Audios de WhatsApp: A mayor velocidad, mayor ansiedad

Audios de WhatsApp: A mayor velocidad, mayor ansiedad

Estamos cada vez más impacientes y la tecnología no nos ayuda. En los consultorios, los psicólogos ven cómo las redes sociales afectan la salud mental.

DOMINADOS POR LA TECNOLOGÍA. Muchas personas tienen miedo de perderse algo si no escuchan los audios o leen los mensajes rápidamente. DOMINADOS POR LA TECNOLOGÍA. Muchas personas tienen miedo de perderse algo si no escuchan los audios o leen los mensajes rápidamente.

Silvina P. le dice “el tirano”. Porque apenas suena una nueva notificación no puede aguantar ni medio segundo sin correr a buscar el teléfono para ver quién le ha enviado un mensaje. WhatsApp es tan dictador que, casi sin darnos cuenta, nos autoimponemos la necesidad de contestar de forma inmediata y en cualquier sitio, explica. “Me siento totalmente dominada”, reconoce -mitad en broma, mitad en serio- esta profesora de educación física, que tiene 30 años.

El miedo a perderse algo si se aleja del teléfono le genera una gran ansiedad. Incluso se despierta a mitad de la noche, varias veces, para chequear que no tenga un nuevo mensaje en algunos de los 27 grupos en los que chatea a diario. Siente que no puede pasar un minuto sin ver qué le han escrito. Tampoco tiene la paciencia para esperar a que le contesten. Y lo más insoportable -resalta- es tener que escuchar los audios largos. Por suerte, para aliviar su tortura, estos mensajes de voz ahora se pueden reproducir el doble de rápido gracias a una nueva función disponible en nuestros móviles.

El problema es que la naturaleza polifacética de WhatsApp nos está haciendo excesivamente dependientes. “La tecnología ya es parte de nuestra cotidianidad y no podemos prescindir de ella para gran parte de nuestras actividades diarias. En forma constante presenta avances y nuevas funciones para facilitarnos su uso. Y esto parecería ser un aliciente, pero tendremos que ser muy cautelosos al incorporarlas”, sostiene la psicóloga clínica Melisa Mirabet, quien trabaja desde la psicoterapia cognitivo conductual.

A largo plazo

Según la experta, la tecnología precipita una serie de comportamientos que pueden ser para nada saludables e incluso conlleva a conductas poco adaptativas en el largo plazo, como por ejemplo no poder hacer un cálculo numérico sin utilizar el móvil, no poder desarrollar la orientación ya que nos volvemos dependientes de un mapa o la imposibilidad de fijar la información cuando visitamos tantas fuentes a la vez. En otras palabras, nos “ayuda” a pensar menos.

También influye en nuestros comportamientos y emociones. “Pensemos en la nueva función de WhatsApp para poder acelerar los mensajes de voz. Muchas personas seguramente se encuentran felices de poder contar con esta nueva función, pero hay que analizar que es una muestra más de cómo queremos hacer todo cada vez más rápido y cada día estamos más impacientes”, sostiene Mirabet, quien desde su Instagram @melisamirabet ofrece consejos para usar la tecnología de forma saludable.

Contraproducente

Si bien es muy reciente esto de acelerar audios, la profesional piensa que en el futuro veremos la implicancia de esta incorporación. “Si ya nos cuesta lidiar con la ansiedad, reproducir un audio de manera rápida es una acción más que enfatiza esta emoción y, al fin y al cabo, termina siendo contraproducente si es que queremos cultivar la tranquilidad en nuestras vidas”, apunta.

“No podemos generalizar, pero es un indicio de cómo cada vez estamos menos tolerantes y cómo pretendemos sacarnos de encima los pendientes. Si no tenemos tiempo de escuchar un audio, en lugar de acelerarlo, podemos hallar el momento oportuno para reproducirlo. No es necesario hacer todo en el mismo instante, incluso podemos decirle a quien lo envía si pudiese especificarnos el contenido del mismo”, propone.

Trastorno frecuente

Los trastornos de ansiedad representan la patología mental más frecuente en los argentinos, según el último Estudio Nacional de Epidemiología en Salud Mental que se realizó en las ciudades más grandes de siete regiones del país, entre las que se encuentra nuestra provincia. Más del 16% de los mayores de 18 años padece este mal contemporáneo cada vez más extendido. En los consultorios de salud mental, es la principal causa por la que la gente busca ayuda.

Los psicólogos están viendo cada vez más casos de pacientes con problemáticas relacionadas a las redes sociales. “El mal uso de tecnología provoca en las personas trastornos de ansiedad y esa ansiedad es sentida de manera constante durante el día, haciendo que la persona se encuentre inquieta, confusa y con una preocupación excesiva por estar siempre conectado”, explica la psicóloga María Florencia Lazarte, del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA).

Según la profesional, celular (principalmente WhatsApp) y las redes sociales proponen tal inmediatez que hacen que aumenten los montos de ansiedad; disparando el efecto conocido como Fear of missing out, (FOMO, miedo a perderse algo). Este se caracteriza por el deseo de estar permanentemente conectado para saber qué es lo que están haciendo otras personas. El objetivo es verificar que uno forma parte de un colectivo. La gente tiene miedo a perderse una oportunidad de compartir con otros un evento, una nueva experiencia o una oportunidad de compra, remarca.

“Esto puede llevar a las personas a generar dependencia psicológica, pérdida del control de los impulsos y desinterés por actividades que antes eran gratificantes. Provoca deterioro en el ámbito familiar, social y laboral”, describe.

Para algunos ansiosos, la sencilla acción de enviar o recibir un mensaje puede convertirse en una pesadilla, disparando un cúmulo de emociones que, como el miedo, la angustia, la tensión o la preocupación, son difíciles de controlar y muy perjudiciales para la salud.

Un estudio realizado en 2016 en la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona, encontró que más de la mitad de los encuestados confesaron haberse sentido estresados por la necesidad -no real, sino psicológica- de responder inmediatamente a un mensaje de WhatsApp. El uso compulsivo de las redes puede producir fatiga y llevar a la depresión y a la ansiedad, concluyó otro trabajo de la Universidad de Helsinki, en Finlandia.

Según las especialistas entrevistadas, tenemos la oportunidad de elegir usar la tecnología de un modo que no nos condicione a vivir en un estado de alarma constante. Para salir de este espiral conviene, por ejemplo, eliminar la obligación de estar disponible o localizable en todo momento. El mensaje que les estaremos diciendo a los demás es que WhatsApp es importante, pero no es lo más importante.

A qué estar atentos

No todas las personas van a desarrollar una adicción al uso del celular por utilizarlo demasiado. Pero sí pueden tener determinados problemas por no poder poner límites. La psicóloga María Florencia Lazarte, del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA), explica que hay distintos tipos de consumo: el uso, el abuso y la adicción.
¿Cómo puede saber uno que es adicto a WhatsApp? Hay señales de alarma muy indicativas. La más evidente es el tiempo excesivo de uso. Lazarte sostiene que el problema surge cuando la tecnología nos causa malestares que terminan afectando nuestras rutinas (como la vida social y la laboral).

Los signos claros de que algo no anda bien son: tendencia a alejarse de los vínculos sociales y familiares; dejar de lado actividades deportivas o recreativas; tener un bajo rendimiento escolar o laboral; y la pérdida de las rutinas habituales como son los horarios de comida, el aseo cotidiano y las imprescindibles horas para el descanso.
Otros síntomas de esta adicción pueden ser: sentir alucinaciones o vibraciones fantasma (es cuando alguien cree recibir notificaciones, pero en realidad no es así.); o tener insomnio, irritabilidad, aburrimiento, soledad, ira y nerviosismo. Si notamos algo de esto en un ser querido, lo mejor es pedir ayuda de un profesional.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas presenta trastornos de la conducta relacionados con las adicciones sin sustancias o también llamadas adicciones sociales. El hecho de que estas conductas sean socialmente aceptadas significa una gran dificultad para su detección y tratamiento, porque no son consideradas problemáticas.

¡A cuidarse!

Según la psicóloga Melisa Mirabet, en un mundo que corre tan rápido y con la tecnología que nos lleva a subirnos a esa velocidad (responder de forma automática sólo por el hecho de tener el teléfono en la mano, estar pendiente de notificaciones, contar algo en tantos segundos, expresar una idea en tantos caracteres), es importante incorporar pequeñas acciones para que la ansiedad y tantas otras emociones no encuentren en la tecnología un factor de mantenimiento de displacer y, por consiguiente, aumente nuestro estrés.
- Ser respetuoso del espacio personal de cada uno: escribir en horarios razonables, ofrecer otra alternativa de contacto en este contexto, como por ejemplo programar una llamada telefónica en lugar de una larga cadena de mensajes.
- Establecer límites: reducir el tiempo de uso de las pantallas, programar horas al día en las que no utilizaremos tecnología (durante las comidas. por ejemplo) e incluso límites físicos, como no utilizar el teléfono en la cama o si es posible, prescindir de su uso cuando hacemos deporte.
- Proponernos desarrollar ciertas actividades de forma analógica: utilizar agendas, leer desde un libro, tomar notas en papel, utilizar un reloj despertador.
- Uso responsable: utilizar la tecnología con un propósito ya que, muchas veces, se utiliza por aburrimiento o como conducta para evitar algún sentimiento; por lo tanto, es importante evaluar qué función cumple en ese momento el estar conectado a un dispositivo.
- No estar pendientes: ¡en primer lugar no agarrar el teléfono ni bien nos despertamos! Se puede reducir la activación de notificaciones e incluso muchas de nuestras actividades diarias pueden realizarse sin la necesidad de estar conectados.

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