Maru Coviello: Buceando en el alma de los misachicos

Maru Coviello: Buceando en el alma de los misachicos

La destacada artista tucumana se formó en los años 60 con importantes maestros. La pintura actual.

Un ángel alado sueña la pobreza en un rancho. Santos de madera custodian tal vez la esperanza. Cristo que reposa su sufrimiento en una caja traslúcida, abrazada por flores. La mano de la Dolorosa intenta quizás detener el tiempo. Ocres, marrones, verdes amarillos, posan su vuelo en el caballete. Pinceles imaginan un alboroto de misachico. La desmesura rabelesiana se cobija ahora en una garganta pantagruélica, donde los hombres en caída libre se fagocitan a sí mismos. De bajo perfil, poco propensa a mostrar su obra con periodicidad, trabajadora, Maru Coviello se ha ganado hace ya tiempo un lugar en las artes plásticas tucumanas.

- Tuviste la suerte de tener por mentores a destacados maestros.

- Era una época fantástica del Departamento de Artes porque estaban Lobo de la Vega, de quien fui alumna, Luis Lusnich, Alberto Balietti, que era escultor y enseñaba dibujo, Juárez, Nobile... fue una época de oro, teníamos maestros fabulosos.

- ¿Qué aprendiste de ellos, con Lobito de la Vega o Timoteo Navarro?

- Yo aprendí muchísimo con Lobo, fue mi primer maestro cuando empecé a estudiar, de primer año… era excelente, nos apoyaba mucho. Estaban los talleres rotativos que servían para definir la orientación, yo era la preferida de Balietti que enseñaba dibujo; en escultura, estaba Horacio Juárez y en grabado, Pompeyo Audivert, no sé si era muy viejito o era de muy mal carácter, o sea que tuve maestros de excelencia. Me decidí por pintura. Cuando llegó Ezequiel Linares, acá estábamos con el costumbrismo y el paisaje… No solo hacía los cursos normales, sino también los vocacionales y ahí lo tuve a Timoteo Navarro, él estaba en los cursos nocturnos y yo me iba a la salida de mi trabajo. Era un hombre muy sencillo, autodidacto, como Lobo de la Vega; no tenían formación intelectual, enseñaba a través de los gestos y tenía una gran paciencia. Una vez un compañero mío hizo un bollo una hoja porque no le gustaba cómo le había salido lo que estaba haciendo; él la recogió, la alisó e hizo que lo terminara. Todo lo de color te enseñaba muy bien. Balietti te exigía mucho con el dibujo y Lusnich con la pintura. Linares venía con toda la renovación y era muy buenmozo… Al comienzo yo era costumbrista, hacía paisajes, tenía mucha influencia de Lobo y Lusnich.

- ¿Qué enseñanzas te dejó Linares?

- Él venía con toda la renovación porque estaba en ese momento en la Nueva Figuración. De Linares aprendí una cosa muy importante, que no había que tener temor de cambiar, es decir que si hoy yo estaba haciendo una cosa y mañana se me ocurría otra, que la hiciera, que lo importante era el hacer, aunque fuera distinto. Eso me estimuló mucho, me quitó el miedo ese de si me salgo del paisaje, del costumbrismo, de la naturaleza muerta… él te decía que había que hacer lo que surgiera.

- ¿Profundizás luego en el expresionismo o seguís otro rumbo? ¿Cuándo te instalás en Fuerte Quemado?

- Seguí profundizando. Luego viene la etapa de Fuerte Quemado en la década del 90. Ahí me impacta la fe religiosa de la gente que contra viento y marea, tiene fe y me impresiona todo el colorido de las manifestaciones religiosas, sacaban los santos para la lluvia… En la iglesia tenían una sola imagen de mujer y la vestían según la fiesta: de Santa Rosa, de la Virgen María… entonces ahí he producido mucho. De los misachicos paso a la pintura religiosa, hice una serie de crucifixiones grandes, casi paralela a la de los misachicos. Recuerdo que mucho antes, hice también una serie de los niños, cuando no tenía aún hijos, dibujos a pluma y a pincel, los pintaba durmiendo, jugando.

- ¿El costado social de la realidad se refleja en tu obra?

- Sí, me ha interesado con los misachicos esta situación que vive la gente de Fuerte Quemado, que está a la vera de la ruta 40. Es pobre, pero tienen gallinas, cabritos, me hice muy amiga de la gente, no le faltaba nada porque trabajaba, en sus casas tenían parras, duraznos… En los misachicos mostraba la parte interna, cómo sacaban los santos en procesión, cómo los preparaban, los arreglaban con flores de papel porque no había flores naturales porque era seco el clima. Entonces se preparaba toda una estructura para ponerlo al santo y llevarlo por las calles. A la gente no le faltaba nada porque hacían el pan, todo…

- ¿Qué pintores admirás?

- Admiro a Picasso porque se daba eso que decía Linares: pasó de la figuración a la abstracción, como ha vivido tantos años, ha pasado por todas las escuelas: figuración, puntillismo, impresionismo, abstracción… todos los estilos. Fue un genio. También a Toulouse Lautrec, era un tullido, y sin embargo, ¡qué obra ha hecho! Para mí es un ejemplo de que por más problemas físicos que tengás, podés crear. También lo admiré a Linares, a Macció, del grupo de la Nueva Figuración.

- ¿Cómo ves el arte actual? ¿Hacia dónde va?

- Está divergente, disperso, no entiendo que ahora se le dé valor a cualquier cosa, tal vez esté equivocada porque pertenezco a otra generación, no por eso dejo de valorar el arte geométrico, conceptual. Hay como un círculo que baja, se dispersa y vuelve a retomar el mismo camino. Ahora se quita el valor de ciertas cosas que después se va a revalorizar, el dibujo, la pintura, los grandes maestros no han perdido vigencia a través de los años y no porque ahora se valore una caja de fósforos, no quiere decir que antes no se la tenía en cuenta. He visto cosas… un premio de escultura: una silla con suciedades de gallinas… no lo entiendo.

- ¿Qué es la pintura en tu vida?

- Es todo, no estaría completa si no hubiera tenido la formación pictórica. La pintura me ha dado muchas satisfacciones, me he sentido realizada en la vida como mujer y por otro lado, como mujer que ha podido meterse en el arte con su vida.

> Distinciones

Maru Coviello obtuvo varias distinciones, entre ellas, el primer premio en el VI Encuentro Nacional de Paisajistas de Deán Funes (Córdoba, 2002; el premio Medalla de Plata en el I Salón Nacional de Arte Sacro de pintura, de Paraná (Entre Ríos, 1999), tercer premio en el II Salón Americano de Pintura, Rosario de Santa Fe, 1996 y fue artista seleccionada en la VIII Bienal de Arte Sacro, Salas Nacionales de Cultura, Buenos Aires, año 2000.

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