Otra Nochebuena sin diferencias en Tucumán

Otra Nochebuena sin diferencias en Tucumán

Por quinto año consecutivo, el Niño Dios nació rodeado de unos 1.200 vecinos.

Otra Nochebuena sin diferencias en Tucumán

En Tucumán, tierra de contradicciones, de paradojas y de antinomias ... En esta provincia, la segunda más violenta del país, nació el Niño Dios, por quinto año consecutivo, en la calle. Fue sobre la 25 de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, en el mismo lugar donde en 2015 a un grupo de adolescentes se le ocurrió preparar una cena de Nochebuena para los mendigos. Pero pasó que la gente se fue sumando: primero bajaron los que viven solos en los edificios céntricos, después vinieron los abuelos de los hogares y también los vecinos de los barrios más pobres. Como los pastores atraídos al pesebre, muchos tucumanos llegaron a Una Navidad Diferente. El 24 fueron 1.200, los que dejaron caer sus “vestimentas” de seda o sus harapos para sentarse a la mesa como iguales, a charlar en idioma tucumano.

Los organizadores de Un Mundo Diferente trabajan como locos pero nunca consiguen los donativos con anticipación. Hasta las 9 del 24, nadie podría creer que se podría dar de comer a 1.200 personas, como calcula que fueron Silvina Terán, una de las organizadoras. Pero como es una noche mágica, a último momento llueven las donaciones.

Camila Velárdez, otra integrante del grupo, dice que “todo se hace a pulmón” porque no hay donaciones importantes. “De quienes más recibimos es de la gente particular”, agrega.

También hacen falta más voluntarios: “en la organización este año fuimos menos que el año pasado. En el área de la cocina somos unos 40 para servir. Después de la fiesta tenemos que dejar todo ordenado lo más rápido posible: no solo en la calle sino también y en la parroquia. Nos desocupamos el 25 entre las 5 y 9”, cuenta Silvina Campero.

Los preparativos

La tarde del 24 moría con la plaza Independencia completamente cercada por el plan de remodelación, y los jóvenes de Un Mundo Diferente trabajando en los preparativos finales desde la mañana. Al atardecer comenzaron a humear nueve parrillas para los cientos de choripanes que se servirían más tarde. Unos 200 tablones en cinco filas paralelas se extendieron sobre 25 de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. Los vistieron con manteles rojos y centros de mesa en forma de arbolitos y porta-servilletas, pintados a mano por los voluntarios que trabajaron en su confección durante toda la semana.

CHORIPANES SOLIDARIOS. Fierros Calientes ofrecen choripanes y hamburguesas a los comensales. la gaceta / fotos de diego aráoz, Magena Valentié y Gentileza Sergio Olea CHORIPANES SOLIDARIOS. Fierros Calientes ofrecen choripanes y hamburguesas a los comensales. la gaceta / fotos de diego aráoz, Magena Valentié y Gentileza Sergio Olea

Los chicos de Un Mundo Diferente son los mismos que mantienen el merendero “Pedacito de cielo” de la Catedral.

El gran salón al aire libre (que de aire tenía poco porque el termómetro marca 38 grados bajo un cielo encapotado), estaba adornado con banderines multicolores. Unos 2.300 regalos esperaban ser repartidos después de la medianoche.

“Este año se sumó Fierros Calientes con la hamburgueseada y la choripaneada. Todo lo servimos con tomate y lechuga. También repartimos budines, panes dulces, y pizzas” dijo Silvina. Al llegar la medianoche se brindó con gaseosas y en las primeras horas de la madrugada se repartieron porciones de budín, pan dulce, turrones y garrapiñada como plato dulce. Al último vino lo que no podía faltar, el baile.

Misa en el altar

A las 21.35, el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez, ofició la misa de Nochebuena. No fue sobre una mesita en la vereda como los cuatro años pasados. Esta vez se levantó un altar cerca de la esquina de 25 de Mayo y San Martín, y además se pusieron 300 sillas más porque se sumaron muchos fieles más para la misa (ver la homilía en nota aparte).

Después del oficio se representó un Pesebre Viviente. A esa hora la emoción brotaba por los poros. Héctor Orlando Molina, que vive en la calle, no dejaba de tirar besos al cielo y de golpearse el pecho llorando. “Soy la persona más feliz del mundo porque Dios me dio la vida y me curó de mis enfermedades”, confiesa con los ojos llenos de lágrimas.

“En el 2010 mi mamá se enfermó y la internaron. En la Nochebuena de ese año mientras todos festejaban yo sólo pensaba en entrar a ver a terapia a ver mi mamá. Eso me hizo un click. Acá todos compartimos por igual y esa es la esencia de la Navidad”, reflexiona Silvina.

Después del baile y los regalos, cada cual volvió a su casa con un paquetito con la comida que sobró. Los que viven lejos fueron llevados en un vehículo de alguien que se ofreció como chofer. Los jóvenes organizadores quedaron barriendo y este pedazo de Tucumán volvió a ser la misma Cenicienta de siempre, pero con el recuerdo de haber vivido una noche santa y mágica. (Producción: Milagro Molina)

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