¿A quién echarle la culpa?

Tiempo atrás, se responsabilizaba a los eventos deportivos o a la inclemencia climática todos los males de taquilla. Si había poco público para ver las obras teatrales o los recitales de música, la culpa era del fútbol nacional o de una pelea de boxeo por un título del mundo, o de una brusca caída de la temperatura (si era con lluvia, peor). Luego se sumaron a la lista de responsables los videoclubes y el cable, que con su oferta de películas casi de estreno golpearon también a las salas cinematográficas hasta dejarlas casi en desaparición. Y en los últimos tiempos, internet y los servicios de streaming (con Netflix consolidado a la cabeza) parecen ser los apuntados con más energía como culpables, sobre todo cuando, por ejemplo, el aún reciente Mundial de la FIFA de Rusia generó menos entusiasmo que una visita familiar a las góndolas de los supermercados.

Lo real es que la realización de espectáculos en vivo atravesó durante el año uno de los peores momentos en términos históricos en la respuesta de un público con bolsillos agotados. La caída de espectadores ha llevado a levantar conciertos y obras de teatro en los principales teatros de alquiler de la provincia, el Alberdi y el Mercedes Sosa, con propuestas tan disímiles como el folclore de Mariana Baraj, “Un enemigo del pueblo” o el tributo al clásico “The wall” de Pink Floyd. Y muchas otras propuestas caminaron por la cornisa hasta último momento, con productores que se debatieron entre mantener o levantar fechas por la falta de venta de entradas anticipadas. Las que se concretaron fueron con un alto costo de angustia. Y para peor, un Mercedes Sosa lleno debió devolver lo recaudado cuando Joan Manuel Serrat se quedó afónico.

En ese contexto, hay que remarcar que difícilmente la taquilla adquirida en días previos a un evento supere en Tucumán el 20% de la capacidad total de la sala donde se realice. La excepción está dada por los espectáculos de gran despliegue de artistas internacionales (Miryam Hernández es una rara avis extranjera en extinción), que pueden agotar meses antes las entradas más cuando es única función.

Eso se refuerza si se trata de un ídolo de la juventud, cuya visita no es habitual en la provincia o (mejor aún) cuando es su debut local. Fue el caso del dúo mexicano Ha Ash, cuyas entradas se anunciaron a principios de año cuando el dólar no llegaba a los $19 y vinieron en mayo, cuando la moneda norteamericana superaba los $25.50. La diferencia del 30% no fue trasladada al precio: si el cachet fue cancelado al firmar contrato, no hubo susto para los productores; si no fue así, la diferencia debió ser absorbida a pérdida. Y eso vale para el resto de los espectáculos programados en moneda extranjera. Y ni qué decir de lo que pasa ahora, con el dólar sobre los $39, el doble que hace 12 meses.

Es impredecible saber cuánto cotizará el dólar el año que viene para cerrar un contrato. Ese es el principal motivo por el cual el Mercedes Sosa todavía no anticipó una cartelera para el primer semestre de 2019, y apenas si anuncia la presencia del cubano Pablo Milanés para el 6 de abril, con su gira “Esencia”.

Según la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), durante el primer semestre de este año (es decir, antes de que la crisis arrasara con lo que quedaba, como un tsumani luego de un terremoto) se redujo la venta de entradas en el 16% respecto de 2017. Y subir el precio, como se planteó desde algunos sectores de la actividad teatral tucumana, sería una medida aún más expulsiva de público. El dilema es cómo mantener un ingreso suficientemente adecuado para sostener los gastos. Una entrada en la provincia para un espectáculo local ronda los $150 (hay más caras y más baratas, pero todas atravesadas por distintas promociones como compras anticipadas, descuentos diversos o paquetes cuando se va en grupo, que reducen su precio final), y la idea de incrementarla a un piso general de $200 no tuvo respaldo suficiente meses atrás. Menos ahora, cuando todo fue cada vez peor.

Por el contrario, en Buenos Aires están retrotrayendo los precios de las salas independientes a los montos tucumanos. A ello se agrega un interesante mecanismo de promoción estatal para estudiantes secundarios (se les asigna un monto en una tarjeta especial, para que compren CD, libros o concurran a ver recitales o teatro). El mundo se invierte en tiempos de crisis.

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