Viven al lado de un basural y reclaman su derecho al servicio de recolección de residuos

Viven al lado de un basural y reclaman su derecho al servicio de recolección de residuos

Los vecinos del barrio Nahuel Huapi se quejan de las ratas que invaden sus casas y de quienes ensucian la vera del Salí desde hace 15 años.

UNA “POSTAL” DE LA RUTA ALTERNATIVA. Residuos domiciliarios, escombros y hasta animales muertos, entre una infinita variedad de desperdicios, se acumulan a sólo dos kilómetros del acceso este de San Miguel de Tucumán.  la gaceta / fotos de antonio ferroni UNA “POSTAL” DE LA RUTA ALTERNATIVA. Residuos domiciliarios, escombros y hasta animales muertos, entre una infinita variedad de desperdicios, se acumulan a sólo dos kilómetros del acceso este de San Miguel de Tucumán. la gaceta / fotos de antonio ferroni
25 Febrero 2019

A sólo dos kilómetros del acceso este a San Miguel de Tucumán, desde la banquina de la ruta Alternativa hasta la orilla del río Salí, un olor nauseabundo acompaña el desolador paisaje de un basural. Los desperdicios se pudren a la altura de la calle Santiago del Estero, en Alderetes, hace más de 15 años, según los vecinos que conviven con ese paisaje de plásticos y moscas.

Los montículos de desechos se pueden ver desde la ruta. De cerca, lo primero que se distingue son los restos de obras en construcción. Detrás de los los escombros hay cadáveres de perros y gatos en descomposición. Hacia el fondo, un muro de botellas y demás residuos domiciliarios embolsados. Más al fondo, el río Salí. Unos metros antes, un cementerio de lo que alguna vez fueron electrodomésticos. Y, por supuesto, residuos domiciliarios a diestra y siniestra. Y ya sobre la orilla del curso de agua, un caballo muerto.

Roedores, víboras, arañas y un sinfín de insectos que nacen, crecen y se reproducen en el basural, desde donde se lanzan a infiltrar los hogares del barrio Nahuel Huapi. “Está lleno de ratas, ayer mismo saque un pericote de adentro de la casa”, confirma Marta Alderete, quien vive al lado del vaciadero clandestino hace 10 años.

“Esto nos afecta en todo sentido. A una niña del barrio la internaron por un virus que, según los médicos, había contraído de la mugre. No es la primera: aquí los chicos se enferman todo el tiempo. Tienen diarrea, fiebre, vómitos... todo por la basura”, detalla Graciela Palavecino, vecina de Alderete.

Carolina Villagrán, madre de dos pequeños, limpia su casa con lavandina a diario. “Yo tengo miedo por mis hijos. Las ratas les comen la ropa y, la semana pasada, encontramos una víbora en el baño”, relató, angustiada.

Los hombres a los que consulta LA GACETA dicen que han realizado numerosos reclamos ante la Municipalidad de Alderetes para pedir que por el barrio pase un camión recolector de basura. Pero no quieren dar sus nombres. “Hable con las mujeres”, contestan.

Ellas describen que, al no contar con el servicio de recolección, en el vecindario se ven obligados a enterrar o quemar la basura.

“Tuvimos reuniones con el intendente (Sergio) Venegas quien prometió de todo. Dijo que iba asfaltar la calle, que iba a instalar un buen alumbrado y que pasaría el recolector de basura. Esto fue hace cuatro años”, recordó “Mari” Agüero, dueña del quiosco de barrio. “Para lo único que vienen (los políticos) es para ofrecer el bolsón para que les demos nuestro voto, pero no cambian nada”, cuestionó.

De mal en peor

Cuando se vive al lado de un basural, hasta la lluvia es una mala noticia. El agua no lava nada, sino que arrastra residuos hasta las casas. “El agua baja con mugre, las calles se llenan de desperdicios, aumentan las ratas y nos invaden las víboras”, describe Agüero. “Los vecinos salimos a limpiar: es todo un día que perdemos limpiando y matando ratas”, puntualiza.

¿Quiénes tiran la basura a la orilla del río? Según los vecinos del barrio Nahuel Huapi, “carreros”, “gente de la ciudad” que llega en camionetas y hasta los camiones recolectores de la Municipalidad.

Villagrán cuenta que, la semana pasada, un camión oficial retiró un poco de basura y empujó el resto hasta el borde de su jardín. “Este es un barrio olvidado”, lamenta Palavecino. (Por Clara Radrizzani)

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