Oposición dividida

En Tucumán, el humor social no se revela en las urnas. Es la conclusión a la que arriban los opositores cuando evalúan como una grave contradicción que pese a la creciente demanda social por mayor seguridad, por mayor calidad institucional y por una mejor situación ciudadana, siempre se termina votando al peronismo. Frente a esta mirada, simplista y extrema, que carga la culpa por los males sociales e institucionales sobre las espaldas del PJ, una pregunta que surge inmediata no es tanto qué hace bien el justicialismo como para imponerse, sino también: ¿por qué la oposición no puede construir una sólida alternativa de poder frente al Gobierno? Aquella crítica trasunta que el malhumor social puede potenciar una opción electoral frente al oficialismo. Entonces, ¿por qué no se concreta? En esta debilidad de la oposición se asientan en parte las victorias del PJ. Es lo que envalentona a referentes del justicialismo al punto de retar a duelos electorales a los opositores y, de paso, acusarlos de golpistas por manifestaciones desestabilizadoras anónimas que pululan por las redes sociales. De cierta manera, el oficialismo no sólo se limita a celebrar la atomización de la oposición, sino que hasta la alienta para reinar. Además, a nivel local sostiene los triunfos en base a un régimen electoral -el acople- que le viene de perillas a la estructura del PJ.

Es lo que puso en evidencia, por ejemplo, el intendente Germán Alfaro cuando habló de un pacto entre el Gobierno y el bussismo a partir de la conformación de la mesa de conducción del Concejo Deliberante, que dejó sólo a peronistas y a bussistas en los tres lugares principales. Ocurre a escasos meses del año electoral, por lo que la maniobra tiene visos de señal política hacia el alfarismo. En ese marco, el jefe municipal juzgaría que la verdadera intención de la jugada es que Fuerza Republicana se presente como alternativa opositora para dispersar el voto antiperonista el año entrante. Claro, algo que FR puede hacer porque tiene rango de partido de distrito y está en condiciones de postular candidatos a senadores y a diputados; está habilitado y nadie puede impedírselo.

Sin embargo, en lenguaje político, cuando se habla de pacto entre grupos se tiende a deslegitimar la acción, aunque en este caso el objetivo del intendente parece ir más por el lado de desnudar otro aspecto del entendimiento. De todas maneras, más curioso que poner en evidencia una consecuencia electoral a futuro es que Alfaro no limitara su denuncia sobre el acuerdo político en el Concejo sólo a Manzur y a Bussi, sino que incluyera en la ecuación a Jaldo. Los que leen entre líneas suponen que lo que realmente quiso decir es que el verdadero arreglo se pergeñó en la Legislatura.

Para justificar esta observación, el intendente introdujo en su señalamiento el conflicto judicial entre Pedicone y Leiva, al sostener que así se entiende que el vocal de la Corte pidiera, supuestamente, manejar la intensidad de las acciones judiciales en contra del legislador. Conclusión sencilla: para usarlo. O presionarlo. Lectura política en estado puro, al margen de lo tribunalicio y de que los polémicos audios ya no sirvan como prueba, porque de todas las idas y vueltas del proceso en la Justicia lo que más importa por estas horas son las interpretaciones políticas, más que las argumentaciones judiciales. Incorporar al vicegobernador en sus dichos, y por la forma en la que lo planteó, revela que no pretende romper lanzas con el gobernador, con quien deberá sentarse nuevamente por cuestiones institucionales. Se van a tener que ver las caras, pandemia mediante. La política por un lado, la gestión por otro.

De la misma forma puede entenderse que Alfaro dialogue con Horacio Rodríguez Larreta y que a la vez le demande silencio a Macri; que se entienda con uno y que mande a callar a otro, siendo que aquellos son del mismo palo. Mete una cuña en esa sociedad interesadamente. En este aspecto sí caben analizar las posibles repercusiones de sus gestos en el espectro opositor local.

Porque, colateralmente, Alfaro se suma a la incipiente ola antimacrista en Juntos por el Cambio que en el plano nacional parece que comenzó a gestarse a partir de la afirmación de Elisa Carrió de que “Macri ya fue” y de la reunión de esta con Vidal y con el Jefe de Gobierno porteño para determinar acciones políticas conjuntas. Carrió abrió una puerta y el intendente aprovechó un tuit del ex presidente para decirle que no se puede gestionar la política desde Ibiza. Sólo Perón podía hacerlo, y desde Puerta de Hierro. Además, se diferencia de Macri justo cuando el peronismo sale a asociarlo con el líder del PRO. El tucumano viene manteniendo charlas con Rodríguez Larreta amparándose en las responsabilidades de gestión, pero cada uno tiene urgencias políticas básicas: uno necesita ampliar su área de influencia territorial debido a sus pretensiones presidenciales y el otro necesita de socios políticos fuertes en el plano nacional en quienes recostarse. Para ambos es una cuestión de supervivencia política. En el medio de estos aparentes reacomodamientos a futuro adquiere importancia que, frente a la contundente frase de Carrió, sea precisamente un radical, Cornejo, quien saliera a defender al ex presidente. Porque si en el seno de Juntos por el Cambio se cuela la interna macristas versus antimacristas, las derivaciones y los coletazos pueden repercutir en Tucumán de la mano de los radicales. Una posibilidad que podría derivar en una mayor fragmentación de la oposición, de por sí ya dispersa.

Ahora bien, que el radicalismo a nivel nacional decida inmolarse por Macri y que no resurja con candidatos propios y que no lidere la oposición importa un rasgo de debilidad en el centenario partido. Carrió, que se jactaba de llevar de las narices a los radicales, fue la que dictó una sentencia política contra Macri, promoviendo y recostándose en una opción política interna en la oposición. ¿La enfrentarán algunos radicales apuntalando al ex jefe de Estado? ¿Se quebrará Juntos por el Cambio? En un país que hace dulce inventando grietas, una más no sería para sorprenderse. Y frente a la posibilidad, cada vez más firme, de que no haya primarias en 2021, a las diferentes alternativas opositoras sólo les quedaría enfrentarse entre ellas en la elección final de octubre, si es que finalmente no se unen. Y si nacionalmente privilegian la pelea por determinar quién sale fortalecido en los comicios intermedios de cara al 2023.

Por si esta disputa llegara a bajar a la provincia, Alfaro ya tomó partido en contra de Macri. Pedirle que se llame a silencio luego de que el ex presidente pusiera condiciones para aceptar un llamado al diálogo del Gobierno nacional es una manera de decir con quién no va a jugar electoralmente, o bien que va a enfrentar a los radicales que eventualmente salgan de su lado, ¿Sucederá? ¿Habrá telón de fondo nacional para dirimir los liderazgos opositores provinciales? Aquí también se piensa para dentro de tres años. La dupla radical José Cano-Silvia Elías de Pérez está jugando su propio partido, ambos están obligados a presentarse en los comicios del año entrante porque vencen sus mandatos. Pueden hacerlo por las mismas bancas, o cruzarse los cargos en la boleta. Quien se postule a senador se enfrentará directamente a Alfaro y a su esposa, la diputada Beatriz Ávila, que irá por la senaduría, según se adelantó. O sea, ambos sectores, UCR y PJS; pelearían por la banca por la minoría, si es que el peronismo tiene la suerte de repetir una victoria y llevarse las dos de la mayoría.

Si en el medio efectivamente entra a tallar la interna entre macristas y antimacristas, un nuevo elemento le pondrá un condimento especial a esa lucha por llegar al Congreso. De confirmarse el quiebre, la oposición en la provincia nuevamente ofrecería un abanico de alternativas electorales el año entrante. O sea, jugaría dividida, como le agrada al peronismo que, por más humor social en contra, siempre termina sonriendo en las urnas, según aquella interpretación del comienzo. Algo hará bien el peronismo para tener el respaldo popular, como viene ocurriendo en estos últimos 20 años; al margen de que la oposición no consolide una alternativa de poder creíble. También, algo vendrá haciendo mal la oposición para no desbancar al justicialismo del poder. Cada lado interpretará desde lo ideológico o desde lo partidario una respuesta para justificar esa realidad.

Por ahora, todos, oficialistas y opositores, tienen algo en común: el tiempo electoral se les vino encima, en medio de la pandemia, y están todos desconcertados respecto de las estrategias a adoptar frente al descrédito de la dirigencia de todas las instituciones del Estado y de la desconfianza de la ciudadanía en los que manejan la cosa pública. Frente a tamaño descontento, cómo ser creíbles, cómo ser una oferta electoral atractiva, de uno y del otro lado. Porque en el oficialismo hay ciertamente preocupación por las consecuencias del mal humor de la sociedad. E incertidumbre en cuanto a cómo enfrentarlo para atenuar sus efectos. ¿Cambios de gabinete? Después de la carta de Cristina Fernández cuestionando a funcionarios nacionales -sin dar nombres- se dice que Alberto modificaría su equipo de colaboradores para encarrilar una gestión comprometida desde lo social y desde lo económico. Esta situación podría ser una excusa para que Manzur reacomode piezas en la Casa de Gobierno. No sólo para ponerse a tono con el Presidente, sino especialmente con la vicepresidenta, a quien le tiene un temor reverencial porque cometió la torpeza de jubilarla de la política antes de tiempo.

Carrió hizo lo propio con Macri, y como el ex presidente no es Cristina, la capacidad de daño político de la misma frase pronunciada por Manzur puede ser mayor en la coalición opositora. Los estertores van a llegar a Tucumán.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios