La crisis de la "masculinidad" en la cuarentena

La crisis de la "masculinidad" en la cuarentena

Análisis de la psicóloga Gabriela Córdoba.

Gabriela Córdoba. Psicóloga. Gabriela Córdoba. Psicóloga.

La cuarentena ha puesto a la sociedad en un nuevo escenario y en ese marco aparecen fenómenos nuevos o se potencian problemas estructurales. El hogar se convirtió en el mundo donde conviven todos. “Tenemos que empezar a pensar cómo los varones, que son a los que más les cuesta el vínculo con el ámbito doméstico, pueden generar una creatividad y una apertura a las tareas domésticas”, dice la psicóloga María Gabriela Córdoba, doctora en Humanidades, especializada en Psicología con perspectivas de género.

¿Cómo incide la cuarentena en los vínculos domésticos?

He estado trabajando en el Servicio de Asesoramiento Psicológico a personas en situación de Cuarentena del Colegio de Psicólogos (tel 381-6941036), sobre las prácticas para atenuar conflictos en la convivencia con varones. En el confinamiento nos encontramos con tres cuestiones muy graves: 1) Los conflictos por las responsabilidades domésticas y las prácticas de cuidado. Hay varones que recién están aterrizando con respecto de que hay tareas para hacer y hay otros varones que continúan con expectativas de servicio, es decir que las mujeres y los niños los sirvan. Eso termina generando una enorme sobrecarga porque el ámbito de lo doméstico no lo consideran propio. 2) El otro enorme tema del confinamiento es que es un caldo de cultivo para la violencia machista; está aumentando el peligro para mujeres y niños en estos días. 3) Los varones que no logran cumplir con el aislamiento social y transgreden. Por eso de cada 10 detenidos por incumplimiento del decreto, 9 son varones.

Estas tres cuestiones tienen que ver con cómo se ha constituido la masculinidad: no ser mujer, no ser bebé, no ser homosexual y mantenerse alejado de aquellos espacios que tradicionalmente han sido considerados femeninos. Los varones han sido criados para el afuera, para el ámbito público. Justamente estando en la casa, cuando queda limitada la circulación por lo público, se desesperan. Creo que para poder solucionar eso hay que hacer un pasaje de la expectativa de servicio a la corresponsabilidad doméstica. Esto de que las tareas no se hacen con los genitales sino con las manos.

¿Las expectativas de servicio se refieren al modelo de masculinidad?

Es como que tienen aprendida una idea de superioridad masculina y por eso esperan ser atendidos. También las mujeres  a veces consideramos que los tenemos que servir. A todos nos socializan de ese modo. Hacer una ruptura con esto para pasar a una corresponsabilidad donde todos seamos responsables de las tareas es muy importante. Esto sólo se va a lograr con un acuerdo dialogado entre todos en la casa.

¿Cómo es la experiencia de los talleres de asesoramiento?

Muchas mujeres llamaban desesperadas porque sus hijos, esposos o padres estaban transgrediendo la cuarentena. También por los enormes conflictos que se desataban a raíz de tener que cumplir con las cuestiones domésticas y cómo los varones no querían. Hubo consultas por crisis de angustia, conflictos familiares, estados depresivos leves, insomnio. Y por último y no por ello menos grave, otra demanda tiene que ver con la violencia, el maltrato.

Creo que los medios pueden ayudar mucho a que empecemos a pensar cómo los varones, a los que más les cuesta el vínculo con el ámbito doméstico, puedan generar una autosuficiencia logística, una apertura a estas tareas.

¿Qué quiere decir con autosuficiencia logística?

Que ellos puedan realmente hacer las cosas sin esperar, sin estar preguntando si está bien así, o reclamándole a la pareja porque no le ha dicho cómo lo tiene que hacer. También es importante aceptar que nadie tiene un doctorado para barrer. La apertura para decir cómo hacer debe ser de modo dialogado. Si no, es un espacio de lo privado en donde se vive en fricción.

¿Hubo muchas llamadas?

Empezamos al principio de la cuarentena, con unas 80 llamadas diarias, y a partir de que se han ampliado más servicios en otros lugares como la Municipalidad y el Siprosa estamos atendiendo un promedio de 40. Hasta el viernes fueron 1.022 llamadas.

¿Hay elementos, como el alcohol, que inciden en el comportamiento?

Sí, pero creo que lo que incide es la situación de encierro, y que un varón no sabe manejar la tensión desde otro lugar que no sea este ejercicio de autoridad, porque no sabe dar cuenta de aquello que está sintiendo; entonces muchas veces la violencia es utilizada para imponerse. A menudo el alcohol es utilizado como excusa; cuidado con esto, porque así como a veces el alcohol da lugar para que se liberen impulsos, también justamente es una excusa para que el varón explique por qué perdió el dominio. Más allá del alcohol, es importante que los varones entiendan que la violencia es una conducta aprendida y que como tal se puede cambiar. El modelo machista que tenemos es como que los varones tienen el privilegio de dominar, de exaltarse, de mandar a callar si quieren; es decir, paradójicamente se promueve que expresen hostilidad, ira, enojo, pero no que hablen de su ánimo o de cuánto les está costando sentir que no van a trabajar. El hecho de no ir a trabajar al varón le moviliza internamente toda su identidad. Muchas veces esa identidad está construida en pos de su trabajo: albañil, abogado, cajero, lo que sea. Si sos una persona que trabaja todo el día en la calle y estás encerrado en la casa, ¿Cómo se acepta eso? Es una movilización emocional enorme.

La tarea psicológica es una punta. ¿Qué otra cosa hay que hacer?

También hay que trabajar con el modelo de paternidad. Es el mejor punto de entrada. Desde uno mismo empezar a preguntarse: ¿Qué tipo de padre tuve? ¿Y qué tipo de padre me gustaría ser? Porque, si no, el varón está con los hijos pero sin estar consciente y activamente presente ahí. Es como que a veces está el varón y los chicos andan alrededor como satelitando, dice un colega mío. Pero en realidad es como que cuesta preguntarles a los chicos cómo están, qué han hecho, a qué están jugando. Uno se puede parar desde otro lugar si piensa en ese papá patriarcal que tuvo, con ese amor a distancia, y empezar a vincularse. El varón disfruta muchísimo cuando se conecta con los hijos. Creo que esa es la principal puesta de entrada para el cambio.

¿Cómo inciden en el varón los cambios que motoriza la mujer?

Las mujeres están atravesando todo un proceso de redefinición de su identidad. El problema es que eso genera muchísimo desconcierto en los varones, porque ellos siguen apoyando su identidad en emblemas o en puntos referenciales tradicionales de lo que es ser varón, que es ser fuerte, proveedor, activo, ser diferente a la mujer. Entonces encontramos distintas respuestas. Va a haber varones que se van a poner más intensamente machistas (por decirlo así), como una manera de diferenciarse de esa mujer que para ellos está queriendo ganar más territorio. Pero en realidad eso tiene que ver con que se sienten bastante vacíos y angustiados porque sienten que pierden su forma de ser si las mujeres cambian, porque si ellas no son débiles y son proveedoras, ¿Para qué los necesitan a ellos?

¿Ese es el concepto de “impotencia vital” de sus investigaciones?

Exactamente. Después tenemos otros varones que yo llamo “parcialmente deconstruidos”, que son varones que por ahí manejan como concepto muy a la moda de que ellos hacen corresponsabilidad doméstica, que tienen la cabeza abierta, pero si revisamos sus prácticas en realidad están haciendo lo mismo que antes, sólo que maquillado. Lo que hacen es intentar “aggiornar” los elementos estereotipados y tradicionales de lo que es “ser hombre” en su cotidianeidad. Ejemplos: sostienen que la crianza es de a dos, pero no se ocupan del cuidado de hijos porque “no tienen mucho tiempo” o sólo se encargan de lo lúdico. Ídem con las tareas domésticas, que aunque dicen que es de los dos, en la práctica “ayudan” eventualmente ante el reclamo de la esposa. Por un lado, temen transgredir el modelo hegemónico de masculinidad, ya que la censura y la crítica de los pares es muy efectiva, lo que los lleva a reproducir las condiciones patriarcales que contribuyen a su statu quo preferencial, por más que no acuerden del todo con ellas. Por otra parte, como no cuentan con representaciones que supongan una noción de masculinidad diferente, también temen cambiar, pues consideran que el cambio les supondría tanto un riesgo subjetivo como un declive de sus privilegios.

¿Pero hay cambios?

En mi investigación actual, que se refiere a qué es ser varón en tiempos feministas planteo que está apareciendo un tercer grupo –podríamos decir así- de varones en proceso de cambio, que están intentando buscar alternativas de posicionamiento que no sean la de vivir a la pareja como algo espantoso que les quita tiempo de disfrute sino como algo que se puede construir entre los dos.

Son varones más conscientes, que están intentando privilegiar la igualdad de género. Los que he entrevistado han sido varones que han tenido contactos de algún modo con cuestiones de género, ya sea por sus propias parejas, por hermanas, por madres, y que se han podido conectar tanto con su potencialidad como con su debilidad. Son mucho más educados y con mucha más amplitud, que se han posicionado de un modo crítico frente a los emblemas de la masculinidad tradicional. Creo que empiezan a estar en un proceso continuo de aspiración a la igualdad. Lo importante es advertir que no se cambia para evitar conflictos con las mujeres sino para una mejor vida para todos.

La sociedad está cambiando y hay más sensibilidad en las instituciones en cuando a los temas inherentes a la mujer y sus reclamos.

Creo que el tema es la posición que los varones van a tener frente al cambio; si se siguen enganchando como agarrándose a lo que ya conocen y no animándose a lo nuevo. Ahí se arman más las dificultades; si quieren que la familia sea como antes, que los chicos les hagan caso, ese modo verticalista de autoridad como antes, que la mujer, si él le dice que se calle, que se calle, que no lo manden a hacer cosas desde la casa. Si el varón no se corre y no empieza a pensar en los vínculos de un modo más de circulación del poder, de horizontalidad, donde se eroticen la empatía, los cuidados y el buen trato, en lugar de la dominación y la violencia, no se va a ver apertura al cambio. Entonces, que los varones se responsabilicen de las emociones y de lo que necesitan porque también son vulnerables en muchas cosas.

Con respecto a las nuevas investigaciones sobre las tareas domésticas, ¿Hay una comparación con otros momentos, en cuanto a grupos etarios y sociales?

Lo que se está viendo es que cuando el varón adhiere más al machismo hay menor participación en las actividades domésticas. Eso se puede dar tanto en clases superdesfavorecidas como en clases superpudientes y educadas;  no tiene que ver con un nivel educativo sino con la adopción de ciertos criterios de qué se considera ser varón. Lo que puedo contar es que muchas veces las parejas, cuando están solos muchas veces son más colaboradores entre los dos que cuando ya tienen los chicos. A partir de la presencia de un hijo parece que no sé qué chip de la responsabilidad se activa en los varones -y también en muchas mujeres- y aparece como un viraje hacia lo tradicional donde la mujer se tiene que encargar de lo doméstico y del cuidado de los hijos y el varón de la provisión. Y ahí aparecen los conflictos sobre todo en los hogares donde las mujeres son profesionales que tienen las mismas responsabilidades que sus parejas y entonces ellas tienen una triple jornada laboral. En muchos casos los varones no entienden el reclamo porque para ellos está naturalizado que sea la madre quien se tiene que encargar de los niños.

¿Hay una caracterización de grupos de mujeres en función de los cambios?

Sí. Podemos hablar de mujeres transicionales, que están como en una posición intermedia; que sí se embanderan  en muchísimos de los cambios pero que también en su interior tienen las mismas contradicciones porque también han sido criadas en que deben ser mamás, que deben ocuparse de todo para ser buenas madres. Y hay otras mujeres que son como más de avanzada, las que están  buscando constantemente la igualdad, armar un vínculo de corresponsabilidad en donde haya maternidad y paternidad bien activas, que serían las que adhieren más a la cuestión de avanzada. Pero no nos podemos olvidar que todos hemos sido criados en la misma sociedad porque, de un modo u otro, resabios tradicionales tenemos todos de qué se debe ser. Una puede ser muy avanzada pero le puede dar culpa no cocinarle a su familia aunque esté enferma, porque es tarea de la madre.

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