La sociedad después de la cuarentena: “Imagino que viviremos una convalecencia”

La sociedad después de la cuarentena: “Imagino que viviremos una convalecencia”

El intelectual Noé Jitrik se niega a simplificar el reto que plantea la pandemia. “No sé dónde estoy y nadie lo sabe con exactitud”, dice.

EL OFICIO DE PENSAR. Noé Jitrik dice que la  muerte, esa “gran compañera”, se aleja cuando uno se calma.  EL OFICIO DE PENSAR. Noé Jitrik dice que la muerte, esa “gran compañera”, se aleja cuando uno se calma.

A Noé Jitrik (1928, provincia de Buenos Aires) le preocupa la palabra justa y, por eso, no teme decir “no sé” ni se embarca en respuestas sencillas sobre un asunto tan inefable como la pandemia. Esta figura de las letras argentinas prefiere la cautela y la duda: desde el confinamiento que guarda en su departamento porteño ve y percibe situaciones que se resisten a las explicaciones terminantes. Y conversa con LA GACETA como si espiara ese mundo indescifrable. “Si tengo que ser sincero, no sé dónde estoy ni nadie lo sabe exactamente”, admite el autor, ensayista y poeta. Pero luego Jitrik da vuelta la página del desconcierto y postula una teoría sobre la salida de la cuarentena. “Imagino que viviremos una convalecencia. Poco a poco, nos recuperaremos”, razona. Es lo que puede advertir en “el monasterio” que dice que habita, y donde están los libros y la escritura a los que se aferra. Desbordante de ganas de vivir y de crear, este intelectual invita a pasar el tiempo de la incertidumbre haciendo mejor lo que hacemos siempre. No es una convocatoria para tomar a la ligera: proviene de un hombre de 92 años.

-¿Qué siente, Noé, que está pasando afuera?

-No soy un técnico como para hacer una descripción rigurosa del fenómeno, pero lo que pienso es que nos ha caído encima algo que a lo mejor estaba previsto que cayera y nos encontró desarmados, como a todo el mundo, donde incluyo a los países más “alertas” a estas cosas. La Argentina, en ese sentido, tiene una situación bastante privilegiada, es decir, la afectación no es tan grande como en otros lugares, pero el peligro existe y alcanza a gente cercana. Esto genera un sentimiento de vulnerabilidad porque le puede pasar a cualquiera. Y eso a la vez crea una situación moral, psicológica y moral muy peculiar y profunda, es decir, si uno realmente es sincero, no sabe dónde está. No sé dónde estoy y creo que nadie lo sabe con exactitud.

-¿A qué se parece esta coyuntura?

-No sé. Hay tanto dicho que uno corre el riesgo simplemente de repetir y de caer en cosas obvias. Yo me remito a los grandes textos, como “La peste” de Albert Camus, y exploro lo que me pasa a mí en relación con este fenómeno, pero entiendo que es un tema delicado, y que corro el riesgo de ser arrogante y petulante, y de tener opiniones muy claras sobre algo que resulta muy complejo, además de ser una experiencia de la vida de millones de personas.

-¿Esta pandemia no es un ejemplo de realidad que supera la ficción, incluso la de Camus?

-Se puede decir, por ejemplo, que un texto anticipa mucho el comportamiento de la realidad o que la interpreta de una manera tal que la realidad misma, con su sistema de información, no alcanza a mostrar. La realidad se parece a la ficción porque esta la ha pensado, reelaborado y proyectado: por eso es habitual que la gente retome hoy toda la literatura de catástrofes, la que aborda un mundo que se acaba y la de los sobrevivientes. En realidad, lo que sabemos de estas cosas es por toda esa producción imaginaria y ficcional. Estaba recordando un libro que fue un clásico, “Soy leyenda” (de Richard Matheson), que narra la historia de un tipo que se queda solo en la Tierra: esa fantasía es muy perturbadora y la literatura la pensó.

-Y ahora la estamos experimentando un poco.

-Claro. Eso viene del fin de los tiempos: toda la creación literaria es proyección de temores. Yo escribo mis temores. Aunque no lo digo expresamente, escribo para sacarme de encima mis temores.

-Y entre esos temores, el número uno es la muerte...

-Y sí, la gran compañera, ¿no?

-Que ahora luce más próxima que nunca.

-Así es, así es. Pero apenas uno se calma, la muerte se aleja. Yo podría estar pensando que mi muerte no ha de tardar tanto. No digo que esté a la vuelta de la esquina porque me siento muy bien y no tengo nada que indique que se acerca, pero, bueno, por razones biológicas, tan lejos no está. Pero sólo pienso en eso cuando esos temores se acumulan y tienen una formulación en el exterior tan alucinante como esta.

-Usted forma parte de un grupo de riesgo de la covid-19, ¿qué implica saberse en la franja de mayor exposición a este virus?

-No gran cosa, le soy sincero, y no es una cuestión de negacionismo ni de soberbia, sino que escribir es mi escudo. Mientras algo me pasa por la cabeza y puedo escribirlo, los demás fantasmas se apartan.

-Hay niños y jóvenes que desde que empezó la cuarentena viven de noche y duermen de día, e intensifican la sensación de aislamiento con el aislamiento que producen las pantallas. ¿Qué mensaje puede dar a esos chicos que están con toda la energía contenida en la casa?

-Una vez alguien me preguntó qué se podía hacer desde el llano para estabilizar la paz. Y dije: “simplemente hacer lo que uno hace, pero mejor, tratar de hacerlo mejor”. Yo recuperaría esa frase, sobre todo, para los jóvenes. El hacer las cosas mejor es algo así como un proyecto, un destino, una tarea y un deber para ser ellos mismos. Ahora, ser uno mismo no lo quita a uno del paso del tiempo ni lo exime de la muerte, pero ayuda a transcurrirlo y a dar un sentido a la existencia. Y la posibilidad de hacer mejor lo que nos toca vale para todos los órdenes de la vida, y sirve para ver con más claridad y poder tomar distancia de la perversidad que nos rodea.

-Este tiempo de confinamiento puede ser ideal para la lectura. ¿Qué recomendaría usted a gente que quizá no está muy acostumbrada a leer o que no tiene el hábito formado?

-Mire, depende. Yo no haría recomendaciones de carácter general. Es muy arbitrario. Mis novelas preferidas son una cuantas, pero, ¿a quién le diría que lea “Madame Bovary” (de Gustave Flaubert)? De repente se me cruza como recuerdo “La invención de Morel” de (Adolfo) Bioy Casares y, después, una novela de Julio Verne que me gustó muchísimo, “La isla misteriosa”, que leí cuando era chico y que me sigue interesando, pero no es algo que yo pueda ostentar ni proclamar. Recomendar un libro es algo serio, que tiene que surgir después de una conversación. A mí me parece una especie de atrevimiento porque la lectura es una de las actividades más libres que hay.

-Mucho se está hablando sobre cómo va a ser nuestra vida cuando pase la cuarentena o cuando acabe esto. ¿Usted cómo la imagina?

-La imagino como una lenta recuperación, como una convalecencia en todos los órdenes. Esta convalecencia implicaría, por ejemplo, sostener la producción alimentaria e industrial; garantizar la estabilidad de los salarios, y neutralizar el sistema financiero, y la voracidad de los bancos, de los prestamistas y de toda esa ralea. Pero poco a poco, poco a poco, como aquel que ha sufrido un gran accidente y primero puede mover un dedo; después, el pie; después, la rodilla y, después, comienza a caminar... Eso le va a pasar al país me parece, ¿no? Es metafórico, pero creo que va a suceder porque ese es el ritmo que tienen y han tenido siempre todas las sociedades. Ninguna comunidad se suicida por eso sé que se va a recomponer. Sólo que, ¿cuánto va a durar esta enfermedad? Supongamos que la curva en la Argentina se aplana, pero el peligro continuará si no sucede lo mismo en Chile, en Uruguay y en Brasil, donde está el loco este de (Jair) Bolsonaro, que dice que no es un “cuentacadáveres”. Esa es la parte compleja de toda esta situación.

-Estamos solos, pero no estamos solos...

-No y hacemos lo que podemos. En mi departamento limpiamos y desinfectamos, pero no sé exactamente qué pasa en el edificio de al lado. Con el país ocurre lo mismo y la superación depende de la inteligencia que se pueda poner en el mundo entero, y que no esté dominada por estos fantoches delirantes como Bolsonaro y (Donald) Trump. Estos representantes de la “política de parodia” son como payasos que hacen morisquetas, pero no están verdaderamente a la altura de este drama, ¿no?

-Gracias por estas ideas, Noé.

-Ideas... no tengo. Me siento como un monje que está en un monasterio y que simplemente abre la puerta para ver qué pasa afuera.

Perfil: intelectual de culto

Noé Jitrik es uno de los pensadores contemporáneos más prolíficos del país. Colaboró en la prestigiosa revista Contorno y publicó más de 30 títulos en todos los géneros. Se desempeñó como docente en instituciones nacionales y extranjeras, y recibió numerosos reconocimientos. En 2017, la Universidad Nacional de Tucumán lo nombró doctor honoris causa.

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