El taxista que le pone música a la vida

El taxista que le pone música a la vida

Los hechos imponen un Panorama Tucumano referido al caso Lebbos. A esas condenas que representan, apenas, la punta de un ovillo podrido por donde se lo mire. Habrá que desenredarlo de una vez, o justicia seguirá siendo sinónimo de impunidad. El tema podría ser la carrera electoral, esa sed de poder que sólo podría calmar una Legislatura de 120 bancas. Se podría escribir también sobre los mil rostros de la catástrofe económica. O sobre un inicio de clases cruzado por las amenazas de huelga docente. Por donde se hunda el escalpelo, la realidad supura insatisfacción social. Entonces, ¿por qué no dedicarle un Panorama Tucumano a Román Belmonte?

Suena a bordo del taxi “West end girls”, de los Pet Shop Boys, en versión bossa nova. Román pide silencio. “Escuche esta parte instrumental”, dice mientras frena en el semáforo de Mate de Luna y Alem. Efectivamente, el solo de guitarra es muy bueno. “No hay nada como la música para acompañar todos los momentos de la vida: la alegría, la tristeza -define-. ¿Sabe cómo va a dormir mejor? Con música. Ponga ocean jazz, que es música con el sonido de las olas. Puede elegir piano, cuerdas o vientos”.

La llovizna es un ungüento sanador después del infierno de la semana pasada. Una tregua, porque parece que el calor vuelve pronto. Román lo celebra. “Se ve que estuvo disfrutando la frescura”, apunta a modo de saludo. El viaje será breve, un puñado de cuadras a las apuradas en plena siesta.

Maneja con las dos manos sobre el volante, se ríe mucho, lanza algún aforismo y no disimula el orgullo porque su hija enseña el método Suzuki de iniciación musical. Claro, Román es folclorista. No podía ser otra cosa con el padre guitarrero. “¿Usted sabe quién fue Suzuki? Le cuento -ilustra Román-. Era un músico japonés que murió a los 100 años. Sobrevivió a las dos guerra mundiales. ¿Entiende lo que significa eso? En medio de la guerra andaba con los instrumentos, juntando a los chicos. Y tiempo después su método se esparció por todo el mundo”.

En algún punto de la 24 Septiembre, más o menos a la altura de Alberdi, extiende la mano derecha y se presenta: “acaba de descubrir a Román Belmonte, El Trovador. Así me va a encontrar en YouTube”. Vamos a YouTube entonces y ahí se lo ve, guitarra en mano, desgranando versos con un bombo de fondo y el auditorio que lo acompaña. Es un asado con todas las de la ley -hasta hay amplificación para el sonido- y el patio luce coronado por una maderita en la que se lee “Escenario El Pata y Cabeza”. Román entona “Sin ti no valgo nada”, de Facundo Toro.

El video avanza hacia las 500 reproducciones y un par de mensajes explican al personaje: “qué genio, pasajero de su taxi, excelente humor el tipo” (Gastón Monteiro, hace cinco meses); “qué voz compañero, soy el pasajero de hoy” (Patricio Lagiglia, hace siete meses). Queda claro que lo de Román no es la flor de un día; que el taxi es un instrumento más, como si el ronroneo del motor fuera el compás de una canción, cuya letra es una invitación a posicionarse ante la vida de otra manera.

Román cuenta muchas cosas en poco tiempo. Por ejemplo que anduvo mucho por Córdoba -varias veces por Cosquín- y que la prefiere a Buenos Aires, aunque no cambiaría a Tucumán por nada. Esboza una queja risueña por cómo los jóvenes han ido deformando danzas clásicas, desde el folclore al tango. Y de paso indaga al pasajero, con más respeto que curiosidad (“¿en qué se ocupa? ¿LA GACETA? Aaahhh, ustedes tienen el cuarto poder. ¿Y en qué año nació?”).

La despedida es un apretón fuerte con la diestra. “Que Dios lo bendiga”, repite más de una vez. Y agrega deseos de buenaventura que suenan sinceros.

El Panorama Tucumano indaga desde hace décadas en los entresijos de la vida provincial, ofreciendo lecturas y escenarios de nuestro devenir político, económico y social. Son grandes temas, teñidos por mezquindades que redundan en historias de gente pequeña. Será que de tanto chapotear en las malas noticias se amortiguan los sentidos. Por eso, personajes como Román dan vuelta la ecuación.

El engaño sería disfrazar la realidad con la brocha gorda del voluntarismo, pero no es el caso. Se trata, simplemente, de encontrar la banda de sonido adecuada para los estados de ánimo. Sin pretenderlo, quienes transmiten esas gotas de sabiduría urbana contribuyen a hacernos la vida un poco menos compleja. “Lo aprendí en esas historias que cuentan los trashumantes”, cantaba Atahualpa Yupanqui. De tanto en tanto, el Panorama Tucumano también se nutre del pulso de la calle para ponernos frente al espejo.

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