“Coleccionar arte es una pasión que está al alcance de todos”

“Coleccionar arte es una pasión que está al alcance de todos”

El marchand y curador Segundo Ramos aconseja a sus clientes dejarse llevar por su propio gusto a la hora de adquirir una obra.

VENDEDOR Y COLECCIONISTA. Segundo Ramos comenzó a comprar obras para su hija de nueve años. LA GACETA / FOTO DE RICARDO REINOSO VENDEDOR Y COLECCIONISTA. Segundo Ramos comenzó a comprar obras para su hija de nueve años. LA GACETA / FOTO DE RICARDO REINOSO

Se llama igual que su abuelo materno, un reconocido impulsor de la cultura en Rosario de la Frontera que le transmitió el amor por la pintura. Hoy uno de los anhelos del marchand y curador Segundo Ramos es poder hacer la Bienal de Arte en esa ciudad salteña de la que habla con orgullo. Y también planifica varias muestras en Tucumán. “Vivo mi trabajo con la pasión de un muchacho de pueblo. Nunca voy a poder escapar de eso”, afirma.

Su primera curaduría fue la muestra de Víctor Quiroga en el Museo de Bellas Artes de Salta. Desde entonces organizó 19 eventos, entre muestras y subastas. En 2018 fueron ocho, en distintos espacios de Tucumán, una en Santiago del Estero y otra en Madrid, de Donato Grima. Para este año prepara una exposición con la obra inédita de Aurelio Salas y otra de Quinquela Martín, en un espacio de Yerba Buena. Piensa también en Lajos Szalay, Luis Lusnich y Leopoldo Presas, además de algún tucumano contemporáneo. Con 44 años, otro de sus proyectos es el estudio de la cartografía antigua para crear un coleccionismo de esa materia en el norte del país. ¿Las claves de su oficio? “Hacerlo con pasión, dedicarle tiempo y estudiar el tema -enumera-. Lo único que sé hacer es esto. Lo único que me interesa. Mucha gente se sorprende de que yo pueda vivir de esto en Tucumán”.

- ¿Para ser coleccionista de arte hace falta mucho dinero?

- No. Hace un par de años he cambiado mi postura de venderles a los clientes conocidos y me fui también hacia otro segmento. Gente de 30 años para arriba, que empieza a consumir arte y también cosas como manuscritos históricos, libros o mapas antiguos. Un asalariado puede comenzar una colección. Tengo clientes que trabajan en la administración pública con sueldos normales. Uno de ellos compra sólo grabados, sabe que su límite de dinero es ese, y tiene una colección de 30 maestros. Coleccionar arte es una pasión y está al alcance de todos. Tampoco hay que centrarse en los clásicos, que son más caros. A veces encuentro una obra de un artista tucumano joven colgada al lado de un Benjamín Nemirovsky, de un Honorio Mossi o de un Santiago Falcucci, profesor de Lola Mora.

- ¿Hace cuánto comenzaste?

- Hace 15 años. La primera obra que vendí (y también la segunda y la tercera), me acuerdo como si fuera hoy, fue de Demetrio Iramain. Después empecé con Antonio Osorio Luque y con Aurelio Salas. Le quise dar un toque distintivo a mi actividad con la certificación de la obra, contar un poco su historia y estudiar sobre el artista, cosa que antes quizás no se hacía tanto. A veces no podía porque me apretaba el día a día. Ya en mi etapa de curador independiente he descubierto que muchos coleccionistas tienen obras valiosas y no las muestran. Les pregunto por qué y me dicen: “porque no se dio la oportunidad, nunca me lo ha pedido nadie…”. Así que he comenzado a pedirles que me presten obras para las muestras y así darlas a conocer.

- ¿Cómo se da cuenta de que una obra es vendible?

- Es difícil de explicar. Me tiene que gustar a mí primero. Me ha pasado muy pocas veces que algo que me guste no lo pueda llegar a vender. Con los coleccionistas se da un ida y vuelta. Ellos me forman a mí y yo a ellos. Cuando hice la muestra de fotografías de Alejandro Gómez Tolosa, le propuse hacer fotos de los monumentos históricos. Alguien que me compra una carta de José de San Martín, de Manuel Belgrano o de Juan Bautista Alberdi va a querer tener la foto de la estatua que hicieron de ellos Lola Mora o Francisco Caferatta. Vendimos todo antes de empezar. Al coleccionista le digo que compre sin miedo lo que le guste. Y si después ese artista sigue ganando méritos para ser reconocido, bienvenido sea.

- ¿La crisis afecta la venta?

- 2018 ha sido un año excepcional, a pesar de la crisis. No me deja de sorprender. Tuve ocho movidas y todas anduvieron bien. La fotografía, la escultura, los libros antiguos, las obras de arte… También el último remate en el Sheraton, que fue una idea compartida con las chicas de la FAI (Fundación Albergues Infantiles): la armé en 15 días, que no es lo aconsejable, pero nos fue fantástico.

- ¿Cuáles son los artistas tucumanos, o que estuvieron radicados aquí, que mejor se cotizan?

- Valentín Thibon de Libian (vivió entre 1889 y 1931), por lejos, es el más caro, con su serie del circo, de las bailarinas. En segundo lugar, Alfredo Gramajo Gutiérrez y Lola Mora. Por debajo de ellos, Timoteo Navarro, Luis Lobo de la Vega, Ezequiel Linares, Nemirovsky… Y por supuesto siempre sorprende alguna obra cara de Grima, de Quiroga, de Enrique Salvatierra… Y ya mezclándose con esa troupe, Pablo Iván Ríos. Me decía un cliente que quien se precie de ser coleccionista tucumano no puede no tener un Lobo de la Vega colgado en su casa. Y la mayoría son muy localistas. Por ejemplo, Timoteo fuera de la provincia no vale nada, pero aquí siempre tiene buen precio. Lobo tampoco se cotiza fuera de Tucumán. Quizás Osorio Luque e Iramain sí, en los remates de Buenos Aires.

- ¿Influye su opinión en las obras que un artista prepara para una muestra?

- En parte. Lo primero es lo que el artista quiere exponer. En segundo lugar, el gusto mío. Y hay otro tercio donde está lo que yo intuyo que a los coleccionistas les va a gustar. Cuando hago un catálogo, en la tapa, la contratapa y el banner, trato de imponer mi idea sobre lo que es el artista. El catálogo es muy importante porque es lo que queda impreso y perdura más allá de la muestra, que es algo efímero.

- ¿Funciona la compra y venta de arte por internet?

- He comprado algunas obras en páginas web. Hay que tener la total precaución de que sea bueno, y creo que funciona porque es un negocio que no tiene techo. Una burbuja dentro de cualquier crisis. También compro obras para mi colección. En realidad la estoy armando para mi hija, que tiene nueve años. Es una manera de transmitirle mi pasión por el arte. Le compro obras de artistas tucumanos contemporáneos vivos, porque para comprar lo clásico ya habrá tiempo.

- ¿Con cuánto dinero se puede comprar una obra que tenga valor artístico?

- Decir una cifra no es difícil. Con $1.500 a $3.000 uno puede arrancar para armar una colección. Por más barata que sea, toda obra tiene su mensaje. Firmada por el artista, es como un hijo de ese autor. El valor es algo subjetivo. Alguien puede comprar barata una obra en Buenos Aires, de un autor tucumano que ahí no es conocido, pero que aquí se cotiza 50 veces más caro. Por ejemplo, con $3.000 en la mano uno puede conseguir un grabado fantástico de Pompeyo Audivert, de Juan Grela o de otros maestros.

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