Acople versus recuerdo

Por la aplicación de los principios lógicos, que son verdades evidentes del pensamiento -incluso en el mundo peronista que se maneja con su propia lógica aristotélica-, de las afirmaciones “Manzur gana, pierde Alperovich” y “gana Alperovich, Manzur pierde”, se puede decir que una necesariamente debe ser falsa. Eso de mínima, y por aquello que dicen los libros: “cuando dos juicios se oponen, uno debe ser verdadero y el otro falso, excluyendo una tercera posibilidad que pueda establecer la verdad o falsedad de los dos anteriores”.

Alejándose un poco de la lógica y atendiendo al sentido común, se puede señalar que entre los informes del encuestador del oficialismo desde los 90, Hugo Haime -“se impone el gobernador”- y los valores proporcionados por Isonomía -“triunfa el senador”-, uno tal vez acierte y el otro tal vez no diga la verdad. ¿Son encuestas dirigidas a satisfacer los intereses de los que las pidieron? La respuesta por lo contradictorio de los resultados parece obvia. En 49 días se sabrá quién se equivocó o quién acertó; o bien quién jugó su prestigio, intencional o ingenuamente. De cualquier forma, siempre habrá excusas referidas a los márgenes de error, a las variables temporales no contempladas, al tiempo de anticipación y a los indecisos que a último momento terminan dando vuelta cualquier encuesta como para justificar las eventuales equivocaciones de los muestreos.

Lo cierto es que hubo terceros excluidos en la lucha por el poder en ambos trabajos: Silvia Elías de Pérez (Vamos Tucumán) y Ricardo Bussi (Fuerza Republicana). Los opositores, si tienen encuestas, no las muestran, ya sea porque no resultan beneficiados con las cifras o bien porque no pagan por estos servicios. Les queda ser las sorpresas que derrumben los pronósticos, claro que tienen poco tiempo para armarse para el batacazo.

Sin embargo, estos estudios de opinión no son como para descartarlos totalmente o para minimizarlos porque en el fondo sí revelan algo respecto de los que los solicitaron: la apuesta en la que se basan para ser optimistas o bien la estrategia elegida para la captación de votos para enfrentar al adversario. Así es como aparecen los acoples por un lado y los recuerdos de gestión por el otro: aparato y estructura versus nostalgia de mejores tiempos; dirigentes con influencia territorial versus lo que quedó en la memoria de los 12 años de alperovichismo en la ciudadanía, incluso más allá de la familia peronista.

En la forma de pensar y en el diseño electoral se resume que uno apostó al esfuerzo y al aporte de la dirigencia y que el otro prefiere detenerse en la importancia del voto ciudadano que mira más hacia atrás por encima de la influencia de referentes. El 9 de junio, con los resultados en la mano -favoreciendo a uno de los dos- se verá cuál estrategia fue la correcta, o bien si los terceros ahora excluidos de los muestreos dan la sorpresa.

El peronismo, fiel al perfil “acoplero” que viene exponiendo desde 2007, sigue apostando a la masividad del aporte de sufragios de las colectoras y a seguir dirimiendo de esa forma las diferencias internas de sus dirigentes por fuera del partido. Es la fórmula electoral más cómoda que encontró para evitar los encontronazos entre pares dentro del espacio partidario que los cobija. De esta manera, la pelea en distritos municipales o por circuitos entre mariscales territoriales se produce directamente en la elección general, sin pasar por el filtro de los comicios partidarios. Directamente a pelear contra los adversarios, y no entre afines ideológicos.

En ese marco, el sistema de acople incorporado a la Constitución de 2006 no es más que la expresión de una concepción por evitar los conflictos en el partido, favorecida por la condición de provincia tradicionalmente peronista de Tucumán, donde el voto hacia el PJ siempre fue mayoritario. Por eso no puede extrañar que haya 45 acoples, por lo menos hasta ahora, que respaldarán a la fórmula Manzur-Jaldo, y todos encabezados por dirigentes nacidos o formados en el peronismo, entre ellos funcionarios y sindicalistas; más allá de los que irán por la reelección. Algunos gremialistas que firmaron en estos últimos días el cierre de las paritarias estatales se integrarán en varias listas por puestos de concejales y de legisladores por el oficialismo. Curiosidades que llaman la atención.

Este enamoramiento del peronismo por el esquema de acople es por lo que Haime efectuó una medición colateral para el oficialismo en su muestreo: trabajó sobre tres municipios teniendo en cuenta los diferentes candidatos a intendentes que se enfrentarán entre sí pero que apoyarán la boleta del oficialismo. La conclusión fue que se amplía la diferencia de puntos porcentuales en favor del gobernador y en detrimento del senador. Es lo que hace sonreír al Gobierno. Este aspecto es el que le interesa y le preocupa difundir principalmente al oficialismo, porque es la estructura sobre la cual apuesta a edificar su victoria. Y es la que vende o exporta para un posible resultado final.

De hecho, la manifestación pública de esa estrategia se observó en la asunción del nuevo consejo provincial del PJ, encabezado por Manzur, ya que en el mismo acto se hizo firmar el acta de adhesión de los partidos que acompañarán a la fórmula gubernamental en calidad de acoples: 45. Una enormidad si observamos que fueron 78 partidos y cinco frentes los que realizaron internas cerradas -supuestamente- para armar sus listas.

Es decir, el Frente Justicialista por Tucumán (FJT) tendría más de la mitad de la totalidad de las organizaciones colectoras adhiriendo a la dupla Manzur-Jaldo. ¿Implica que obtendría más de la mitad de los votos de la planilla electoral? Nada permite sostener eso, sólo cabe mirar hacia atrás y ver que el oficialismo viene consiguiendo y rondando los 500.000 votos en las últimas elecciones. ¿Cuántos de esos se llevará Alperovich? Es la gran pregunta, la incógnita, y lo que va a incidir en el resultado final. Lo único que se puede decir es que los puntos que les saque al oficialismo pueden resultar en provecho del senador (Hacemos Tucumán) o bien de la senadora radical.

Bien, el peronismo no va a renegar nunca del régimen de acoples y lo mantendrá en la Carta Magna hasta que encuentre un sistema “superador” que lo beneficie y que siga permitiéndole hegemonizar y explotar el voto mayoritario justicialista, tal como ha venido siendo hasta ahora. Por el momento no se vislumbra ni se habla del tema en el espacio pero, cuando lo hallen, vendrá con un rediseño territorial en lo institucional que, seguramente, llegará atado a una reforma constitucional.

El acople fue el régimen superador de los sublemas en su momento. Ambos sistemas estaban destinados a fortalecer un espacio en especial: al Lema en el primer caso -por el que el partido más votado resultaba beneficiado en el Poder Legislativo- y a la fórmula gubernamental, en el segundo. En este aspecto, Haime recordó una anécdota de 1999, cuando empezó a trabajar como consultor para el peronismo, referida a la medición de las posibles adhesiones a las listas. Observó que cuando se detenía en las fórmulas, la victoria era para Fuerza Republicana, pero cuando consideraba a los sublemas -un verdadero ejército de dirigentes-, el triunfo pendulaba hacia el justicialismo por un punto, que fue lo que ocurrió luego en los comicios. Ese puntito que apareció en el escrutinio definitivo hizo que en el día de votación el que ganó se fuera a dormir creyendo que había perdido y que el que perdió se acostara festejando una supuesta victoria.

Se entiende así que el PJ continúe privilegiando esos ejércitos minúsculos, territoriales, barriales, de circuitos, como una forma de captación de votos. Claro que a esos ejércitos hay que alimentarlos y dotarlos de recursos para la batalla, tenerlos satisfechos y prestos, sino se corre el peligro de que la tropa se subleve o amenace con motines, y termine yéndose. Sin pertrechos no hay lealtad que valga; es el flanco débil de cualquier estrategia.

¿Con qué seducen desde la otra trinchera? El alperovichismo actúa sobre el recuerdo. Entiende que es el aspecto por el cual tiene chances de regresar al poder. Es así que en la encuesta de Isonomía, que lo da con una ventaja de 13 puntos por sobre Manzur, se trabajó sobre cuatro aspectos: imagen, gestión, voto y recordación. El director de la firma, Pablo Knopoff, apuntó que el tucumano toma en cuenta cómo vive y cómo vivió, que mira quién gobernó antes y cómo la pasó y cómo la pasa hoy. En todos los valores Alperovich corre con la ventaja, por lo que la estrategia de campaña se basa en lo que hizo, en el recuerdo de esos “mejores” tiempos. Casi lo mismo que está explotando el kirchnerismo con Cristina frente a la debacle económica del Gobierno nacional, que parece dar manotazos de ahogados con planes cortoplacistas y de evidente tinte electoral, antes que mostrar solvencia con un programa a largo plazo. Facilita esa mirada de nostalgia de los “K”. Como al pasar se puede mencionar que Macri eliminó las colectoras para las nacionales y que alude a la vuelta al pasado como una fatalidad. Al Presidente, acople y recuerdo le juegan en contra.

El equipo del senador muestra y apuesta a que los doce años de gestión (2003-2015) hayan quedado marcados a fuego en la memoria colectiva del tucumano como una buena gestión y que eso catapulte nuevamente a Alperovich a la Casa de Gobierno. Observar que Beatriz Rojkés en su saludo a las nuevas autoridades del PJ instó a “reconstruir” la provincia de la mano de Cristina y de su esposo. Quién no recuerda aquella frase de que los mejores tiempos fueron peronistas, que ahora lo explotan los cristinistas como idea y también el ex gobernador. Recuerdo versus acople. Ya el senador renegó del sistema de colectoras, lo cual condice con la apuesta al pasado versus la estructura territorial del PJ.

En fin, acoples versus recuerdo. Ya se verá que resulta ser más efectivo el 9 de junio.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios