#QuedateEnCasa: a no banalizar la consigna

#QuedateEnCasa: a no banalizar la consigna

26 Marzo 2020

“Nunca pensé que en pijama podía salvar el mundo”, sostiene un meme que es tan gracioso como cierto. La idea subraya el valor de lo que estamos haciendo y -flor de paradoja tratándose, justamente, de un meme- llena de contenido al concepto #QuedateEncasa, cuya banalización se ramifica en las redes sociales. Se trata de aprovechar la cuarentena para pensar en todo aquello que el vértigo del día a día suele obligarnos a dejar de lado; para ensayar dos viajes mentales -uno interior y otro hacia el afuera-, para resignificar las relaciones familiares, para planificar lo que haremos el día después de mañana. Porque está muy bien el ocio creativo, pero de ninguna manera puede ser el factor dominante en estos días de encierro que, al parecer, se extenderán hasta mediados de abril.

Respetar y cumplir la cuarentena nos convierte en individuos empoderados, claves desde nuestro lugar para contribuir al bienestar colectivo. La responsabilidad social, construida como una suma de millones de partes, se potencia como nunca antes y es una de las caras que va surgiendo de esta crisis. El mundo no será el mismo una vez que pase la pandemia y, más allá de los liderazgos que emerjan, cada ciudadano podrá pararse en un lugar mucho más sólido para hacerse escuchar.

Seguramente se reconfigurarán los contratos sociales y es bueno tomar conciencia en este momento, cuando la pandemia alcanza su pico en Europa y en Argentina nos preparamos para afrontar las semanas más complejas. Quedándonos en casa somos actores de esta dinámica que, además de no detenerse, tampoco ofrece certezas acerca de su desarrollo. Es un tiempo productivo, que sirve para pensar qué entendemos por calidad de vida y qué vamos a hacer de aquí en más para alcanzarla. Sobre esto hay un pensamiento del filósofo surcoreano Byung-Chul Han que vale la pena compartir:

“El virus nos aisla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana”. La cuarentena en sí misma -el virus- no será el factor de cambio, sino la actitud que cada uno motorice en el mundo que nos aguarda.

Este viaje interior al que nos invita #QuedateEnCasa se complementa con la posibilidad de redescubrir a quienes nos rodean: a la familia, a los afectos, a los amigos, a los compañeros, a los vecinos, a los conciudadanos. Son festivos los karaokes virtuales, los tutoriales de cocina o las tardes de Netflix en familia. Pero más valioso es abrirse a la escucha, a la oportunidad de conversar, de entender, de sentir. Sería una lástima desaprovechar este impensado espacio que la realidad nos sirvió en bandeja, podemos ir mucho más allá de la empatía ocasional. Por debajo del ruido de las redes sociales se palpan la angustia, la incertidumbre de quienes temen por su salud y la de los suyos. #QuedateEnCasa sirve también para contenerlos, para abrazarlos -sin importar que sea a la distancia-, fundamentalmente para que la peor cara del aislamiento y de la soledad no se tornen intolerables.

La pandemia pasará, no sabemos cuándo ni cómo, pero de seguro nos tocará recuperar la vida en sociedad. Este tiempo es ideal para trasladarnos mentalmente a ese esperado momento trazando planes, proyectos, objetivos. Que no tienen que pasar exclusivamente por lo laboral o lo productivo; también por cómo pensamos encarar lo que vendrá, por el disfrute, por esa calidad de vida que de repente valoramos de otro modo y por la que vale la pena luchar.

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