“Sin datos no se puede monitorear al poder”

“Sin datos no se puede monitorear al poder”

La especialista en comunicación analizó el escándalo de las vacunas VIP.

ESPECIALISTA EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Adriana Amado. GENTILEZA ADRIANA AMADO ESPECIALISTA EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Adriana Amado. GENTILEZA ADRIANA AMADO

Adriana Amado es periodista, doctora en ciencias sociales e investigadora. Con varios libros publicados sobre comunicación, participa activamente de las organizaciones civiles Poder Ciudadano e Info Ciudadana, que buscan llamar la atención sobre el manejo transparente de la información por parte del Estado. Actualmente participa diariamente del ciclo Sólo Una Vuelta Más, de TN, que conduce Diego Sehinkman y que se emite todas las noches desde las 21.

En un diálogo telefónico con LA GACETA, Amado analizó por qué es necesario pedirle transparencia al Estado y cómo afectan los actos de corrupción a la ciudadanía. “Lo dramático de las vacunaciones es que quedó claro que la vacuna que se la dieron a un político no se la pudo poner un enfermero”, aseguró.

-Siempre bregaste por la transparencia del Estado. ¿Qué pensaste cuando se dieron a conocer los casos de vacunación VIP?

-Desde las organizaciones civiles fuimos los impulsores de una campaña en las redes pidiendo al Gobierno datos específicos sobre las vacunas. Esta semana publicaron algunos: son datos que esclarecen un poco más el panorama, pero son insuficientes. Si no tenés el dato, no podés monitorear lo que está haciendo el poder. Acá queda clarísimo: estamos casi a dos meses de iniciada la vacunación y, de acuerdo a esta información, solo se vacunó el 0,62% de los mayores, esto quiere decir que el 99% de los adultos mayores no están vacunados. Sólo se vacunaron 46.000 personas mientras la página del Ministerio habla de que se mandaron 1.700.000 vacunas, es decir, que se aplicaron mucho menos de la mitad. Jujuy, por ejemplo, una de las provincias que más vacunó, usó el 55% de las dosis recibidas en dos meses. Entonces, ¿qué pasa con esta mitad que no estamos viendo? Cuando aparecen Malena Galmarini o Felipe Solá contando que vacunaron a sus padres parece injusto, especialmente para quien tiene un familiar de 80 años, porque sabemos que a él la vacuna no le llegó.

-¿Por qué da la sensación de que la ciudadanía en la Argentina no se sorprende con actos de corrupción?

-Las sociedades se están movilizando y hay una toma de conciencia. La pandemia trajo algo que no teníamos en cuenta en los casos de corrupción anteriores, que es la vida o la muerte. Lo dramático con esto de las vacunaciones es que queda claro que la vacuna que se coloca a un político no se la dan a un enfermero o a tu padre, es como que el robo se corporiza. Dan Ariely, psicólogo, dice que todos tenemos una cuota de deshonestidad y, en la medida en que es abstracta, no nos sentimos deshonestos. Por eso nos llevamos la lapicera de un hotel. Pero, cuando se materializa el robo, es más difícil sostenerlo y, en ese sentido, creo que estamos ante un antes y un después de la conciencia de la sociedad con relación a la administración de la cosa pública. Con la Tragedia de Once ocurrida en 2012 la gente pudo materializar un poco de qué se trataba esto de la corrupción: ahí la gente empezó a comprender que la corrupción mata. Acá está claro que la vacuna que se aplicó Duhalde puede ser la de tu papá.

-¿Habrá consecuencias políticas para los gobernantes responsables de estos actos?

-La sociedad consagró a un partido que hoy empieza a recibir su condena mientras que la otra mitad de los votantes resolvió que no quería esa opción (N de la R: en las elecciones generales de 2019, Alberto Fernández triunfó con el 48,24%, de acuerdo con el escrutinio definitivo, seguido por Mauricio Macri, que logró el 40,28%). Por otra parte, históricamente, en las elecciones de medio término, el partido de Gobierno nunca ganó porque son elecciones legislativas y no ejecutivas.

-Entonces, ¿qué quedará de esta situación de las vacunas VIP?

-La pandemia nos llegó a todos los países del mundo por igual y nos brinda unos puntos de comparación que son ineludibles: no podemos evitar compararnos con nuestros vecinos de Chile o de Brasil, que tiene 7.000.000 millones de dosis dadas. Chile vacunó en una semana las dosis que nosotros dimos en dos meses. Esto no fue un terremoto que sucede en un país y el resto mira, sino que hubo un impacto global. Acá la tragedia es de todos los países y, quizás vos, no tenés datos en la Argentina, pero sí los tenés en Chile. Y esos datos que estás viendo fuerzan a nuestro Gobierno a darlos porque no pueden negarlos. Yo creo que el proceso de las vacunas abre una ventana de exigencia de transparencia que no nos hará ir hacia atrás.


-¿La ciudadanía en general sabrá reclamar esa transparencia?

-Durante la pandemia hubo muchas cuentas en redes sociales que aportaron datos con gráficos que el poder no mostraba. La transparencia de Estado es una tendencia mundial. Si una provincia lo hace y otra no, al menos el secretismo queda en flagrancia.

-El reclamo empieza desde abajo, como sucedió con los grupos de padres que en todo el país pidieron volver a clases…

-Claro, con el tema de las clases esto fue evidente. Los sindicatos, que son un poder fuerte en el ámbito de la educación, no pudieron decir nada cuando los padres organizados dijeron: “ey, acá hay especialistas que dicen que los niños no contagian la covid-19”. Cuesta mucho, pero la información a veces viene desde abajo. Ahora es más fácil igualmente contrastar todo lo que se dice con la información que circula. Los políticos no están acostumbrados a eso, a que le digan “no es la verdad lo que estás diciendo”. Tampoco se sostiene que los medios mienten porque ahora muchas de las objeciones no vienen de los medios sino del manejo de datos.

-¿Cómo creés que será este año con respecto a la pandemia?

-A mí me gusta llamarla la nueva “anormalidad” porque nunca va a ser normalidad, al menos por los próximos 10 años y lo que vamos a vivir -no lo digo yo, sino quienes miran hacia adelante-. Vamos a cambiar de hábitos y vamos a estar preparados, pero tenemos que empezar a entender que nuestra actitud tiene que ser más flexible a largo plazo. En la Argentina, la mitad de la población es millennial o centennial: creo que tenemos que aprender a escuchar más a los más jóvenes, aprovechar esta energía que circula de creatividad en las redes sociales. Además, los adultos tenemos que empezar a entender que muchos de los problemas los hemos causando nosotros, directa o indirectamente, así que hay que tener un poco de humildad para pensar soluciones nuevas.

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