Los clubes de la Liga deben replantear sus objetivos

Los clubes de la Liga deben replantear sus objetivos

Convertido en una manifestación popular, fuertemente arraigada en la cultura de los pueblos, el fútbol en sí mismo representa los avatares de la vida. En consecuencia, sus rostros son diversos. El que desde las páginas de LA GACETA se viene mostrando en las últimas semanas, con un debate abierto entre referentes de distintos clubes que en distintos momentos buscaron trascender fuera de la provincia, tiene un sesgo ciertamente crudo, preocupante. Un estado de las cosas de las que los propios protagonistas deberán tomar necesaria nota y ocuparse.

Los protagonistas pusieron de manifiesto lamentos, quejas, sensaciones de abandono. Pero también propuestas, apoyadas en un fuerte sentido de pertenencia hacia aquellos lugares que les dieron cobijo en sus inicios, ya sea como jugadores o como dirigentes.

Y, por qué no, también quedaron en pie reflexiones que, bien entendidas, deberían generar una reacción para intentar recuperar aquello que alguna vez fue sueño posible.

A nadie escapa que el fútbol tucumano, hoy, parece estar circunscripto básicamente a lo que hacen Atlético y San Martín en sus participaciones en competencias nacionales. Pero, después de ellos, ¿qué hay en Tucumán? Partiendo desde esa premisa, en las páginas de LG Deportiva se leyeron voces de ex jugadores de clubes del sur, del este y de la capital. En una saga que aún está en curso, ya queda claro que hay un común denominador: se está en un punto límite.

El insoslayable afán de trascender llevó a una buena parte de los clubes tucumanos a intentar instalarse en un contexto nacional. Pero, salvo esporádicos éxitos, golpes de escena y sueños atados al azar competitivo, ninguno pudo consolidar su búsqueda. Peor aún, sufrieron duros reveses que los llevaron a duros presentes. Basta como muestra la realidad de Atlético Concepción, que supo jugar el Nacional B y hoy está en el torneo de la B de la Liga Tucumana. Y también la de Concepción FC, que llegó a jugar una Pre-Libertadores y por estos días cayó al certamen de ascenso liguista.

Desde que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) promovió el cambio de sus competencias nacionales, muchos soñaron con asumir protagonismo.

Pero la realidad les devolvió una cachetada. Transitar esa ruta significó gastar dinero que muchas veces no había, complicar los destinos de las instituciones, generar expectativas sin bases sólidas y, fundamentalmente, hipotecar el futuro.

Sin dudas, un alto precio, en el afán de seguir el curso del ABC del deporte: participar, competir, procurar el triunfo.

En la actual coyuntura, los clubes pierden poder como formadores de deportistas y como contenedores sociales. La Liga y su competencia se debilita, entre otras cosas, porque el premio mayor que da con su torneo es un boleto a un abismo. Las sedes de las instituciones caen en tanto en las redes de la precariedad, mientras los escasos socios e hinchas atizan en esencia un fuego con leña mojada. Sin eufemismos, jugar torneos nacionales enfrenta a todos a un desafío deficitario. Y al fracaso.

¿Qué hacer? Se torna imperativo abrir un diálogo amplio. Siendo el fútbol lo que se plantea al principio de esta nota editorial, una manifestación popular, ello sería un acto de justicia. Y lo es por el pasado de gloria de este deporte en la provincia, por el trabajo incansable que desplegaron dirigentes que soñaron en grande desde el siglo pasado y por la fuente laboral que representa.

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