después subió un hombre araña por la puerta de atrás con dos bolsas de dulces que empezó a repartir a los niños dentro del ómnibus: era ella disfrazada”, relató el chofer. Cuando estaba en la Villa Obrera, hubo otra parada: una señora caminaba con su hija y él le regaló golosinas, lo que hizo que se amontonaran los chicos del lugar.

Ya hace 36 años que Torres está sobre los ómnibus. Comenzó en la empresa Benjamín Aráoz, pasó a Tafí Viejo Bus y luego recaló en la 130. También manejó un transporte para niños especiales, “lo cual lo hacía con mucho gusto”. “Una vez que me jubile -ya presenté los papeles- tengo en mis planes seguir trabajando en lo que pueda, ya que soy un hombre grande. Como chofer, lo primero que enseñamos es el respeto a la gente. Vivimos gracias al pasajero y si uno lo trata mal no va a funcionar. Me gusta transmitir valores: paciencia, amabilidad, respeto, entre otros”, destaca.

“Celebrarles este día a los niños es muy importante; ahora pudieron salir a la calle, sacando un poco el temor a contagiarse. Estuvimos más de un año quietos todos en casa, se merecen un momento de tranquilidad y diversión”, sintetiza. Pero también tiene espacio para la queja: “muchos hacen fiestas y reuniones cuando no deberían hacerlas”.

Segundo turno

Su turno terminó, pero la unidad siguió de fiesta. Lo relevó su compañero Antonio Carrazana, con el traje del Hombre Araña. “Ha sido una satisfacción enorme para mí. Fue hermoso no solo para los niños, sino también para la gente grande. Me sentí más que un superhéroe; también como un chico porque reviví momentos lindos de mi infancia, me emocioné mucho. Lloré al ver a los chicos y también a la gente grande feliz, pasándola bien”, evocó para este diario.

Carrazana reconoció que “se están viviendo tiempos muy difíciles, hay padres a los que no les alcanza ni para comprar un caramelo, mucho menos un juguete; dar esta alegría es muy importante”. El traje tuvo un significado especial porque es fanático del personaje, y en su lista de agradecimientos pone a la cabeza a su esposa Elsa y a sus hijos.

“Se acercaban y me pedían una foto, me sorprendió un montón pero te das cuenta que ellos también necesitan estos momentos para pensar en otra cosa. Pienso que ya es momento de cambiar, de dar alegría, tenemos que buscar una sociedad más comprensiva, más unida, donde nos demos una mano entre vecinos. Hay mucha gente que la está pasando mal, que perdió el trabajo, a la que se le murieron seres queridos por esta pandemia. Debemos pensar en la realidad del otro, escucharnos más”, sostuvo.

Ya está pensando en el futuro, y en cómo colaborar en el merendero Caminito de Luz de su barrio, Villa Carmela (Barrio 188 Viviendas). “Cuando fui chico viví muchas carencias, por eso poder hacer esto para mí es muy importante. Mi ejemplo es José (Torres) y yo le decía: ‘¿por qué tenemos que esperar que sea un día festivo para hacer esto? Lo hagamos más seguido’. Hay que hacerlo durante la semana y los fines de semana para cambiar un poco la atmósfera que se vive hoy. Siempre hay una esperanza, siempre hay algo bueno. Tenemos que decir más seguido: ‘te quiero’, ‘te quiero ver bien’, estar más atentos a la necesidad del otro. Tenemos que ver con los ojos y con el corazón”, concluye. Es mucho más que un pedido: es un deseo que surge de lo más profundo.

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