Las desigualdades que enfrentan las mujeres para hacer ciencia en Tucumán

Las desigualdades que enfrentan las mujeres para hacer ciencia en Tucumán

Científicas tucumanas enumeraron las principales barreras en un ámbito tradicionalmente masculino.

Silvia Lomáscolo, doctora en zoología, trabajando en Papúa Nueva Guinea. Silvia Lomáscolo, doctora en zoología, trabajando en Papúa Nueva Guinea.
09 Marzo 2020

"Creo que una forma de luchar contra las desigualdades es mostrándoles, a las niñas en particular, que también pueden hacer ciencia. Hay que llevarlas a ferias de ciencias, a Tecnópolis, regalarles microscopios, lupas. No solo llevarlas al shopping a comprar pinturitas para las uñas”, destacó Silvia Lomáscolo, doctora en zoología e Investigadora asistente del Conicet.

La Organización de las Naciones Unidas escogió el 8 de marzo para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Eligieron esta fecha con el objetivo de, entre otras cosas, disminuir las desigualdades que surgen a partir del género. 

Si bien, el avance y la determinación de millones de mujeres ha jugado un rol clave en el desarrollo de la historia, lo cierto es que en la actualidad, la brecha entre hombres y mujeres en distintos ámbitos continúa siendo una constante. En particular, dentro de la academia y los campos técnicos.

Investigadoras y científicas tucumanas sostienen que los tradicionales prejuicios y estereotipos de género aún vigentes ocupan el primer lugar entre las razones que terminan por condicionar el desarrollo de vocaciones científicas en las niñas y el normal desarrollo de las carreras profesionales de quienes ya ejercen.

Así es como, explican las especialistas, esos prejuicios machistas terminan por traducirse, muchas veces, en políticas o incluso en sistemas que resultan por afianzar la segregación entre hombres y mujeres. En particular en los ámbitos científico-tecnológicos donde, aún en la actualidad, el conservadurismo sigue haciéndose lugar.

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Las estadísticas internacionales exponen la falta de representación femenina en tres casos en particular: cantidad de publicaciones, ascensos y salario. “Menos del 30% de los investigadores del mundo en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres”, confirmaron funcionarios de la ONU.

Si bien en Argentina las reglas de acceso a la carrera científica son claras y permiten el ingreso de cientos de aspirantes mujeres cada año, lo cierto es que a medida que se intenta escalar a puestos de decisión, los obstáculos parecen cada vez más grandes y terminan por teñir las posibilidades de lograr cargos jerárquicos.

“Cuando ingresé en la carrera de investigador científico pude ver con más claridad las dificultades que enfrentamos por ser mujeres, que por su puesto se sentían más si eras madre. Hoy las cosas han cambiado un poco”, señaló Lomáscolo.

“Lo que se ve es que hay muchas mujeres becarias o aspirantes en la carrera de investigador científico. Sin embargo, cuando uno ve en los escalafones más altos, esos cargos están ocupados desproporcionadamente por hombres, mientras que las mujeres seguimos siendo más en los puestos de menor jerarquía”, agregó.

Por su parte, Patricia Zelaya, doctora en Biología e investigadora independiente enfatiza sobre las dificultades que las mujeres deben atravesar por el hecho de elegir ser madres y simultáneamente dedicarse a la actividad científica: “Si bien la investigación es mi pasión, no es lo que actualmente me da un sueldo, para ello debo trabajar en otros lugares. Tengo un hijo de dos años y aunque adoro ser su madre, es muy difícil ejercer ese rol diariamente, ocuparse de las tareas de la casa, y no dejar de lado mis proyectos de investigación”.

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Ideas que son buenas solo si las dice un hombre, cafés que saben más ricos si los trae una mujer

Espontáneo, natural y casi imperceptible para quien no lo padece, así suelen ser los micromachismos que a diario tienen como blanco a la mayoría de las mujeres. El ámbito científico, por su parte, es solo un escenario más de esta forma de violencia. 

 “Recuerdo que el paso por la facultad fue un desafío constante, es un ambiente bastante machista, y cuando por fin te recibís algunos compañeros de laburo te dicen ‘ok, ya estas lista para servir el café’, cosas que si son reiterativas llegan a desgastar haciendo que te vayas de algunos trabajos”, contó Bárbara Silva, ingeniera electrónica e investigadora del Conicet.

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“También es muy común casi en cualquier ámbito laboral que cuando vos tenés una idea original o la solución a algo, sea escuchada recién cuando la repite un hombre”, aseguró Silva.

 “Empecé a ver con más claridad las diferencias cuando accedí a lugares de poder, de hecho me hice feminista desde entonces, no porque me haya sucedido a mi sino porque ahí comencé a entender cómo funciona el patriarcado”, dijo Alejandra Korstanje, doctora en arqueología e investigadora de la UNT.  

“Todo siempre se da en un ambiente amable y educado: ¿podes traer un café?, eso no se le dice a los varones. Por otro lado está el tema de la voz: una habla suave, usa palabras correctas, no golpea la mesa entonces es más difícil de imponer el ‘ahora me toca a hablar a mi’, sobre todo cuando recién se empieza”, sostuvo.

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Achicando la brecha de género

Visibilizar y exponer las desigualdades entre hombres y mujeres es solo el primer paso, el camino hacia un mundo más justo requiere de políticas activas y precisas por parte del estado, pero también de la sensibilidad y empatía de la sociedad.

 “Coordino un espacio de experimentación universitaria sobre género y urbanismo donde  nos interesa en particular el derecho a la ciudad de las mujeres y de les niñes. Alli pudimos observar indicadores que dan cuenta de las desigualdades de género en la ciudad, como por ejemplo, el bajo porcentaje de calles con nombres de mujeres que en San Miguel de Tucumán es tan solo el 2%”, contó Natalia Czytajlo, investigadora del Conicet sobre temas de género y urbanismo.

 “Las desigualdades de género en ciencia son globalmente conocidas, las mujeres científicas reciben menos oportunidades, menos reconocimiento y están poco representadas en roles de liderazgo en comparación con los hombres”, apuntó Gabriela Fontanarrosa, doctora en Biología y becaria posdoctoral del Conicet.

“Creo que más que considerar que las mujeres deban necesariamente ocupar la mitad de las sillas de un laboratorio en el cumplimiento de un ‘nuevo mandato de empoderamiento femenino’, lo deseable es que las mujeres tengamos la opción de considerar que la ciencia puede ser la vocación que nos acompañe en nuestras vidas y que en caso de elegirla, no tengamos que pagar derecho de piso para acceder a los roles que queramos ocupar”, estimó.

Las aulas, escenario de cambios

Si bien, a priori, luchar contra las históricas estructuras patriarcales parece una batalla ya perdida, lo cierto es que cuando feminismo y ciencia se encuentran crean una forma de activismo inédita y esperanzadora.

"La situación actual en la universidad es muy buena, admiro cuán empoderadas están las estudiantes, están muy seguras de qué quieren y qué no. A mí mis alumnas me enorgullecen muchísimo, ser parte de los cambios que, sin duda alguna, ellas van a lograr realmente me emociona”, señaló conmovida Carolina Torres, becaria postdoctoral del Conicet y docente de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia.

En referencia al “cupo” femenino en el ámbito universitario, consideró: “el poner porcentajes de mujeres en grupos de investigación o proyectos es un buen ejemplo, es necesario primero "obligar" a que nos coloquen ahí, después de eso, sólo tendremos que demostrar que somos iguales que ellos, que podemos llevar a cabo grandes proyectos o manejar de igual o mejor manera distintas gerencias, ministerios, empresas, etc”, concluyó.

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