Mitre historiador, visto por algunos contemporáneos

Mitre historiador, visto por algunos contemporáneos

Por Agustín María Wilde - para LA GACETA.

11 Julio 2021

Al cumplirse el centenario de La Nación, en un número extraordinario se publicó una semblanza de su fundador, Bartolomé Mitre (1821-1906), quien supo combinar la labor periodística con el quehacer historiográfico toda su vida. Dice allí, al ponderar la capacidad de Mitre: “El autor de la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, ya escrita cuando aparece La Nación, y de la Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, todavía no plasmada, pondrá en su diario el mismo rigor intelectual para juzgar la actualidad que puso en el estudio del pasado”.

Con idéntico criterio, la referida nota resalta la vocación del primer presidente de la nación unificada, quien “se entrega en cuerpo y alma a la investigación histórica”. Pero, con prescindencia de estas opiniones halagüeñas de la posteridad en el medio de prensa que él fundó, así como de los juicios adversos que le deparara la crítica futura de los historiógrafos, es interesante consultar el parecer de sus contemporáneos acerca de sus cualidades como historiador.

Polémicas con López y Vélez

El general Mitre llegó a ser en la segunda mitad del siglo XIX en la Argentina, lo que Lucas Alamán en México o Barros Arana y Vicuña Mackenna en Chile. Sentó las bases de la escuela erudita para la escritura de la historia nacional, con sustento en la heurística y la hermeneútica.

Ya para 1880, su posición histórica lo enredó en una acalorada polémica con otro historiador argentino, Vicente F. López (1815-1903), que por demasiado conocida no deja de ser reveladora de que ante “(...) las profundas diferencias conceptuales y metodológicas con que Mitre y López encaraban el estudio de la historia, era poco menos que inevitable el choque frontal entre ambos (...)”: el primero buscaba objetivar el saber histórico a través del documento, el segundo privilegiaba la subjetividad en la narración de los hechos históricos.

El blanco de los ataques de López fue la Historia de Belgrano, que el general historiador había publicado en 1857, con posteriores reediciones. Fustigó los defectos de exposición en esta obra de Mitre, y se sucedieron las comprobaciones y refutaciones de una y otra de las partes en disputa.

Ese mismo libro sobre la vida del general Belgrano había provocado años antes en el viejo jurista Dalmacio Vélez Sarsfield (1800-1875) un comentario rayano en el vituperio hacia el autor y su biografiado: “¡Qué quiere que le diga, che, es la historia de un zonzo, escrita por otro zonzo!” . Vélez hubo de trenzarse también en una discusión con Mitre sobre aquel tema de la revolución de independencia argentina.

El “Dr. Mandinga” -que había sido ministro de Hacienda sólo un año durante la presidencia de Mitre- metió la cola con afán de rectificar afirmaciones del presidente respecto de los próceres Belgrano y Güemes. Logró que sus escritos fueran reunidos en un volumen que apareció en 1864.

La acusación de Alberdi

Al igual que López, otro destacado miembro de la generación del 37, Juan B. Alberdi (1810-1884), criticó acerbamente el método que había empleado el presidente historiador; y en un extenso trabajo titulado “Belgrano y sus historiadores” (1865) afiló su pluma para formular varios cuestionamientos.

En primer lugar, acusa al Belgrano de Mitre de falta de originalidad, pues su autor habría tomado la idea de un encargo de Andrés Lamas. En segundo lugar, el abogado tucumano denuncia “el defecto de la historia de Mitre, repetición de las preocupaciones tradicionales que el país se ha formado de sus hombres y de sus hechos (...) escrita según la vanidad del país y para lisonjearlo, con el fin de ganar sus simpatías y sufragios (...)”. Luego previene: “Por fortuna, la obra contiene los documentos y esto nos permite conocer a Belgrano y la revolución, por la voz de su propio testimonio, más bien que por la palabra de sus historiadores”.

No obstante, Alberdi aprovecha para recriminar el manejo discrecional que de esos documentos hace Mitre, quien “los hace hablar como él quiere y hasta cierto punto contra sí mismos (...)”, construyendo un relato contrafáctico e incluso falso. Y sobre el final de este ensayo, recogido en un libro póstumo, carga contra el estilo retórico que utiliza Mitre: “Sus disertaciones históricas sobre la revolución son titirimundis, no discursos; en ellos hay figuras, no ideas ni razones. Los sentidos se entretienen con su lectura, el espíritu muere de hambre”.

Elogio de Echeverría

Muy distinta fue la postura asumida por el principal referente de todo el grupo de la generación romántica, Esteban Echeverría (1805-1851). Esa existencia transida que fue Echeverría, se expresó en términos elogiosos sobre las aptitudes del entonces coronel Mitre, miembro de la Asociación de Mayo, en la “Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37”, que precede al Dogma Socialista (1846).

“El señor Mitre, artillero científico, soldado en Cagancha y en el sitio de Montevideo, ha adquirido, aunque muy joven, títulos bastantes como prosador y poeta”, aseveró al calificar las dotes literarias de quien se había iniciado como periodista en el Diario de la Tarde (Montevideo). Y le auguró un buen porvenir: “Se ocupa actualmente de trabajos históricos que le granjearán, sin duda, nuevos lauros”.

El lamento de Wilde

El médico y prosista Eduardo Wilde (1844-1913), tan hábil en el uso del escalpelo como de la ironía, traza unas líneas sobre Don Bartolo al evocar al doctor Nicolás Avellaneda, su fallecido amigo, en un pasaje de “Recuerdos, recuerdos... Entre la niebla”, que integra sus Obras Completas. Pero esta vez no va a blandir su arma predilecta, la mordacidad que lo distingue entre los “gentlemen-escritores” de su generación (como los llamó David Viñas), sino que va a demostrar un aplomo ajeno al estilo punzante de sus artículos contra Mitre.

Relata que por su profesión y facilidad de trato le fue posible conocer personajes de mérito, “tomándolos en su dormitorio, en su cama [...], antes de toda preparación o compostura para representar la comedia externa”; y menciona “entre los historiadores y literatos a López, a D. Juan M. Gutiérrez, a Goyena y muchos otros; entre los funcionarios a los últimos cuatro presidentes: Sarmiento, Avellaneda, Roca y Juárez Celman”. De inmediato, Wilde se lamenta: “Me falta Mitre, literato, poeta, historiador y ex Presidente y, deplorándolo de veras, creo que con ello el ilustre general ha perdido un tanto”. El motivo de lo que siente como un déficit lo expone con franqueza: “Hay datos biográficos que escapan al cronista extraño y que sólo el amigo o el comensal afectuoso puede fijar”.

Para propios y extraños, el perfil de Mitre estuvo en boca de cada uno de ellos, tanto en lo que concierne a política como a historia. En ese sentido, su figura se asemeja a la de Rosas, que dividió las aguas de la acción política y de la tarea historiográfica, aunque fuera tan combatida por aquél en su época de juventud.

© LA GACETA

Agustín María Wilde - Abogado, historiador. Miembro correspondiente Junta de Estudios Históricos de Tucumán.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios