La sanguchería de El Manantial que se convirtió en comedor durante la pandemia

La sanguchería de El Manantial que se convirtió en comedor durante la pandemia

Cuando comenzó el aislamiento obligatorio Luis Garay, dueño de una sanguchería “Las Vegas”, en El Manantial, se preguntó cómo hacer para que la crisis de la salud impacte lo menos posible en él y sus empleados mientras el negocio permanezca cerrado. “Entre todos tuvimos la idea de hacer una especie de comedor para nuestro grupo y de paso preparar unas sesenta raciones más para compartir”, recuerda el comerciante.

Publicó en Facebook su plan para que los vecinos que lo necesiten pasen al día siguiente a buscar su plato de comida. “En un momento pensé que si sobraba saldría por los barrios a repartir; pero me topé con una realidad durísima”, confiesa Garay. Al día siguiente más de cien personas hacían cola frente al lugar.

“Desde hace tres semanas que cocinamos todos los días para trescientas o cuatrocientas personas. Hay gente a la que con mucho dolor le tenemos que decir que no hay más porque la necesidad en la zona supera por lejos nuestra posibilidad de ayudar”, comenta con un gesto de impotencia.

EL ALMUERZO. Las personas se anotan desde temprano para recibir un plato de alimento. fotos de M. Quintena - A. Garrocho - M. Weyerstall EL ALMUERZO. Las personas se anotan desde temprano para recibir un plato de alimento. fotos de M. Quintena - A. Garrocho - M. Weyerstall

Desde las nueve de la mañana, las personas se unen a la fila con la esperanza de contar con una ración de comida. “Yo trabajo haciendo ladrillos en una cortada, ahora está todo parado”, dice angustiada Sonia, mientras se suma a la espera para conseguir alimento para ella y sus hijos. “De mi barrio somos varios los que venimos. No sé qué haríamos sin esta opción, uno se arregla con una taza de mate cocido pero el problema son los niños. Antes de esto, nunca la había pasado tan mal, siempre tenía para un plato de guiso por lo menos”.

Luis abre el local a las diez de la mañana y luego van llegando sus empleados y amigos. Reparten los números de un talonario para las porciones y comienzan a cocinar. El encargado de dirigir la tarea es Roberto Olea, sanguchero y pizzero cuando del negocio. “Antes de la epidemia ya había personas que venían a pedir comida en la sanguchería, imagínate ahora”, cuenta Olea. “Realmente me siento orgulloso de Luis, de mis compañeros y de mi, por haber tomado la decisión de ayudar en esta crisis. Hacemos magia para que la comida alcance”.

El cierre

Mientras el grupo cocina, un hombre de unos setenta años se acerca con una bolsita con donaciones: fideos, arroz y aceite. Es Julio Ruarte, vecino de la zona: “con la jubilación que cobro sólo me alcanza para comer, pero vengo a colaborar porque hay otros que no tienen ni eso”.

Garay destaca las contribuciones de algunos vecinos, sin embargo afirma que sólo podrán seguir repartiendo las viandas hasta el próximo viernes: “vamos a tener que parar un tiempo por cuestiones económicas. Ojalá la posibilidad de ayudar creciera al ritmo de las urgencias de la gente”, dice con tristeza.

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