Luis Alberto Romero: “los consensos básicos son una propuesta de coyuntura”

Luis Alberto Romero: “los consensos básicos son una propuesta de coyuntura”

Hay que ordenar la cosas y pensar más allá del día a día, dijo el historiador.

CUESTIÓN ESTRATÉGICA. Romero considera que es necesario rearmar el Estado y volver a ponerlo de pie. CUESTIÓN ESTRATÉGICA. Romero considera que es necesario rearmar el Estado y volver a ponerlo de pie.

Las tensiones políticas en tiempos electorales son una tendencia global que, en la Argentina, generalmente se amplifican. Por eso hay voces que señalan que la búsqueda de consensos básicos responden a momentos de debilidad de una gestión frente a la amenaza del “ya no ser”. Todo se potencia cuando una crisis es el escenario de acción. La convocatoria que realizó, en los últimos días, el presidente Mauricio Macri al peronismo no kirchnerista no tiene similitud alguna a lo que alguna vez fue el Pacto de Olivos, con aquel “Núcleo de Coincidencias Básicas”, que derivó en una reforma constitucional, en tiempos de Carlos Menem y Raúl Alfonsín, como tampoco al que el ex líder radical hizo con el peronismo, hacia el final de su mandato presidencial. A ese argumento lo sostiene el historiador Luis Alberto Romero, que el martes disertará en esta ciudad. En una entrevista telefónica con LA GACETA, Romero dice que la Argentina necesita ser un país más previsible, con normas y sanciones claras, y lejos del “sálvese quien pueda”.

-¿Considera que hay puntos de coincidencias entre el acuerdo por la estabilidad que hoy propicia el presidente Macri respecto de otros como el Pacto de Olivos o el que alcanzó Alfonsín al final de su mandato con un sector del PJ?

-No me parece coincidente respecto de ninguno de aquellos acuerdos. El de Olivos fue bastante concreto que estableció ciertos beneficios para ambas partes. El de Alfonsín, a su vez, fue un poco más ambicioso y general, con orientación de largo plazo. Esto que estamos viendo en la actualidad es algo para agregar una salida a la coyuntura actual y sobre todo para bloquear, de alguna manera, el efecto disolvente que tiene Cristina Fernández de Kirchner. Su sola presencia espanta a los mercados. Entonces yo veo que los Consensos Básicos son una propuesta de coyuntura y no necesariamente ve el Gobierno a esto de esta manera. Sí está buscando una propuesta en la que participen todos los que coinciden en la necesidad de hacer algo para evitar un posible desbarranque. No le asigno mucha más larga vida que eso, a menos que sea la base para otra cosa, pero no está pensando para que se constituya en un gran acuerdo político.

-Más de un dirigente con intenciones presidenciales suele decir que la Argentina necesita una suerte de Pacto de la Moncloa. ¿Es posible tomarlo como modelo?

-Me parece que es una comparación exagerada la idea de lo que fue el Pacto de la Moncloa, que no fue un gran pacto, sino una serie de acuerdos concretos sobre distintas cosas que, todas juntas, tomaron aquella denominación. Pero, en el caso de avanzar en ese sentido, no basta con que se unan las 10 cabezas más importantes, sino que cada uno de los conflictos tienen que encontrar, en sí mismos, alguna solución. Por caso los conflictos que tienen que ver con el presupuesto y su participación o con la CGT, por mencionar algunos. Cada uno tiene su especificidad y solo hay que buscando la fórmula de negociación de cada uno de ellos puede pensarse luego en algo más general. Partir de arriba para abajo suenan a vientos que no llevan a ningún lado.

-Esto está demostrado en varios hechos históricos...

-No sólo todo en la historia, sino también en el sentido común. En la Argentina no hay 10 personas cuyas opiniones tengan cierto respaldo del conjunto de la sociedad. Serían desautorizados de inmediato. ¿Quién puede hablar en nombre de los empresarios, por ejemplo? Estamos refiriéndonos a un sector acotado que, si bien algunos tienen intereses colectivos, detrás hay decenas de organizaciones que no se ponen de acuerdo, salvo en situaciones muy excepcionales, para objetivos muy acotados, porque lo que le conviene a algunos termina no conveniéndole a otros.

-¿Qué debe pasar en la Argentina para que haya una percepción general de un país con estabilidad?

-Creo que hay muchos problemas entrelazados que son difíciles de desarmar. En la charla que daré en los próximos días en Tucumán quiero mostrar un hilo, que me parece en sí que es muy importante y que puede resolver muchos de aquellos problemas, que es el del Estado, no de los Gobiernos. Lo que debe un gobierno hacer funcionar bien para que lo que se proponga tenga algo de efecto. Me da la impresión que, en un Estado actual, un gobernante lúcido que tenga una idea brillante la pone en práctica y sale cualquier cosa.

¿Por qué?

-Porque entre él y la ejecución de la idea, puede mediar una gran cantidad de incompetentes o de gente que se traban los unos con los otros. En ese sentido, la herramienta estatal lleva unas cuántas décadas de voluntaria destrucción. Una de las cosas que habría que implementar en conjunto es volver a poner en pie a ese Estado. Mirar cómo se fue desarmando el Estado y cómo es posible rearmarlo. Es una condición no suficiente, pero sí necesaria.

-En una de sus obras, “La gran crisis argentina”, sostiene que esa crisis se ha convertido en parte de nuestras vidas, en un elemento recurrente para pensar nuestro presente y nuestro futuro. Y la palabra crisis sigue siendo recurrente no sólo en la historia, sino en la realidad cotidiana argentina...

-Exactamente. Tenemos picos de crisis y unos descansos. Un poco la idea de ese libro es que no sólo se describe lo que sucedió en 1989 o en 2001 o lo que puede estar sucediendo ahora, sino que hay algo en la base que no funciona. Y no digo que todo tenga que ver con el Estado, sino con lo que me preguntó al principio respecto de los acuerdos. E insisto en que esos acuerdos no deben hacerse sólo sobre los problemas, sino sobre las formas de negociarlos. Y allí es donde la presencia del Estado es importante, por su capacidad de arbitraje, puede decir que las reglas de juego son estas, que no hay transgresiones, regalos ni excepciones, que son las cosas que percibimos que habitualmente hace el Estado. Entonces, esa reconstrucción del Estado, que debe partir de la base de eso que se llama seguridad jurídica, es una condición para que cada uno pueda encauzar sus demandas, con reglas claras para todos. Hoy cada uno dice que los demás cumplan y, mientras tanto, yo veo.

-Es esta suerte de profecía autocumplida en la Argentina en el que suele decirse que vamos hacia el precipicio y que siempre estamos en el borde. ¿Por qué acostumbrarnos a vivir de esta manera?

-No hay una explicación, pero de alguna manera aquello de la seguridad jurídica, con normas y sanciones para poder prever lo que hará el otro, es bastante clave en ese sentido frente al “sálvese quien pueda” con el que vivimos todos, al ver el desorden. No es cuestión de buena voluntad, sino de construir un orden dentro del cual cada uno puede tomar previsiones acerca de lo que hará el otro.

-¿No hay recetas mágicas para esto?

-No. Hasta que no pongamos un poco de orden, no podemos pensar en caminos de salidas. La economía es muy clara en ese sentido. Tenemos que parar la inflación y ordenar las cuentas macroeconómicas; recién así podemos pensar si queremos ser un país exportador o cerrado en sí mismo. Hay que pensar teniendo controlada la situación. En general es lo que esperaría del próximo gobierno, sea Macri o cualquier otro que resulte electo presidente, que ordene las cosas y nos permita a todos pensar más allá del día a día y no estar mirando cotidianamente en cuánto ha cerrado el dólar.

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