La Argentina esclava

La Argentina esclava

 Algunos señalan a la clase política como la gran industria de la pobreza, y otros culpan a los empresarios de ser los principales negreros "Algunos señalan a la clase política como la gran industria de la pobreza, y otros culpan a los empresarios de ser los principales negreros" LA GACETA / Ilustración de Ricardo Heredia.

“Hermano y compatriota: ¿Quiere saber usted qué es la República Argentina? Tome un mapa plano del mundo, extiéndalo sobre una mesa y dóblelo por la mitad de abajo para arriba, de modo que el Ecuador quede como lomo de la dobladura.

Observará enseguida que nuestra Argentina superpuesta sobre la América del Norte cubre un espacio que abarca desde la mitad de México hasta casi la mitad sud del Canadá.

¿Quiere saber más?: Mida la distancia que separa a la Argentina de la línea del Ecuador y de la línea del Polo. Encontrará que está equidistante de ambos climas extremos.

¿Quiere saber algo más? Corte el mapamundi por la dobladura y superponga la hoja que contiene el mapa de la Argentina sobre los mapas de Europa, de Asia, de África y de Oceanía teniendo cuidado de seguir la línea del Ecuador. No encontrará ningún otro país mejor colocado sobre la superficie del planeta.

Eso le dice a usted que debe inclinarse y rezar su oración más sentida loando a Dios por el beneficio que le ha hecho al ponerlo para vivir en la más privilegiada zona del mundo de su creación.

Ahora lleve las manos a su bolsillo y cuente sus moneditas. ¡Qué contraste! Ahí está su vida en plena República Argentina en el siglo de la más esplendorosa civilización.

No tiene usted en definitiva más que un bello suelo, para ser enterrado.

Nuestras grandes riquezas están en manos de media docena de firmas y los habitantes de la Argentina vivimos en permanente crisis económica”.

Este texto tan sarcástico como lúcido, citado por el historiador José Luis Muñoz Azpiri (h) en su libro “Se levanta a la faz de la Tierra, la construcción de una identidad” (2016), pertenece a uno de los tantos pensadores argentinos bastante olvidados, Manuel Ortiz Pereira, quien lo publicó originalmente en “Por nuestra redención cultural y económica”, Peuser, Buenos Aires, 1928.

Abogado, periodista y doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, Ortiz Pereira fue uno de los fundadores de la agrupación radical yrigoyenista Forja, creada en 1935, dos años después de la muerte de Hipólito Yrigoyen, y asimilada en 1945 por el peronismo.

Otros de sus miembros fueron Juan B. Fleitas, Arturo Jauretche, Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortiz, Oscar y Guillermo Meana, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Atilio García Mellid, Jorge Del Río y Darío Alessandro (padre).

La crisis no tiene 70 años, es eterna

Esta subestimación geográfica que hacemos nosotros mismos de la tierra del Plata está directamente vinculada a la enajenación colonial, primero extranjera, y luego incorporada a nuestra propia idiosincrasia despótica.

Porque, a ver, que la mitad de los argentinos esté por debajo de la línea de pobreza, por momentos más, por momentos menos, a lo largo de dos siglos, ya no puede ser responsabilidad de los conquistadores españoles, de los piratas ingleses, de los políticos corruptos, de los empresarios explotadores o de un pueblo embrutecido. Tiene que ser, a la fuerza, culpa de todos.

“En permanente crisis económica”, se quejaba con argumentos sólidos Ortiz Pereira en 1928, cuando ni siquiera había ocurrido el primer golpe militar y cuando aún faltaban casi 20 años para el surgimiento del peronismo.

“Setenta años de peronismo es la razón de todos nuestros problemas” es, por ejemplo, una de las falacias más difundidas, lo mismo que aquellas que le adjudican la eterna crisis a las constantes interrupciones democráticas. Repetimos como loros consignas supuestamente históricas sin ningún tipo de rigurosidad.

Una verdad a medias puede ser más corrosiva que una mentira.

“Incluso es tal el grado de alienación, que nos referimos a nuestra posición geográfica como Extremo Occidente”, advierte Muñoz Aspiri.

Y continúa: “En efecto, nos referimos al Japón como Extremo Oriente o la aceptamos acríticamente cuando la difunden los medios o industrias culturales como el cine, a pesar de que bastará echar una mirada al planisferio para saber que este país está más cerca nuestro por occidente que por oriente”.

Se tratan de denominaciones “eurocéntricas”, heredada de una imagen “Ptolomeica”, donde Grecia era el centro del mundo.

Términos aparentemente inocuos pero letales, analiza Muñoz Aspiri, que comienzan con la aceptación de palabras como “globalización”, “mundialidad” o “realismo periférico”, que conllevan relaciones de dominio y subordinación y pretenden, además, archivar categorías históricas, hoy con muy mala prensa, como “imperialismo” o “mundo colonial”.

Esclavos sin grilletes

En este país la esclavitud no ha sido abolida en sus causas y efectos sustanciales, sino que ha sido edulcorada por eufemismos como pobreza, luego nuevamente suavizados en categorías más políticamente correctas, como “personas por debajo de la línea de pobreza”. Esclavos, no dudaría un segundo en denunciar Ortiz Pereira. Cautivos que ni siquiera necesitan grilletes.

Y Argentina se fundó como una fábrica de esclavos, primero colonial, luego de pura manufactura nacional.

Unos señalan a la clase política como la gran industria de la pobreza, y otros culpan a los empresarios de ser los principales negreros.

Para ser honestos, no sabemos cuál es la diferencia entre un puntero político o una empleada doméstica que cobra 10.000 pesos en negro.

La política mantiene a un montón de “vagos” y “planeros”, pero el sector privado argentino exprime a millones de personas por debajo de la línea de pobreza, en el campo y en la ciudad. Un cartonero, por ejemplo, vendría a ser una especie de “planero” del comercio. Y así con decenas de rubros.

Un país que tiene a más del 40% de su economía en negro, y en algunos distritos alcanza el 60%, es un país negrero. Esto es fáctico, no metafórico. Y contundente, sin matices ideológicos.

Sin abandonar su característica mordacidad, en 1926, Ortiz Pereira escribe en “La tercera emancipación”:

“Cuando Cristóbal Colón descubrió la América los aborígenes no tenían libros. Después, los europeos que vinieron a poblar estas tierras, tampoco los tuvieron, porque parece averiguado que no les eran necesarios. Pasaron algunos siglos, desde 1492, hasta que los indígenas, mulatos, mestizos y criollos sintiesen la necesidad y tuvieran la oportunidad de leer libros. Cuando esto ocurrió, tampoco había libros en América y los americanos estudiosos tuvieron que encargarlos a Europa. Durante estos largos años, algunos europeos publicaron estudios, especialmente históricos, sobre asuntos de América. Y todos miraron, según Perogrullo, las cuestiones criollas con sus ojos extranjeros. Y ocurrió que, cuando los americanos se vieron en la necesidad de publicar libros, se encontraron con la correlativa obligación de apoyar sus tesis en citas de los únicos autores de entonces, todos extranjeros. Es curioso, no obstante, observar que los franceses, los ingleses, los rusos, los alemanes, etc. cuando tratan sus asuntos, no consultan nuestros precedentes, ni siquiera los de sus vecinos. ¡Qué gringos más raros!…”

No hay grieta en la vergüenza

La clase media argentina nunca cambió esa mirada europea sobre los sectores más postergados, los que tienen la piel más oscura. Esa es la cruda verdad, porque para empalagosas hipocresías ya sobra con los que vienen liderando esta crisis perpetua.

Mucho interés en rasgarse las vestiduras por cuestiones de “género” y de “inclusión” pero bastante poco en las evidentes situaciones de esclavitud. Es que en esa vergüenza no hay grieta, nos alude a todos por igual.

¿Qué diferencia hay entre las diez personas que viven hacinadas en una pieza del barrio Costanera, con los negros esclavos que dormían en las barracas al lado de un sembradío?

“Pretender que tengan el cuidado de quedarse en casa (por la cuarentena) es muy difícil, sobre todo porque son viviendas en donde no pueden estar todos los integrantes de la familia en simultáneo. Y eso que ahora las condiciones no son inclementes. Hay familias donde no hay camas para todos”, describió la investigadora del Conicet, Paula Boldrini, en una nota de Martín Dzienczarski publicada el martes en LA GACETA, titulada “La pandemia desnuda el abandono y la profundidad estructural de la pobreza”.

Según el Indec, hay unas 15 millones de personas en estas condiciones de vida y en aumento.

Hermano y compatriota: ¿Quiere saber usted qué es la República Argentina? Tome un mapa plano del mundo, extiéndalo sobre una mesa y dóblelo por la mitad… y verá como la mitad de los argentinos se caen de ese mapa. ¿Y quiere saber más? A la otra mitad no le importa.

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